domingo, 22 de enero de 2017



IRSE AL HUMO
De esta expresión popular me he ocupado hace ya mucho tiempo en este medio. Proviene de la época de la conquista cuando los nativos de América conocieron las armas de fuego con que venían provistos los españoles.
El arcabuz fue un invento muy importante; apareció en el siglo XV y se convirtió en el arma principal de la infantería que la usó hasta bien entrado el siglo XVII. El disparo era de corto alcance (apenas unos 50 metros efectivos), pero letal; el arcabuz era relativamente fácil de manejar y desplazó rápidamente el uso de la ballesta. Requería mucha menos destreza para manejarlo con eficacia.
Los arcabuces cargaban solamente una bala lo que obligaba a volver a cargar el arma después de cada disparo.

Cuando los indios se sublevaron contra las imposiciones de los españoles, comenzaron a caer víctimas de los disparos de arcabuz.
Pero entre disparo y disparo se perdía un tiempo que resultaba peligroso para el victimario debido a que se podía ubicar fácilmente el lugar desde el cual había partido el disparo debido a la densa humareda que ocasionaba el uso del arma. De manera que si el portador de la misma erraba, el indio rápidamente, antes de que pueda volver a cargarla, se lanzaba en rápida carrera hacia el humo.
Esto significa que si el victimario estaba sólo debía pensarlo dos veces y estar seguro de no errar antes de disparar, pues si erraba, la rapidez con que el indio se dirigía hacia él no daba tiempo para volver a cargar el arma y seguro que era hombre muerto. Luego el indio se adueñaba del arcabuz y tras revisar el cadáver le sacaba todas las municiones y la pólvora que este cargaba. De esta manera tan simple, los indios lentamente comenzaron a portar armas de fuego a partir la segunda mitad del siglo XVI en nuestra tierra.
De esta reacción, por parte del nativo americano, surgió la expresión “IRSE AL HUMO” que, a través de varios siglos, se vino usando en el habla popular para referirse a la persona que se lanza atropelladamente en procura de algo.
El arcabuz, después de cada tiro, se cargaba con el “cebador” que consistía en una vasija hecha con la guampa de algún animal y se usaba para almacenar la pólvora.
Armando Lofiego

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