domingo, 31 de mayo de 2015

LOS ORÍGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo XI.

Escayola en Montevideo

En 1908, el coronel Carlos Escayola abandona Villa San Fructuoso y también se radica en Montevideo. Se instala en el edificio de la calle Yaró Nº 1142. Allí vive, junto con sus hijos menores, en pareja con Pilar Madorell, cantante lírica que conoció cuando actuaba en su teatro y pasó a ser el último romance de su vida, aunque no llegó a casarse con ella. Esta mujer fue la que cuidó a los hijos mas pequeños del Coronel, especialmente a Carlos Segundo quien, al morir María Lelia Oliva, su madre, contaba tan sólo con cuatro años de edad y virtualmente Pilar la reemplazó.

Café de Pedro Correa

Durante el año 1909 se vuelven a esfumar los rastros de Gardel. Son muy pocos los testimonios y datos que hasta el momento se han obtenido aunque se sabe, por intermedio del Director del “Museo del Indio”, don Washington Escobar, que Gardel volvió a cantar en San Fructuoso, pues este hombre recordaba haberlo visto cantando nuevamente en el café de Don Pedro Correa, lugar donde además solía cantar el payador Juan Pedro López. También es posible que Gardel haya recorrido el Departamento de Tacuarembó y hasta haya visitado otros Departamentos vecinos antes de retornar a la ciudad de Buenos Aires.
“El Museo del Indio” se encuentra en un antiguo edificio, reciclado y adaptado funcionalmente ubicado en General Artigas y General Flores de Tacuarembó.
Este museo fue fundado en 1941 por el mencionado Washington Escobar legando a la comunidad una de las colecciones mas importantes del continente.
Don Washington Escobar solía recordar que en Tacuarembó, cuando Carlos Gardel era ya muy famoso, había gente que recordaba aquellas actuaciones en el café de Pedro Correa y que mucha de esa misma gente no le creía cuando el cantor aseguraba haber nacido en Tacuarembó.

Claudio González

Por su parte, Tomasa Leguisamo, aseguraba que Gardel...
“Anduvo cantando con Claudio González en el almacén de Benito López, cerca de “Santa Blanca” y por “Las Crucesitas”, en el de Policarpo Curbelo, antes de irse del todo a la Argentina”.
Además, muchos vecinos de Tacuarembó, tras la muerte del cantor, dijeron siempre que... “al hijo de Escayola se le vio cantando de joven por allá”.
Las andanzas de Gardel por Tacuarembó se prolongaron hasta 1910.
El carácter de Gardel
Las experiencias vividas durante su dura infancia debieron, indudablemente, haber dejado profundas huellas en el carácter del cantor. La Historia Oficial, empecinada en mostrarlo alegre y despreocupado, oculta los testimonios de quienes realmente lo conocieron.
José Razzano, para el diario “El Pueblo” de Montevideo, en su edición del 28 de junio de 1935, declaró:
“En la charla amiga, en los momentos de intimidad, cuando no tenía frente a sí la incitación del público, cuando quedábamos mano a mano en nuestra cordial camaradería de tantos años, Carlitos solía de pronto quedarse absorto, con una profunda tristeza en el semblante. Así pasaba largos instantes en que su atención estaba lejos del lugar y de la plática y mas de una vez hube de sacarlo de su ensimismamiento con una palmada en el hombro”.
Un año más tarde, el 25 de julio de 1936, nuevamente Razzano, para la revista “Caras y Caretas”, cuenta cosas muy parecidas:
“Los que departían con él en las grandes reuniones que él mismo provocaba –inexplicable afán de aturdirse- lo creyeron jovial, expansivo. Pero los que cultivamos su amistad sabíamoslo retraído, absorto y en algunos instantes contemplativo, llevando siempre algo dentro de sí, como una tristeza tortuosa, oscura. En el fondo era un niño. Tan pronto vencíale el abatimiento, como lo asaltaba un ansia incontenible de triunfo”.
Similares conceptos se advierten en las expresiones de Héctor Battes:
“Carlitos era más bien triste... Casi podría decir que eran dos hombres en uno, el primero alegre y juguetón cuando se hallaba entre amigos, pero al quedar solo se transformaba. En esos momentos parecía vivir una honda preocupación”.
Cátulo Castillo, observó también estos rasgos y dejó grabado su comentario para el sello Odeón en 1955, con motivo de cumplirse el 20º aniversario de la muerte del cantor:
“Tenía esa gracia un poco infantil de los muchachos silbadores de las esquinas de extramuros, la humorada imprevista, la chacota genial... Vivía melancólicamente, con una lejana remembranza de patria, de barrio, de esquina, que ese era el signo dramático con el que luchaba inconscientemente, planeando bromas, urdiendo travesuras…”
También coincide Isabel del Valle, cuando para el diario “Clarín” del 23 de agosto de 1984, simplemente, dijo: “Carlos era un chico grande”.
Por su parte, el maestro Terig Tucci, el director de la orquesta que lo acompañó en Estados Unidos durante las filmaciones y en la grabación de los discos para la RCA, expresó en su libro “Gardel en Nueva York”:
“Era mas bien un hombre introspectivo, dado a hondas reflexiones. Exteriormente, en sus expresivas facciones, poseía un aura de tristeza que se manifestaba hasta en su sonrisa y en su actitud mas bien tímida, casi reticente (...)
Gardel tenía un sentido trágico de la vida, una excesiva inclinación a la expresión de ideas dramáticas”.
Francisco Marino, autor del tango “El ciruja” dijo para la revista argentina “Todo es Historia” del mes de julio de 1969:
“No quería estar nunca solo y trataba de huir de alguien o algo, de un fantasma que llevaba adentro”.
El cantor Roberto Maida, que lo frecuentó en Europa, según cuenta Nelson Bayardo en su libro “Carlos Gardel, a la luz de la historia”, dijo:
“Cuando los demás gritaban ¡carta de mi madre!, ¡carta de mi novia!, abandonaba el lugar con una expresión de tristeza. Era un hombre muy retraído, casi un tímido, que estaba muy solo...”
Andrés Mestre Damaison, dueño de una taberna en Barcelona, donde hizo mucha amistad con él, dijo para la revista “Siete días” del 26 de junio de 1975:
“Allí en esa mesa me parece verlo a Gardel, junto a Pepe Samitier, una gloria del fútbol, mesa que compartían con Gregorio Marañón, Martínez Sierra, Raquel Meller, Catalina Bárcena, Federico García Sanchiz. Me parece verlo entrando por la puerta. Andaba pausadamente, algo inclinado hacia la izquierda, con aire no de cansado sino de un filósofo que ha recibido muchas lecciones de la vida...
Gardel estaba muy a gusto en Barcelona, cuyo clima húmedo le recordaba a Buenos Aires. Eso si, había días que estaba marchito, sentimental. No, no era el recuerdo de Buenos Aires o el amor de una mujer. A las mujeres les hacía justo el caso que se merecían, jamás estuvo a merced de ninguna”.
Para el diario “El Día” de Montevideo, en su edición del 24 de junio de 1975, Juan González Prado, letrista, autor de “As de cartón” y “Quimera”, dijo:
“Era un hombre buenísimo, generoso, vivía prestando plata, regalándola mejor dicho, ayudaba a todo el mundo. (...) Era un hombre con una gran angustia interior. Pero lo disimulaba muy bien porque siempre estaba alegre. Ninguno de nosotros sabía su problema...”
Luis Viapiana, para el suplemento del diario “El Día” de Montevideo, del 26 de junio de 1958, dijo:
“Lo que más cuesta creer en quienes no conocieron a Gardel, es que fuese un hombre retraído y poco expansivo. Ese era su signo temperamental excepto cuando se encontraba entre amigos. Entonces era desenvuelto, exuberante y la sensación de camaradería cristalizaba, perfecta a su alrededor, como en la rueda del ‘Tupí’, cuando cantaba a media voz, hasta que a eso de las dos de la mañana, San Román (dueño del ‘Tupí’, café Montevideano que se hallaba en la Plaza Independencia frente al teatro Solís) nos decía: ‘Esto se terminó, señores’. Por supuesto, y tal como se dijo siempre, es cierto que con los humildes era amistoso. En más de una ocasión me tocó presenciar, a la salida del teatro, como los canillitas se le acercaban. Gardel entonces se desplazaba hacia algún rincón oscuro donde nadie pudiera ver lo que hacía. Y allí estaba unos minutos distribuyendo algunos pesos entre los muchachitos que allí se arracimaban.”
Harry Milkewitz, psicólogo nacido en Berlín en 1931 y atrapado por el tango, publicó un interesante estudio titulado “Psicología del tango”, donde dijo acerca del cantor:
“Gardel es un hombre que ha triunfado en el mundo, lo ha logrado cantando pero tiene los rasgos típicos de un abandónico, tras su sonrisa triste, acentuada por sus ojeras oscuras. Buscaba siempre el calor de la amistad, de la cual era notorio cultor. No sabía estar solo, pues tenía temor, sentía ansiedad en la soledad, porque ello repetía en él las traumáticas vivencias afectivas de su infancia y adolescencia”.
El conocido escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, reporteado por Alfredo Zitarrosa para la revista “Crisis”, recuerda las noches en que veía a Gardel en el viejo café Monterrey:
“Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de donde viene.
Nunca hablé con él, sólo lo veía de vez en cuando en ese café que te digo, de madrugada.
Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad: yo le veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía”.
El doctor Enrique Pichon Rivière, prestigioso psiquiatra argentino, uno de los introductores del psicoanálisis en mi país, célebre por sus diagnósticos a primera vista, refiriéndose a Gardel, comentó para el libro “Conversaciones con Pichón Rivière” de Vicente Zito Lima:
“...Recuerdo que en su rostro había una gran tristeza. Aunque no una tristeza propia de un día especial. Mas aún: podría decir que siempre había notado en Gardel ese mismo estado espiritual que reflejaba ese mundo tan especial que le acompañaba”.


 Tras la muerte de Carlos Gardel


 Tras la muerte de Carlos Gardel, cuando en forma repentina y sorpresiva apareció la noticia según la cual era de nacionalidad francesa, hubo mucha gente de avanzada edad que comenzó a sospechar que algo muy extraño había ocurrido, porque hasta ese momento, tanto en Argentina como en Uruguay, se sabía que el cantor era uruguayo y nadie tenía la menor duda al respecto. Hubo también quienes creyeron de buena fe en los argumentos que iban apareciendo en la medida en que se iba haciendo necesario justificar aquella nueva nacionalidad.
Tal como ya lo hemos comentado, después de la catástrofe de Medellín, todos los diarios argentinos y extranjeros, publicaron, como la cosa más natural, que Carlos Gardel era uruguayo. El diario “La Prensa” de Buenos Aires, por ejemplo, al día siguiente de la tragedia, publicó un extenso artículo en el que se destacaba la importancia del cantor en la música rioplatense y, tras otras consideraciones sobre su carrera cinematográfica, fue resumida su trayectoria en el canto para finalizar diciendo:
“Carlos Gardel había nacido en la República Oriental del Uruguay el 11 de diciembre de 1887”.
Muchos diarios también aseguraban que el gran cantor había nacido varios años antes de 1887. Y jamás se supo de nadie que se hubiese molestado, ni siquiera preocupado, por ello. Sin embargo, habiendo transcurrido un año de su trágica desaparición, la fuerte y persistente campaña propagandística realizada había comenzado a surtir su efecto.
Desde la época colonial, hubo grandes rivalidades entre ambas márgenes del Plata que hicieron eclosión toda vez que algún suceso importante involucró a los dos países. En el siglo XX, un motivo que originó grandes polémicas fue el Primer Campeonato Mundial de Fútbol realizado, en 1930, en la República Oriental del Uruguay. En aquella oportunidad, los equipos de ambos países, debieron disputar el partido final y, en medio de grandes tensiones y agresiones, el equipo uruguayo ganó el campeonato mientras Argentina quedó relegada al segundo puesto.
Al morir Gardel, cuando Armando Defino cambia la identidad del cantor, la vieja y tradicional rivalidad encuentra motivo más que suficiente para reanudar los viejos e inútiles enfrentamientos. Lo lamentable en todo esto fue la participación de gente que, por su formación intelectual y conocimientos, tendrían que haber permanecido totalmente al margen de estas cosas. Un ejemplo fue el escritor y poeta argentino Leopoldo Velazco, nacido en 1882.
El mencionado hombre de letras, en 1936 escribió una décima que expresa claramente hasta donde se había llegado con la inconducente rivalidad entre argentinos y uruguayos a un año de la muerte del cantor:
Si es que tiene la otra orilla
La gloria de ser su cuna,
¿Quien nos quita la fortuna
De ver que en el Plata brilla?
Si estallara una rencilla
Por cantor tan sin igual,
Aquí su prestigio es tal
Que ninguno lo cediera
Aunque a buscarlo viniera
Toda la Banda Oriental.”

El Francesito

A pesar del paso de los años, la mayor parte del público de avanzada edad continuaba diciendo que Gardel era uruguayo logrando sembrar ciertos temores entre los biógrafos de la Historia Oficial argentina. Por ello, en la década de 1950 se hizo circular la creencia de que al cantor, en su infancia, lo apodaban “El Francesito”.
El investigador Ricardo Ostuni, en su libro “Repatriación de Gardel” dice al referirse a este supuesto apodo:
“Al respecto he realizado una prolija investigación tratando de establecer que documentación permitía corroborarlo. Mi conclusión es que no existe ningún elemento de juicio, como no sea la fantasía creadora de algunos escritores...
Una de las hijas de la familia Francini que rememora momentos de la infancia de Gardel en una nota de “La Canción Moderna” en 1936, no menciona que se le conociera por dicho apodo. Esteban Capot, quien siempre se dijo su amigo íntimo desde la más tierna infancia, ignora tal sobrenombre en todos los reportajes. En ninguno de los documentos escolares que se atribuyen a Gardel consta su nacionalidad. Doña Berta jamás hizo alusión a este supuesto apodo... Es muy probable que el gentilicio naciera de la fértil imaginación de don Francisco García Jiménez quien, pudiendo ser cronista impar de muchos acontecimientos de su tiempo, prefirió siempre el floreo literario antes que el rigor histórico.
Por otra parte Edmundo Guibourg con vacilante memoria y para justificar que Gardel ignoraba por completo el idioma francés, recordaba que ya a los 9 años había perdido totalmente el acento galo.
Este supuesto apodo de “El francesito” es otra de las muchas creaciones artificiosas a que recurrieron los biógrafos oficiales, en un incomprensible afán por reforzar sus argumentos”.
De las conclusiones obtenidas por Ricardo Ostuni, sencillamente, se puede deducir una vez más, que si Carlos Gardel no hablaba el idioma francés, el que obtenía 10 puntos en la asignatura de esa lengua, cuando estudiaba, era Charles Romuald Gardes, el hijo de doña Berta nacido en Francia y llegado a Buenos Aires con algo más de dos años. De esta manera, el famoso apodo “El Francesito”, tan manoseado en los últimos tiempos, no fue otra cosa que uno de los postreros, desesperados y descabellados intentos que llevaron a cabo los encubridores escribas de la Historia Oficial argentina ante el avance de las investigaciones realizadas por los estudiosos que no se hallaban comprometidos con ella. Personalmente entiendo que el invento de este “apodo” arreció notablemente alrededor de 1960 cuando Erasmo Silva Cabrera comenzó con sus investigaciones.

Los cambios generacionales

El primero en estudiar con rigor histórico el origen de Carlos Gardel, fue el periodista uruguayo Erasmo Silva Cabrera, quien, con su accionar, fue dando lugar a enojosos debates por parte de los que prefieren dejar todo como está, sin molestarse siquiera en estudiar las conclusiones a las que este investigador arribó. Pero lo lamentable no son los enojos y las discusiones a que dieron lugar (y continúan dando) aquellos que apoyan la Historia Oficial; lo realmente lamentable es la negación sistemática de los que sin leer ni una sola de sus obras, afirman que Silva Cabrera está equivocado o, peor aún, que es tendencioso. Sin embargo, con semejante actitud, al no señalar los errores o falsedades, permiten suponer que el mencionado periodista seguramente no ha de estar muy lejos de la verdad.
Antes de la aparición de este investigador se contaba una historia ingenua, plagada de disparates y llena de toques sentimentales y nostálgicos. Mucha gente joven comenzó a darle a los hechos que se contaban, interpretaciones muy distintas y así, Gardel, lentamente comenzó a tomar matices más reales como persona, como ser humano. Un estudiante de Historia, de Sociología, de Psicología, u otras carreras, no podía admitir cosas que, desde el punto de vista humanístico y científico, eran realmente absurdas. Fatalmente, para la Historia Oficial, Gardel no sólo gusta al obrero, al oficinista o al comerciante, sino también al músico, al historiador, al médico, al arquitecto, al docente, al ingeniero, al contador y a un sin fin de profesionales habituados al estudio, al análisis, a la investigación y, por sobre todas las cosas, a las conclusiones e interpretaciones razonadas mediante una metodología y no por medio de confusos sentimientos, pálpitos, creencias o preferencias personales.
Es mucha la gente nueva que hoy posee conocimientos más que suficientes sobre arte, literatura, música, historia, ética, estética, sociología, filosofía y otros temas como para que le puedan vender gato por liebre. Pero además saben hablar con propiedad, con calma y con respeto aún en el desacuerdo. No se enfurecen como los “tangueros” argentinos cuando oyen decir que Gardel es uruguayo.
Las nuevas generaciones, en gran medida, no rechazaron, sin leer primero, las investigaciones de Silva Cabrera y, en el peor de los casos, quienes no estuvieron de acuerdo las vieron lo suficientemente importantes como para tenerlas en cuenta.

Erasmo Silva Cabrera (Avlis)

Nació en Canelones, Uruguay, el 9 de enero de 1913 y su actividad principal fue el periodismo. Verdadero profesional de la investigación y hombre de vasta cultura, al observar que en ambas márgenes del Plata mucha gente de avanzada edad continuaba diciendo que Gardel era uruguayo, al comenzar la década de 1960 inició un rastreo sobre el confuso origen del cantor, de cuyo itinerario da cuenta en su primer libro, tan apasionante como caótico, “El gran desconocido”, publicado en 1967.
En 1975 publica su segundo libro: “Gardel Oriental, alegato por la verdad”, que fue su obra más importante y demoledora en todo lo referente a la falsedad del testamento ológrafo adjudicado al cantor, a punto tal que hasta hoy no se alzó una sola voz que pretendiera aunque sólo sea suavizar el apabullante impacto de las pruebas aportadas por Silva Cabrera. Sólo un silencio culpable puso, seriamente, en tela de juicio la capacidad de discernimiento de aquellos que sin leerlo lo descalificaron.
En 1985 da a conocer su último libro, “El hombre y su muerte”, y el 31 de julio de 1987, Erasmo Silva Cabrera, que firmaba con el seudónimo Avlis (Silva escrito al revés), fallece en la ciudad de Montevideo a los 74 años de edad, tras tres décadas vividas intensa y constantemente sumido en la investigación de este tema.
Durante sus inquisidoras búsquedas, avanzó por los mas complicados laberintos, andando y desandando sus propias ideas sin imaginar que estaba abriendo un camino por el que luego transitarían nuevos estudiosos aclarando detalles, eliminando dudas, obteniendo nuevas conclusiones y hasta corrigiendo apreciaciones que, como es natural en quien encara algo nunca investigado, cometió errores y, a veces, muy grandes.
Quienes quedaron sin argumentos para oponerse a las razones de este verdadero investigador, cometieron la torpeza de declarar que sus teorías, sus conclusiones y sus deducciones eran falsas o, en el mejor de los casos, erróneas. En cambio, no ocurrió lo mismo con aquellos que conocen, en el campo de la investigación, el significado de una teoría, una conclusión o una deducción. Como casi siempre ocurre, fueron los que menos capacidad intelectual tenían los que con más energía se largaron a vociferar, tal vez porque esta gente ignora que aún lo que se supone falso, para considerarlo como tal, también hay que demostrarlo; y así, al igual que cuzquitos, pretendieron combatir las conclusiones de Silva Cabrera ladrando de lejos porque para dialogar con una persona que piensa, hay que pensar; la mediocridad y la ignorancia no son cualidades adecuadas para enfrentar al razonamiento, al conocimiento y al interés por alcanzar algún resultado en lo que se investiga sin tener en cuenta los sentimientos e ideas personales.

jueves, 28 de mayo de 2015

LOS ORÍGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo X.

Aproximadamente en enero de 1904 Gardel vuelve a viajar a Tacuarembó. Ese año, en Argentina, había elecciones que fueron programadas en tres fechas distintas: la de diputados el 6 de marzo, la de senadores (en la Capital) el 13 del mismo mes, y la de electores de presidente el 10 de abril. De esta manera, a fines de enero o, a más tardar, al comenzar febrero, Gardel ya se encuentra de regreso en Buenos Aires cantando en reuniones políticas según se infiere de las declaraciones de muchos de sus contemporáneos.
Carlos Dedico (1882-1942), importante cronista de turf, autor teatral, periodista y letrista (autor del tango “Paquetín, Paquetón”), le contó a Francisco García Jiménez:
(A Gardel) “lo conocí en 1904 en el club de la calle Cevallos cuando llegó con el caudillo (Constancio) Traverso y allí cantó para los acólitos de (Pedro) Cernadas, Benito Villanueva y otros dirigentes del Partido Conservador que era el de sus amigos Traverso, del Abasto”.
Don Pedro Cernadas era el caudillo conservador del barrio de Balvanera considerado como uno de los más capaces para “manejar”, “controlar” y “dirigir” cualquier elección para obtener “resultados satisfactorios”.

“El Melenas”

Por aquellos años era común que la gente del liberalismo conservador estuviese vinculada al turf. Incluso eran propietarios de caballos y disponían de todo un plantel de gente empleada para realizar las tareas propias de esas actividades. Esta gente, que políticamente se relacionaban de muchas maneras con los distintos gobiernos del conservadorismo liberal que se iban sucediendo mediante el fraude institucionalizado, solían festejar pomposa y ruidosamente los triunfos que obtenían sus caballos. Refiriéndose a estos festejos, José Razzano comentó:
“En 1904, en la confitería ‘La Fazenda’ del Abasto, Benito Villanueva ofreció un festín por el triunfo, en el mes de abril, de su potranca “Magnética” y allí estuvo “El Melenas” cantando y chacoteando con la gente mayor del ambiente turfístico”.
El hoy prácticamente desconocido apodo “El Melenas” que tenía por entonces el cantor, se debía (como ya lo hemos comentado) a que frecuentemente solía usar el cabello algo largo para la época y no se había inventado aún la gomina.

Charles finaliza la escolaridad primaria

Durante el año 1904, Charles Romualdo Gardes cursa el 6º grado finalizando el ciclo primario al cumplir 14 años de edad, en el Colegio San Estanislao ubicado en la calle Tucumán N° 2646. Las notas escolares de Charles eran muy elevadas. Según se puede constatar en el boletín de calificaciones del último año, tenía diez puntos en todas las materias. Estas notas atribuidas al cantor, después de su muerte, obligaron a Armando Defino a ponderar la aplicación al estudio que supuestamente tenía Gardel. Así, por ejemplo, en su libro “La verdad de una vida”, dice: “
Se distinguió por su aplicación obteniendo notas máximas en todas las materias. El chico era despierto y estudioso”.
Ésto que Defino expresa en su libro es lo que se vio obligado a afirmar siempre, ya que él era el primer interesado en demostrar que Charles y Carlos eran una misma persona. Pero las faltas de ortografía y los errores de sintaxis del cantor no corresponden a los de una persona que en edad escolar sacó las máximas notas.
En contraposición a lo que obligadamente debía afirmar Armando Defino, los errores gramaticales que Gardel dejó en su innumerable correspondencia a lo largo de su carrera, confirman las afirmaciones de doña Berta cuando, olvidando que debía cuidarse de lo que decía, definía al cantor en su infancia como a un chico callejero al que no le gustaba estudiar. Se suma a esto, el hecho de que jamás se halló documento o testimonio que pueda certificar de alguna forma que Gardel finalizó el ciclo primario. Además, cualquier docente con cierta experiencia, observando la correspondencia de Gardel, comprobará fácilmente que pertenece a una persona que asistió a la escuela lo indispensable como para leer y escribir con cierta discreción y nada más.
No obstante, no se puede abrir juicio sobre su escasa instrucción con la mentalidad actual. Se debe tener muy presente que en el ambiente social de la época, y hasta alrededor de los primeros años de la década de 1940, la mayor parte de los chicos en edad escolar no finalizaba el ciclo primario en Argentina.
El bajísimo nivel de escolaridad, que por entonces había, era caldo de cultivo para la generación de conductas basadas en el temor y la desconfianza, elementos muy arraigados en ciertas capas sociales donde los valores eran la viveza (para ocultar la desconfianza) y la guapeza (para ocultar el miedo). Era pues, aquella, una sociedad muy primitiva en la que, al primer descuido y por el motivo menos pensado, podían emerger de improviso los instintos primarios. De ahí que en las orillas o arrabales de Buenos Aires, tal como lo documentan infinidad de letras de tangos de aquella época, casi a diario, se producían hechos de violencia y actos delictivos.

La cárcel de Ushuaia

Esta situación dio lugar, dentro de la organización social, a un conjunto de leyes cada vez más severas para poder controlar tales desmanes. Una de esas leyes, la Nº 3335 (del año 1895), castigaba con reclusión en el Sur a quien con dos delitos anteriores cometiera un tercero en reincidencia, aunque ellos no fueran graves. La característica de esta ley, aunque hoy parezca cosa de leyenda, logró que por entonces fuera cosa muy frecuente saber de alguien que, por las cuestiones más impensadas, se hallara, o se hubiese hallado, preso en el Sur.
En el libro “Las Cárceles”, publicado por el Centro Editor de América Latina, su autor, Carlos Cúneo, cita al ingeniero Castello Muratgia, constructor y primer director que tuvo el penal de Ushuaia, quien hizo el siguiente relato:
“En aquel tiempo, el teniente coronel don Pedro T. Godoy siendo gobernador de Tierra del Fuego, empeñado en dar un primer impulso al territorio desierto, trató de sacar provecho de la ley que acababa de ser sancionada... para conseguir que fueran algunos brazos a Ushuaia, donde había fracasado toda tentativa de inmigración, hizo que algunos correccionales que purgaban sus condenas en la Penitenciaría Nacional para gozar de los beneficios de una vida relativamente libre y de un trabajo remunerado, solicitaran su traslado a Tierra del Fuego”.
Era tan grande la necesidad de poblar el Sur argentino, en especial con gente que tuviera conocimientos, aunque sólo fuese mínimos, de oficios, que el gobernador, aprovechando la ley 3335, intentó suplir la falta de mano de obra con reclusos de la cárcel de Ushuaia inaugurada en 1902.

Antecedentes policiales

Gardel tenía ya registrados antecedentes y detenciones policiales siendo, tanto en la Capital Federal como en la Provincia de Buenos Aires, un viejo conocido de la policía por la variedad de datos filiatorios falsos que siempre intercalaba en sus declaraciones y por su carencia de documentos. El 11 de septiembre de 1904, por ejemplo, según consta en el Registro 1614 de la Oficina Central de Identificación de la ciudad de La Plata, la Policía de la Provincia de Buenos Aires detiene al cantor quien dice llamarse Carlos Gardez (con zeta final) y ser hijo de Carlos y Berta (el nombre del padre es invariable en sus declaraciones a lo largo de toda su vida... Siempre dirá ser hijo de Carlos), se hace pasar por francés, y dice tener una residencia en el país de 13 años y 6 meses, dato que ubica su llegada a la Argentina en marzo de 1890 (cuando todavía Charles Romualdo Gardes no había nacido), y dice vivir en Uruguay 162, Buenos Aires, dando el domicilio anterior de Berta que desde hace un año vive en Corrientes 1557. Es probable que al no recordar el nuevo domicilio de Berta haya dado el anterior.
Mientras tanto (como ya hemos visto) durante el mencionado año (1904) Charles se halla cursando el 6º grado obteniendo diez puntos en todas las materias.
Para conseguir la liberación del cantor, intervino, tal vez, como tantas otras veces, el poder político a través de la influencia de los hermanos Traverso y, por intermedio de ellos, de Alberto Barceló, caudillo e intendente conservador de Avellaneda (los pagos de mi infancia y juventud) y hombre de mucha influencia en la Provincia de Buenos Aires. Esta circunstancia, en el expediente, fue disimulada asentando que el 17 de septiembre, es decir, seis días después de su detención…
“fue entregado a su señor padre”.
En el mismo documento se informa que su detención se produjo en Florencio Varela por “haber fugado”, seguramente de alguna comisaría de la zona, aunque esto no está debidamente aclarado en el expediente policial.
Para enfrentar estos enredos con la policía, el cantor contaba casi siempre, como ya dijimos, con la influencia política de sus amigos. Se cuenta que por medio de las mencionadas influencias, Alberto Barceló le hizo otorgar una cédula de identidad falsa que lo daba a Gardel como nacido en Avellaneda.
Otros autores afirman que no fue el caudillo Alberto Barceló sino Cristino Benavídez, el Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires. De todas formas, lo cierto es que esa cédula de la que durante muchos años se habló, y aún se habla, nunca nadie la ha mostrado o publicado. Si algún amigo tiene alguna foto del citado documento toda la "barra gardeleana" le agradeceríamos mucho que nos lo haga conocer.
A fines del año 1904, el cantor vuelve a ser apresado, esta vez, por participar en una pelea entre varios. A raíz de esa “trifulca” resultó un hombre muerto al que el cantor ni siquiera conocía, según le contó al oficial Eduardo Villanova.
El haber registrado antecedentes con anterioridad a este hecho, lo hizo pasible a la aplicación de la ley 3335, que establecía, por la participación en una pelea colectiva con una víctima fatal, una sanción de tres años de prisión como mínimo. Las disposiciones legales establecían además que la buena conducta podía acortar la pena en un tercio, es decir, reducirla a dos años.
Por esta época, fines del año 1904, según la propia Berta Gardes, su hijo Charles Romualdo, que acaba de finalizar la escuela primaria, comienza a trabajar “en los mas variados oficios”: primero es empleado en la Cartonería Pagliani de la calle Cangallo y, luego, en la imprenta Cúneo de Florida y Córdoba.
Mientras tanto, en la República Oriental del Uruguay, con motivo de la Revolución Nacionalista, en 1904, el coronel Carlos Escayola es designado Comandante Militar del Departamento de Tacuarembó. Pero su gestión es muy breve: abarca todo el mes de abril y, luego, en una segunda etapa, ejerce el mencionado cargo, desde junio hasta septiembre de ese mismo año.

Gardel en Montevideo

En medio del ambiente violento que se vivía en la ciudad de Buenos Aires, sabiendo además que no podrá obtener su Cédula de identidad por no tener asentada su llegada al mundo y por contar con antecedentes penales, Gardel opta por volver a Uruguay.
En marzo de 1907 se halla viviendo en el Barrio Sur de Montevideo donde, una noche, junto a otros compañeros ocasionales, se ve envuelto en un lío de proporciones a causa del desorden provocado en un almacén del “bajo” ubicado en la esquina de Camacuá y Brecha. La denuncia fue efectuada por el vecino Adolfo Scarcella en la comisaría 2ª lo que motivó la apertura de un expediente que quedó radicado en el Juzgado del Crimen Nº 5 de la Capital uruguaya. En aquel expediente, el señor Scarcella declaró que “conocía a todos, menos a Carlos”.
En realidad, nadie conocía el apellido del involucrado “Carlos”; es más, no tenía nombre ni apellido, y al iniciarse el expediente aparece mencionado como Carlitos. Luego, a medida que el expediente crece, aparece como Gardares, mas adelante Garders y, finalmente, Garderes, entre otras variantes por el estilo. Tal vez el cantor no se animara a usar directamente el apellido Gardes, cosa que comenzará a hacer recién después de 1910.
En la declaración que se le toma, fechada el 2 de abril de 1907 y firmada por el cantor, se lee que ese día ante el Juez...
“Comparece una persona quien interrogado dijo llamarse: Carlos Garderes, ser Oriental, de 20 años de edad, soltero, empleado de la empresa La Comercial y domiciliado en Recinto 185”.
Efectivamente, por ese entonces Carlos Gardel había conseguido trabajo en la Compañía de tranvías eléctricos “La Comercial” que había sido fundada recientemente, a fines de 1906. Este dato fue además confirmado por el señor Reyes Haro, fallecido en la década de 1960 en la ciudad de Tacuarembó (ex San Fructuoso), quien declaró haber conocido al cantor como guarda de tranvías en Montevideo.
Gardel tendría por entonces alrededor de 24 años y tal vez éste sea el primer documento en el que, al declarar 20 años, aparece haciendo referencia a 1887 como año de su nacimiento. Los historiadores e investigadores, en general coinciden en que el cantor se quitó algunos años para no aparecer como mayor de 22 lo que le permitiría lograr atenuantes.
Después de estos acontecimientos, el cantor se muda a un conventillo que se hallaba ubicado en la calle Daymán Nº 299 (luego Julio Herrera y Obes Nº 1071).
Allí, en su nuevo asentamiento, los vecinos con los cuales el cantor convive en el antiguo caserón, ignoran totalmente su nombre, motivo por el que lo apodan el “Morocho de la Canilla”. Este curioso mote se debe a que el cantor se aloja en un cuarto que se encuentra ubicado justo frente a la única canilla que existe en todo el conventillo. Ésto lo ha contado uno de los muchos amigos que Carlos Gardel tenía en el Uruguay, don Lorenzo Bicain, durante un reportaje que fue publicado, en el año 1976, en el segundo número de la revista “Noticias” de la ciudad Buenos Aires.
El hecho de que permanentemente Carlos Gardel sea mencionado con apodos circunstanciales o, en el mejor de los casos, simplemente como “Carlitos”, nos está indicando claramente que se trata de una persona muy reservada para con sus cosas particulares y que no da lugar a que nadie le averigüe nada hasta tanto él no tenga cierta confianza y seguridad en los individuos con los que se relaciona.
Silva Cabrera en su libro “Carlos Gardel, El gran desconocido” (publicado en Montevideo en 1967), asevera que el prontuario del cantor en la capital uruguaya, según las declaraciones de algunos funcionarios policiales, tenía el Nº 34.350; pero de él sólo ha quedado la carátula numerada, sin la documentación pertinente en su interior. Mateo Berisso, ex-funcionario del archivo policial de Montevideo, declaró que el prontuario... “fue pedido por la superioridad y no volvió”. Estas “desapariciones” de documentos policiales, tanto en Montevideo como en Buenos Aires, se comenzaron a producir cuando el cantor comenzó a cobrar gran notoriedad en la década de 1920.

Gardel en Tacuarembó

Antes de finalizar 1907, Gardel parte de Montevideo hacia Tacuarembó y se instala provisoriamente en la casa de un amigo llamado Juan Puig, de Valle Edén, su pago natal. Permanece radicado allí alrededor de seis meses. En esa casa conoce a Tomasa Leguisamo quien concurre a ella, como era su costumbre habitual, acompañada de su hijo Irineo, de tres años de edad, para visitar a doña Natividad Clavijo, cuñada de Juan Puig.
A partir de ese encuentro ocasional, se entabla una duradera amistad entre Gardel, el niño Irineo y su madre doña Tomasa, que nació en 1881 y siempre dijo que el cantor era un año menor que ella, dato que lo ubicaría como nacido hacia 1882 ó, tal vez, 1883.
Mientras está alojado en la casa de Juan Puig, Gardel canta en pulperías y almacenes rurales por las escasas propinas que podían darle los parroquianos.
De esta forma, cantando de pago en pago, y tratando con gente de la más humilde condición social, el cantor llega a Villa San Fructuoso y canta en el café de don Pedro Correa.
El historiador Ramón González, en 1960, le contó a Erasmo Silva Cabrera que durante esta época en San Fructuoso, el cantor entrevistó a su padre, el coronel Escayola, y que el encuentro terminó con un violento incidente en el que Gardel recibió un tiro en una pierna por lo que debió ser atendido en el Hospital Maciel. Este relato la ratificó Tomasa Leguisamo, quien se enteró del hecho por boca del propio Gardel, agregando además que el cantor se acercó para entrevistar a su padre en busca de alguna recomendación que le permitiera trabajar en algo bueno y estable, debido al conocimiento e influencia social que Escayola poseía.
Después de este terrible altercado, ya repuesto, Carlos Gardel decide abandonar Villa San Fructuoso y aparece cantando por otras localidades rurales del Departamento de Tacuarembó y se radica durante un tiempo en el paraje Laureles del Queguay, ubicado en la localidad de Tambores donde mantiene un romance con una muchacha llamada Laura Medeiros.

Laura Medeiros

Silva Cabrera fue el primer investigador que mencionó el idilio de Gardel con Laura Medeiros en Tambores. De ese romance perduró una relación amistosa durante muchos años con “el señor Medeiros”, padre de Laura, a quien el cantor, en 1930 cuando ya era un famoso y veterano triunfador, le dedicó una fotografía con estas palabras:
“Al señor Medeiros afectuosamente, Carlos Gardel”.
Esto fue confirmado en 1997 cuando en Mevir, un barrio de la localidad de Tambores, se halló aquella foto en la vivienda de la familia Medeiros. Esta foto además de probar la relación entre Gardel y Laura Medeiros, prueba también el vínculo del cantor con el Departamento de Tacuarembó y en particular con la mencionada localidad de Tambores donde solía pasar prolongadas temporadas. Y ahora me viene a la memoria que hace unos 15 años, cuando personalmente estuve en Tambores y conversé con un señor de edad muy avanzada, primero me dijo que era mentira que Gardel haya estado alguna vez en Tambores; pero luego comenzó a titubear mientras se agarraba la frente y me decía que le parecía que sí, que algo sintió decir cuando era muy chico (esto fue en 1999 ó 2000).
Es importante resaltar el tesón del joven Gardel por lograr algún trabajo honesto y estable a pesar de la situación en que se halla como persona indocumentada. Y con esa finalidad, casi obsesiva, en 1908 abandona Tacuarembó, recorre algunas localidades (no determinadas) de Paysandú y retorna a Montevideo.

Barrio Sur de Montevideo

En el año 1908, el cantor trabaja como peón electricista en un edificio en construcción llamado “La Mutua”, donde luego se instaló la empresa de ómnibus “ONDA”, frente a la Plaza Libertad, y pasó a ser luego una dependencia del Palacio de Justicia.
Isabel del Valle, la supuesta “novia” del cantor, dijo que, paseando por la ciudad de Montevideo con Gardel, éste le señaló un edificio diciéndole que él había trabajado allí; pero erróneamente Isabel señaló al Palacio Salvo, que fue construido bastante tiempo después.
Casi todos los días, al dejar sus tareas como peón electricista, el cantor suele cenar en una fonda ubicada en Soriano e Ibicuí, cerca del conventillo en el que vive. Según Isabel Méndez de Torneé, vieja vecina del Barrio Sur, era cosa común verlo cantando en los cafés de ese barrio, por modestas propinas como incipiente cultor de temas camperos. En ese barrio montevideano, el cantor mantiene amoríos con Celia Velázquez, una muchacha que conoció durante sus andanzas por Tacuarembó y se vino tras él hasta la Capital uruguaya.

sábado, 23 de mayo de 2015

LOS ORÍGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo IX

Los cambios de opinión de Berta

Berta, para el diario “El Debate” de Montevideo del 12 de agosto de 1935 (a menos de dos meses de la muerte del cantor) declaró acerca de las condiciones de Gardel para el estudio:
“Carlitos no quería ser nada; era un muchacho callejero. Y era díscolo, travieso, pero de alma noble (...). No quería aprender nada. Me tenía siempre suspirando”.
Según el Dr. Eduardo Paysse González, en su valioso libro “Paginas abiertas”, al día siguiente, 13 de agosto, en el mismo periódico, Berta insiste diciendo:
“Carlitos era un vagabundo de chico, no quería estudiar, andaba en la calle todo el día”...
Un año después de estas manifestaciones, cuando Armando Defino, falsificando un testamento, había logrado mediante sus escabrosos embrollos hacer creer a mucha gente que Carlos Gardel y Charles Romuald Gardes eran una misma persona, Berta comienza a darle al cantor un carácter más acorde con el niño francés y, en 1936, dice para la revista “La Canción Moderna”:
“Cuando terminó 6º grado con las mejores calificaciones no quiso estudiar más”.
Siguiendo las directivas de Armando Defino, Berta Gardes intenta fusionar las dos personas en una sola y, muchas veces, comete errores, especialmente con las épocas que a cada uno de los personajes le tocó vivir ya que, entre ambos, existía una diferencia de aproximadamente siete años.

Teatro Victoria

Durante el transcurso del año 1902, el joven Gardel comienza a trabajar como utilero (oficio que le era totalmente desconocido) en el “Teatro Victoria”.
Este teatro fue construido por los ingenieros Arnaldi y Castaño en el año 1886 e inaugurado a mediados de 1889 bajo el nombre de Teatro Onrubia. Se encontraba ubicado en la calle Victoria (hoy Hipólito Irigoyen) y San José. Fue utilizado como cantón durante la revolución de 1890 y en 1895 cambió su nombre por el de “Victoria”, iniciando sus actividades con esta nueva denominación el 15 de junio de ese año; y aunque durante los años correspondientes a la década de 1890 presentó en su escenario artistas y obras de importancia, a partir del año 1900 comenzó a perder gran parte de su prestigio. En 1934, cambió su nombre por el de teatro “Maravillas” y en 1945 fue demolido.

Teatro Ópera

Durante su breve período en el teatro Victoria, Carlos Gardel realizó un aprendizaje mínimo de utilería que le sirvió para pasar luego a un teatro de gran jerarquía como lo era el “Teatro Ópera”.
El cantor siempre dijo que aprendió el oficio de utilero para tener oportunidad de ver y escuchar de cerca a los grandes cantantes líricos. Así, por ejemplo, para la revista “El canta claro” del 24 de noviembre de 1933 declaró con respecto a estas tareas teatrales que realizara en sus inicios:
“…yo nunca había clavado un clavo en mi vida, pero era tal el entusiasmo porque me dejaran el teatro, que días después clavaba con mas arte que le clavo al sastre…”
De manera que no es por casualidad que al iniciarse el mes de mayo, ayudado, tal vez, por la influencia de sus amigos conservadores, el cantor se encuentra trabajando en el Teatro “Ópera” mientras espera el anunciado debut del barítono Tita Ruffo.
El empresario Antonio Pestalardo inició la construcción del “Ópera” en 1871, cuando Buenos Aires era azotada por la epidemia de fiebre amarilla. La construcción se hizo en base a los planos que el arquitecto francés Emilio Landois, radicado en Buenos Aires desde 1840, había presentado en 1855 para la construcción del Teatro Colón que finalmente se hizo con los planos presentados por el ingeniero Pellegrini.
El 30 de marzo de 1871, el diario “El Nacional”, refiriéndose al teatro Opera, comenta:
“El nuevo teatro que se construye en la calle Corrientes, entre Suipacha y Esmeralda, se halla muy adelantado. Después de haber aglomerado un número inmenso de materiales durante los días en que mas cruelmente nos azotaba la epidemia se han empezado con toda actividad los trabajos, levantándose arcos y paredes que desde ya dejan ver por su magnífica construcción, qué será este nuevo Coliseo, debido al señor Pestalardo.
Personas que han visto los planos nos aseguran que este teatro será muy superior al Colón en lujo y comodidades.
Desde luego se tendrá presente ante todo las condiciones acústicas que quedaron olvidadas en la construcción del Colón”
El periódico se refiere al viejo Teatro Colón inaugurado en 1857. El actual, fue inaugurado en 1908.
“En cuanto a las comodidades, cada palco tendrá un gabinete para las señoras, y las lunetas serán al estilo europeo, es decir butacas. El edificio tendrá las correspondientes galerías para el establecimiento de cafés, billares, confiterías y demás negocios de esta naturaleza”.
El 25 de mayo de 1872 es inaugurado el Ópera y de inmediato comenzó a disputarle la supremacía al viejo Colón. Acerca de su inauguración, el diario “El Nacional” comentó:
“El aspecto de la sala es lujoso en extremo, el oro reluce y serpentea en todas partes... La escena es ancha y tiene mucho fondo, tal vez tenga más abertura que el Colón, pero menos profundidad. (...) Los comedores son bastos y el teatro es en general cómodo y bien distribuido... Tenemos derecho a mostrarnos orgullosos de poseer un nuevo y brillante coliseo mas en Buenos Aires”.
En 1886, a catorce años de inaugurado, el teatro “Ópera” cierra sus puertas para ser remodelado interior y exteriormente. Luego de tres años, el 10 de mayo de 1889 (a ocho meses del cierre del viejo teatro Colón), vuelve a la actividad.
Hasta la inauguración del actual teatro Colón, en 1908, el teatro “Ópera” fue prácticamente la única sala que concentró casi toda la actividad lírica de la ciudad de Buenos Aires.

El registro de barítono

El día 21 de mayo de 1902, se presenta en el “Ópera” el gran barítono Tita Ruffo (1878-1953). Este cantante lírico estudió en Roma y en Milán, debutó en 1898 y en muy corto plazo llegó a ser considerado como uno de los más grandes barítonos de todos los tiempos.
Carlos Gardel, que en la canción popular admiraba a Arturo Navas, quien poseía una voz particularmente matizada con tonalidades abaritonadas (según ya hemos comentado), en el campo del canto lírico siempre mostró una gran predilección por el registro de barítono; de ahí su particular anhelo por ver y oír de cerca al gran Tita Ruffo.
Si tomamos en cuenta que a lo largo de su carrera, Gardel trabajó permanentemente su voz para poder alcanzar el registro de barítono, podemos afirmar que consideraba a ese registro como el más adecuado para el canto masculino, según su personal sentido estético del canto popular.

El canto polifónico

Desempeñándose como utilero en el teatro Ópera, al joven Carlos Gardel le llama la atención (y queda fascinado) por el canto polifónico, esto es, cuando dos o más cantantes entonan al mismo tiempo una melodía distinta cada uno e incluso, en ciertas oportunidades, entonando también letras diferentes. Como ocurre, por ejemplo, en la ópera Atila (1846) de Giussepe Verdi (1813-1901) donde dos coros cantan al unísono con letras y músicas diferentes
La polifonía apareció en Europa durante el transcurso del siglo XI, es decir, entre los años 1000 y 1100 teniendo un gran desarrollo a partir del siglo XV (1400 al 1500).
La diversidad de formas que se fueron observando para realizar estas combinaciones de melodías simultáneas, fue originando, a través del tiempo, el desarrollo de las leyes y las reglas que musicalmente las rigen.
Este grupo de normas de carácter técnico y estético propio de la polifonía, recibe el nombre de “contrapunto” y, tal como iremos viendo a lo largo de nuestra historia, Carlos Gardel, que gustaba del arte de los grandes cantantes líricos, poco a poco fue volcando muchos de los recursos propios de la ópera al canto popular. Y una de las últimas experiencias que intentó realizar en ese sentido, fue precisamente la del canto polifónico que su prematura muerte no le ha permitido desarrollar en la forma debida. En efecto, cuando ocurre la catástrofe de Medellín, Carlos Gardel se encontraba en la etapa inicial del canto polifónico aplicado a la música popular y, hasta entonces, solamente había realizado experiencias a dos voces dejando unos breves testimonios ejecutados muy a la ligera, en medio de los apurones propios de los estudios cinematográficos y, casi, sin ensayo previo o con un ensayo mínimo ante la brevedad de los tiempos disponibles durante los rodajes con artistas que no eran cantantes. Uno de esos ejemplos se puede apreciar en la interpretación de “El día que me quieras” en la película de igual nombre y la que vamos a escuchar correspondiente a la película “Espérame” donde Gardel desarrolla una melodía en contrapunto mientras Goyita Herrero canta la habanera “Por tus ojos negros”.

Tita Rufo

Durante el breve paso de Carlos Gardel trabajando como utilero en el “Ópera”, era frecuente que sus compañeros le pidieran que cantara; y cuando esto ocurría, el cantor se largaba a entonar arias o fragmentos de las obras que escuchaba y aprendía allí mismo, imitando a los grandes cantantes líricos de la época.
Un día en que se hallaba en esta situación desbordado por el entusiasmo, fue escuchado por el gran Tita Ruffo quien, maravillado por la calidad y la textura de su voz abandona su camarín y sale en busca del dueño de aquella voz. Cuando lo halla, se queda escuchando hasta que Gardel finaliza el aria y el gran barítono, tras felicitarlo, le da algunas indicaciones y consejos de carácter técnico para mejorar su emisión y poder sortear así, con relativa facilidad, algunos fraseos complicados.

Gardel cochero

Paralelamente a sus tareas en el “Ópera”, se lo encuentra al joven Gardel vendiendo diarios por la zona de Palermo. Allí comienza a relacionarse con la gente de los studs cercanos al hipódromo. Por esta época, dice el investigador Ricardo Ostuni en su libro “Repatriación de Gardel”:
“...solía dormir en las casas de Alfredo De Ferraris, de Benito Bianquet (“El Cachafaz”) y de otros amigos de la noche”.
En 1960, el Dr. Pedro Baldassarre (hijo) declaró que su padre conoció a Carlos Gardel en 1902 en el stud donde alojaba sus caballos, y comenzó a dialogar de inmediato con él debido a que, al llegar el Dr. Baldassarre (padre), el cantor se hallaba montado sobre una de sus potrancas.
Pedro Baldassarre (hijo) agrega que en la segunda mitad de 1902, el cantor le pidió empleo a su padre y éste le dio el puesto de cochero para conducir la volanta en la cual, entre otras tareas, debía llevar a sus hijos Miguel y Pedro (que es quien nos relata esto) a sus lugares de estudio.
Estas declaraciones de Pedro Baldassarre (hijo), fueron confirmadas por el testimonio de Julio De Caro quien declaró que hacia 1902, el joven Carlos Gardel conducía la volanta del Dr. Pedro Baldassarre.
La familia Baldassarre tenía su residencia sobre la calle Corrientes a la altura del Abasto, y Gardel además de conducir el vehículo, se encargaba del cuidado, limpieza y alimentación de los caballos, como correspondía a todo cochero de familia. En el año 1960, entre las muchas cosas que, a su muerte, dejó José Razzano se encontró un manuscrito firmado por Carlos Gardel, en un papel que ostenta como membrete, la siguiente leyenda:
“Emilio Baldassarre. Venta de potros. Guardia Vieja 953”.
En el mencionado papel, el cantor había escrito la letra de la canción “El poncho del olvido” que más adelante, en 1912, llevaría al disco al ser contratado para el sello Columbia.
Esta etapa fue de importancia en la carrera de Gardel ya que eran asiduos visitantes de los Baldassarre, Arturo Navas, José Betinotti, y los hermanos Munilla entre otros. Y, como ya sabemos, Navas era, para Gardel, el rumbo a seguir en la canción rioplatense.

La Ley de Residencia

La época que nos hallamos comentando era de una gran explotación y sometimiento al trabajo. Las jornadas laborales llegaban, en general, a 12 horas diarias, o más, con breves períodos de descanso y un sueldo escaso. La mayoría de los obreros en Buenos Aires, eran extranjeros y vivían hacinados con sus familias numerosas, en piezas de conventillos.
Entre esta gente había quienes tenían cierta veteranía como obreros en Europa y comenzaron a organizar sindicatos para presionar a los “patrones” con el objeto de lograr un sistema de trabajo más humano, esto es, reducir las jornadas laborales, cobrar salarios dignos, no perder los días por enfermedad, etc.
Ante la insensibilidad del régimen conservador dictatorial imperante, los obreros iniciaron la lucha con el único poder que poseían: la huelga. El Gobierno, valiéndose de la fuerza policial e incluso del Ejército, como siempre ocurre bajo estos regímenes inhumanos, apoyó a los “patrones” y reprimió a los obreros que murieron por centenares. La violencia oficial generó más violencia aún y los sindicatos pusieron en marcha una sucesión de atentados en los que murieron algunos hombres “importantes”. Bajo el imperio de este tipo de gobiernos, se llamaba “importante” a toda persona adinerada, muchas veces, con fortunas amasadas mediante la inhumana explotación de seres humanos.
La reacción oficial no se hizo esperar. Teniendo en cuenta que casi todos los dirigentes obreros, como la mayoría de los trabajadores, eran inmigrantes europeos, el gobierno sanciona una de las leyes más violentas e inhumanas: la Ley 4144 que imponía extrema vigilancia sobre las actividades de los extranjeros debido a los episodios de violencia que iban en aumento.
La mencionada ley, fue conocida como “Ley de Residencia de Extranjeros”, o simplemente “Ley de Residencia”, que en su artículo 1º disponía:
“El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público”.
Cuando el 6 de septiembre de 1930 se instaura nuevamente el liberalismo criollo, ya no por el fraude sino mediante un golpe de estado a cargo del tristemente célebre general Uriburu, la cruenta “Ley de Residencia” se vuelve a aplicar con todo su rigor. En 1933, cuando mediante la trampa electoral asumió el poder el general Justo, como en los mejores tiempos de Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca, y muchos otros supuestos patriotas, aparece un tango que habla de esa ley contra el pueblo trabajador extranjero, conocida también como “Ley Patronal” ya que había sido pergeñada para proteger los intereses de los “patrones”. Esta ley, contra la que el diputado socialista Alfredo Palacios luchó durante muchos años por su derogación, tenía como objetivo desmembrar como castigo a las familias de inmigrantes ya que sólo eran deportados los “contraventores”, las esposas y los hijos quedaban en Buenos Aires. De esta manera las mujeres aconsejaban a sus maridos que no se metieran en problemas porque de ellos dependía la alimentación de la familia.
De esta forma cobarde y canallesca nuestros “próceres” pretendían ahogar las protestas y reclamos para seguir con el viejo sistema de esclavitud encubierta al que siempre fue tan afecto el conservadorismo liberal y cipayo que nunca quiso saber de gastos por cuestiones humanitarias como la salud, un salario digno, la previsión social, la justicia, e infinidad de etcéteras.
La funesta “Ley de Residencia” otorgaba tres días de plazo para salir del país a todo inmigrante que perturbara el orden público o cuya conducta comprometiera la seguridad nacional y, violando todas las garantías constitucionales, otorgaba facultades a discreción para juzgar y aplicar las penas que en cada caso pudieran corresponder. La arbitrariedad fue siempre norma bajo el imperio del despótico liberalismo.
Por entonces era Presidente de la Nación el general Julio Argentino Roca, un siniestro militar que llegó al gobierno por segunda vez mediante el fraude electoral y cargando con un triste pasado de asesinatos masivos e intrigas palaciegas.

Gardel busca documentarse

Ante el clima que vivía Buenos Aires al dictarse la “Ley de Residencia”, Gardel trata su caso de indocumentado con el Dr. Baldassarre (su empleador) para solicitar por un tiempo el abandono del empleo y viajar a Montevideo donde, de alguna forma, intentará tramitar algo que le permita acreditar su identidad.
En la capital uruguaya Gardel no logra ningún tipo de documento que acredite su identidad. No obstante, consigue con fecha 10 de diciembre de 1902 un certificado donde aparece como Carlos Escayola, nacido en 1884 y que, según consta en el Registro Civil de Montevideo, es un duplicado del original tramitado en 1895.
De este certificado dijimos en aquel momento que posiblemente el original haya quedado en manos de Berta y, dada la escasa, casi nula, comunicación que había entre ambos, el cantor, a los 18 años, o había olvidado que Berta lo tenía o prefirió viajar a Uruguay para conseguirlo antes que hablar con ella. De ahí que, en 1902 halló el camino facilitado y rápidamente obtuvo un duplicado del papel que le había sido otorgado siete años antes.
Con ese duplicado, el cantor retorna a Buenos Aires y retoma su empleo de cochero. El Dr. Baldassarre (hijo) confirmó al periodismo que el cantor regresó de la capital uruguaya trayendo un documento de identidad (sic.).
Este certificado expedido por el Registro Civil de Montevideo, Carlos Gardel no lo habrá de utilizar nunca porque usurpó el apellido paterno sin ningún tipo de documentos probatorios.
De todas maneras, si le pedían documentos en cualquier operativo de rutina, quedaba provisoriamente cubierto hasta tanto lograra algún documento argentino.
Les dejo a la barra gardeliana el tango “Al pie de la Santa Cruz” donde se cuenta la aplicación de la ley con que se protegía la feroz voracidad de los insaciables “patrones”.



Charles cursa el 4º grado


Aunque, como ya lo hemos aclarado con anterioridad, no se han hallado ni documentos ni testimonios correspondientes al año lectivo de 1902 con los que se pueda demostrar que Charles Romuald Gardes cursó su 4º grado y tampoco, documentación o testimonio alguno acerca del año 1903, durante el cual se supone que ha cursado el 5º grado; pero existe sí, un certificado según el cual el mencionado Charles Romuald Gardes completa su ciclo escolar primario en el año 1904.
Este último documento es el que servirá para dar como algo sobreentendido que dicho alumno debió entonces cursar los años anteriores (de los que aún no se han hallado testimonios documentales) en algún establecimiento educativo. 

El Pacará


En vísperas de los festejos del carnaval de 1903, el cantor, que ya en ciertos círculos, comenzaba a ser conocido, acepta una invitación de la Agrupación Nativista “El Pacará” para integrar la comparsa que están preparando con la finalidad de intervenir en un concurso organizado por el periódico “La Prensa” y en el cual finalmente esta agrupación (El Pacará) resultó ser la ganadora.

Carola Angelini


En 1903, Berta Gardes se muda a Corrientes 1557, y con ella van a vivir Anais Beaux y su esposo Fortunato Muñiz. Muchos estudiosos afirman que allí también vivió Carlos Gardel, pero la realidad es otra. Sus visitas a esa casa, tal vez hayan sido más habituales que de costumbre a partir del día en que, a una casa vecina (Corrientes 1551), se mudó la familia Angelini cuya hija, la jovencita Carola Angelini, era pretendida por el cantor. 
Pero el padre de la muchacha se opuso a esa relación por considerar que Gardel era un “compadrito”. 
Muchos años después, en 1962, Erasmo Silva Cabrera, entrevista a Carola Angelini, casi octogenaria, y ésta, recordando aquellos tiempos, comentó: 

“Nos veíamos a veces, un poco a escondidas, al pasar... Carlitos tendría entonces alrededor de 20 años”. 

Se desconoce hasta que momento del año 1903 Carlos Gardel continuó trabajando como cochero de la familia Baldassarre. Tampoco se sabe cuando dejó de vender periódicos. En cambio se supone, y con fundamento, que continuó durante algún tiempo más desempeñándose como utilero en el Teatro “Ópera” con la finalidad de escuchar cantar a los grandes artistas líricos. Mientras tanto, paralelamente a estas actividades se lo solía encontrar, cada vez con mayor frecuencia, cantando en cafés y comités conservadores.

La foto de Campo de Mayo


El día 15 de abril de 1903 se realiza un almuerzo en Campo de Mayo con la participación de hombres del conservadorismo, muchos, vinculados al régimen del Presidente Roca y otros, directamente, funcionarios del gobierno. De esa reunión quedó una fotografía en la que aparecen, entre otros, el Dr. Joaquín V. González; el coronel Pablo Ricchieri; el general Garmendia; los coroneles Montes de Oca, Gramajo y Toscano; los comandantes Marambio Catán y Conesa; los mayores Ruiz Díaz y García; el Dr. J. Villanueva y otros no identificados; todos de pié y detrás del payador José Betinotti (con bigotes) que, también de pié, posa en primer plano pulsando la guitarra. 

Entre los que están detrás de Betinotti, el primero de la izquierda, joven, con rancho de paja, fumando un habano, con la cabeza algo inclinada y de estatura baja, es Carlos Gardel. 
En efecto, a pesar de la mala calidad de la imagen, al observar con detenimiento una ampliación de ese rostro, no cabe duda al respecto, más aún si se tiene en cuenta que desde un comienzo, el cantor siempre se vinculó con la gente del liberalismo conservador y concurría a cuantos asados y banquetes se realizaban. Por otra parte, por aquellos años era frecuente verlo al cantor con rancho de paja y, al igual que los hombres de la clase alta, fumando habanos.
La presencia de Gardel allí prueba una vez mas que no nació en 1890 (por lo tanto no era francés) y que, en 1903, tenía unos 20 años de edad. Por otra parte, resulta muy sospechoso que tras este descubrimiento del periodista Silva Cabrera en aquella foto, que publicó por primera vez en 1965 Francisco García Jiménez en su, por entonces, conocido libro “El tango, historia de medio siglo 1880/1930” (Editorial EUDEBA), la misma, no se volvió a publicar hasta septiembre de 1999 (es decir treintaicuatro años más tarde) cuando apareció en el fascículo Nº 2 de la serie coleccionable “Los tangos del siglo”, pero cuidadosamente recortada en el extremo izquierdo que, casualmente, es donde aparece Gardel.

Ema Estévez


Por esos años, en ciertos ambientes, quienes tenían confianza con el cantor, lo llamaban “El Melenas”, un apodo que no ha trascendido y que se debía a su cabellera abundante cayendo a ambos costados de la cara. Pues bien, según cuenta José Razzano… 

“Una madrugada cayó “El Melenas” con algunos reseros y matarifes a un caserón de los Corrales Viejos y cantó para Ema Estévez (una muchacha que cumplía sus 15 años) y también para los invitados”.

Después de la muerte del cantor, Ema Estévez le contó a Francisco García Jiménez que en aquella fiesta bailó con “El Melenas” y que hubo entre ellos una corriente de simpatía. 
Ese año (1903) el cantor ya registra antecedentes policiales debido a las razias que a horas avanzadas se hacen en los locales en que canta y donde suelen armarse trifulcas de las que en general suele salir “bien parado” debido a su vinculación con el conservadorismo.

Charles cursa el 5º grado


Mientras tanto, Charles Romuald Gardes, que al finalizar el año 1903 cumplirá 13 años de edad, se supone que se encuentra cursando el 5º grado debido a que, en el año siguiente, 1904, ha quedado documentada la finalización de su ciclo primario.

Nuevo viaje a Tacuarembó


Benito Villanueva, nacido en Mendoza en 1854, hizo una gran fortuna con prósperos negocios y, siendo diputado durante la presidencia de Miguel Juárez Célman en 1890, fue llevado por el general Julio Argentino Roca a la presidencia de la cámara en 1901. En 1904 era presidente del comité del P.A.N. (Partido Autonomista Nacional) de Buenos Aires. Ese mismo año (1904), Benito Villanueva logra que el Presidente de la Nación, el general Roca, le conmute la pena de prisión que le fue dictada al homicida José Traverso, alias “Cielito”, por la pena de destierro, ante las presiones ejercidas por su hermano Constancio Traverso quien (como ya vimos) planteó el asunto sin rodeos: 

“O largan a mi hermano o me vuelco al otro partido”. 

El “otro partido”, la Unión Cívica Radical, lo encabezaba Hipólito Yrigoyen.

La conmutación de pena se logró debido a la fecha cercana de las próximas elecciones ya que Constancio Traverso era un caudillo con suficiente capacidad y habilidad para “conseguir” fácilmente abundante cantidad de votos que permitían, junto con similar “labor” ejercida por otros caudillos no menos notorios, que el conservadorismo continuara en el poder. 
Recordemos de paso que cuando “Cielito” fue liberado, Carlos Gardel lo acompañó hasta el Departamento de Tacuarembó para darle alojamiento en la casa de unas primas del cantor que vivían en el paraje Laureles del Queguay, en la localidad de Tambores, próxima a Valle Edén. Con respecto a este viaje de Gardel a Uruguay, Edmundo Guibourg dijo para la revista “Buenos Aires Tango” Nº 31 (de Buenos Aires) correspondiente al mes de agosto de 1985: 

“...Se fue para Tacuarembó donde se encontró con uno de los hermanos Traverso que estaba fugitivo por haber sido acusado (sic) de la muerte de un cajetilla en el Pabellón de las Rosas (sic)”.


Edmundo Guibourg no sólo parece ignorar que se trataba de una conmutación de pena sino, además, el lugar en el que ocurrió el hecho de sangre. Pero no ignora que el cantor se hallaba vinculado a Tacuarembó. Lo penoso es que nunca quiso preguntarse sobre los motivos de esa vinculación.

jueves, 14 de mayo de 2015

LOS ORÍGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo VIII.

 La ley 1420

En marzo de 1887, Charles Romuald Gardes, con seis años de edad, es inscripto en primer grado en la “Escuela Superior de Niñas Nº 1” de la ciudad de Buenos Aires, ubicada en Talcahuano 678 (casi Viamonte). Hoy esa escuela lleva el nombre de Nicolás Avellaneda.
De acuerdo a las normas vigentes en aquella época en Buenos Aires, los varones podían cursar en las “Escuelas de Niñas” hasta cuarto grado o hasta los diez años de edad; cuando uno de estos dos hechos ocurría, se tramitaba el pase del jovencito a una escuela de varones. Esto se debía a que la cantidad de varones que estudiaba era mucho mayor que la cantidad de mujeres y, en consecuencia, mientras en las escuelas de varones no había vacantes suficientes, en las escuelas de mujeres sobraban. Esta situación tenía mucho que ver con el pensamiento de la época según el cual, no era necesario que la mujer estudiara. De esta forma, los varones anotados a último momento, cuando ya no había más vacantes en sus escuelas, podían cursar hasta el cuarto grado en las escuelas de niñas donde siempre había vacantes. Esta medida, tendiente a solucionar la falta de escuelas debido al rápido aumento de la población por la gran afluencia de inmigrantes, fue, en un principio, muy resistida por mucha gente que entendía que ambos sexos debían estar separados, y se consideraba una inmoralidad que el mismo gobierno propusiera semejante “indecencia condenada por la ley”.
Sin embargo, hacía ya casi tres años que estaba en vigencia el artículo 10 de la Ley 1420 (del 8 de julio de 1884) que establecía:
“La enseñanza primaria para los niños de 6 a 10 años de edad se dará preferentemente en clases mixtas bajo la dirección exclusiva de maestros autorizados”.
De manera que nada había fuera de la ley sino que se trataba de una nueva tendencia (muy resistida al comienzo) que consistía en que ambos sexos compartieran el nuevo sistema educativo que logró imponerse sin objeciones recién después de 1940.

Charles cursa primer grado


Se conserva una planilla de la “Escuela Superior de Niñas Nº 1” (Talcahuano 678), en la que constan los resultados del examen general efectuado durante el mes de diciembre de 1897, sin mención del día, o los días, en que el examen se llevó a cabo.
En el mencionado documento figuran la señorita Susana Cassinelli como Directora del establecimiento. Esta planilla es la segunda hoja de una lista de 67 alumnos del primer grado B, siendo su maestra la señorita Carmen Alegri, y en ella figuran inscriptos 9 alumnos que van anotados con los números 59 al 67, figurando con el Nº 61 Carlos Gardes, de 7 años de edad (recién cumplidos) y con nueve meses de permanencia en la escuela; esto significa que el mencionado alumno concurrió al establecimiento en forma regular durante todo el transcurso del período lectivo correspondiente al año 1897.
Aparecen, en esa planilla, las “calificaciones” de conducta y aplicación y la “clasificación” del alumno. La “clasificación” corresponde a la “clase” de alumno y la calificación, a la “calidad”.
Formas de evaluación
Básicamente el alumnado se dividía en siete “clases” y cada una de ellas tenía un nombre: malo, regular, bueno, muy bueno, excelente, sobresaliente y distinguido. Este alumno mereció la clasificación de “distinguido” lo que confirmaría que no se trataba de Carlos Gardel.
La “aplicación al estudio” se “calificaba” con números de 0 a 10 (del mismo modo que en la actualidad) y, según el documento que estamos comentando, la aplicación de este niño mereció 9 puntos con lo que se confirma nuevamente que no se trata del niño uruguayo, es decir, del futuro cantor. En el mismo casillero, y antes que la aplicación al estudio, se encuentra evaluada la conducta.
Esto es algo que ha desorientado a los investigadores debido a que la conducta aparece evaluada como 1 (uno), que corresponde a la peor del grado, pareciendo contradecir todas las apreciaciones anteriores. Es evidente que resulta imposible que un alumno con nueve puntos en aplicación y con notas elevadas en todas las materias durante todo el ciclo primario pueda ser el peor del grado en conducta.
Se trata de algo carente de lógica y es un misterio que ha quedado sin develar. A punto tal que muchos investigadores no hacen referencia a este asunto prefiriendo pasar por alto la existencia del documento porque la planilla con estos datos, además, no está avalada por firma alguna.
Otros estudiosos señalan que al finalizar 1897, en otro registro de la “Escuela Superior de Niñas Nº 1” figura Charles Romuald Gardes, de 7 años, integrando una lista de 62 escolares de los cuales 50 son niñas y 12, varones. Es posible que estos 62 alumnos hayan sido sólo los aprobados en el “Examen General” del mes de diciembre de los 67 de la lista anterior y de la que sólo se conoció la segunda hoja.
Debemos tener en cuenta que este niño nada tenía que ver con el que luego sería el cantor uruguayo Carlos Gardel y que seguimos sus huellas para dejar bien en claro que se trata de dos personas distintas. Pues, para la misma época en que Berta cuenta que “Carlitos” se fue a Uruguay, su hijo, el francés, aparece cursando el primer grado primario en Buenos Aires.
Gardel continúa en el Uruguay
Durante el transcurso del año 1898, al parecer, Charles no concurre a la escuela. Se desconocen los motivos de esta posible deserción. Hasta el momento no se halló documento o testimonio que pueda demostrar su asistencia a clase a lo largo de dicho año.
Mientras tanto, ese mismo año, en Montevideo, a unas pocas cuadras del conventillo abandonado en el que Gardel se afincó, esto es en la calle Isla de Flores Nº 177 (si es que aún existe en la actualidad Nº 1174), entre las calles Cuareim e Ibicuy, en una casa donde habitualmente solían reunirse payadores y guitarreros, Gardel conoce al payador Arturo Navas por quien tiene una gran admiración, ya que sobresalía del común de los troveros de su tiempo debido a sus condiciones como cantor y a su voz cargada con ciertos matices un tanto abaritonados.

La tonalidad rioplatense


Por aquellos años, el canto popular en el Río de la Plata, entre sus más destacadas características, contaba con una gran preponderancia del registro de tenor debido a que en la llanura, al hallarse el hombre la mayor parte del tiempo en espacios abiertos, se habla en voz alta, lo que da la entonación muy propia del gaucho rioplatense. El gaucho, en general, no tenía una voz que contuviera matices con tonalidades bajas o graves, es decir, no tenía una voz “gruesa”. Los gauchos de voz grave, comenzaron a surgir, una vez iniciado el siglo XX, en las representaciones teatrales. Luego de 1930, cobraron gran difusión en las novelas radiales y en el cine sonoro. Durante esta época (décadas de 1930 y 1940), en la que culturalmente comienza el alejamiento entre el campo y la ciudad, se consolida, la irreal peculiaridad de representar al gaucho con voz grave.

Arturo Navas


Hacia fines del siglo XIX, era necesario ser un artista de muy buena calidad para que fuese aceptada una voz con matices de registro de barítono o graves más acentuados que lo habitual, en el canto popular. Arturo Navas, con su arte y su voz particularmente cargada con dichos suaves matices, sin pretenderlo, le señaló a Gardel el rumbo a seguir en el canto rioplatense. Y es precisamente este payador el que, por entonces, comienza a enseñarle al adolescente Carlos Gardel los secretos del canto criollo y algunos acordes para acompañarse con la guitarra.
Navas había nacido en Montevideo el 1º de mayo de 1876 y tenía 22 años de edad cuando, ya con cierto renombre y prestigio, se encuentra con el joven Gardel en 1898. “Carlitos”, un adolescente de 14 años, lo toma como modelo y ejemplo. Y es a partir de allí que nuestro personaje decide andar los caminos del canto criollo rioplatense y, de hecho, se transforma en el continuador de la escuela de Arturo Navas desarrollándola en tal forma que trascendió su propio tiempo y aún continúa vigente.

 Claudio González

Muchas evidencias sobre las andanzas de Carlos Gardel en Uruguay durante esta época, se deben al oriental Luis Villarrubí, maestro y estudioso de la cultura rioplatense que, a fines del siglo XIX, fundó en Tacuarembó la “Sociedad Uruguaya Criolla Elías Regules”.
Contaba Luis Villarrubí (por entonces conductor de diligencias y cuarteador de volantas en la empresa de transportes de pasajeros de Escayola) que, entre 1898 y 1899, Gardel en Uruguay cantaba a dúo con un joven que la Historia ha olvidado. Coincidiendo con Luis Villarrubí, doña Tomasa Leguisamo, declaró que por esta época Carlos Gardel, formaba dúo “con un tal Claudio González”.
Charles cursa 2º grado
Mientras tanto en Buenos Aires, Charles cursa el 2º grado, según un Certificado del Consejo Nacional de Educación, fechado el 15 de noviembre de 1899, que Armando Defino donó, con pertenencias del cantor, al Instituto Nacional de Estudios de Teatro. Es decir que Armando Defino entregó varios efectos personales del gran cantor uruguayo, junto con un certificado escolar del hijo francés de Berta como si hubiesen pertenecido a una misma persona: a Carlos Gardel.
Armando Defino, en su libro “La verdad de una vida”, publica una nota de recibo y agradecimiento de aquellas pertenencias fechada el 8 de septiembre de 1943 firmada por José Antonio Saldías donde, entre otras cosas figura el mencionado... “Certificado de promoción de 2º grado del Consejo Nacional de Educación, noviembre 15 de 1899”.
El mencionado documento, no informa en que establecimiento educativo ocurrió el hecho; pero el investigador Héctor Julio Cantón ubicó el establecimiento y obtuvo otro certificado que asegura que…
“Habiendo el alumno Carlos Gardes cursado en la Escuela Elemental Nº 2 de este distrito el grado segundo y rendido examen de las ramas que comprende, mereciendo la calificación de bueno se le extiende el presente certificado de promoción que le servirá de título para ingresar en el grado inmediato superior”.
Esta escuela, del 6º Distrito del Consejo Nacional de Educación, se hallaba ubicada en la calle La Rioja N° 1845 y, para aquella época, representaba una enorme distancia del domicilio del niño debido al escaso desarrollo de los medios de transporte en aquel tiempo. Charles, vivía por ese entonces, en casa de doña Rosa Carrol de Vacca situada en Corrientes, entre Paraná y Uruguay y, salvo en el caso de que para el año 1899 doña Rosa se hubiera mudado, cuesta entender como hizo ese niño de 8 años para cubrir dos veces al día una distancia que para esos años, sin medios de transportes adecuados, resultaba ser muy extensa. Es este otro misterio más en la vida de Charles, más aún si se tiene en cuenta que por entonces muchísima gente nacía, vivía y moría en su mismo barrio sin haber conocido otro.

1900 - El fin del mundo


Finalizado el período escolar, según las propias declaraciones realizadas por Berta para la revista “Sintonía” del 23 de julio de 1938, Charles y su madre se embarcan rumbo a Francia con el objeto de visitar a sus familiares en Toulouse, y pasar junto con ellos las fiestas de fin de año. Lo más probable es que Berta haya decidido recibir junto a los suyos al nuevo año porque éste tenía connotaciones muy particulares, pues masivamente se creía que junto con el año 1900 llegaba “la fin del mundo” como vulgarmente se decía en medio de una psicosis colectiva de la cual recuerdo que todavía hablaban algunas personas mayores en la década de 1940.
Ante esta supersticiosa y fuertemente arraigada creencia, muchos inmigrantes, antes de finalizar el año 1899, comenzaron a retornar hacia sus lugares de origen. De acuerdo con las estadísticas de la época, en los dos últimos meses de ese año partieron de Buenos Aires poco más de 15.000 inmigrantes, hacia sus países de origen. Fue ésta, la más alta cifra registrada de inmigrantes que retornaron en tan breve lapso (sólo dos meses) a sus países. Entre los que no podían viajar, generalmente por cuestiones económicas, surgió el resignado y conocido comentario: “para morir, cualquier lugar es bueno”.
Es perfectamente viable que Berta Gardes, influida por el ambiente que se vivía en Buenos Aires (y supongo que en muchas otras partes del mundo), sumado al deseo de visitar su lugar de origen, no sólo haya decidido viajar a Europa sino además hacerle tomar la primera comunión a su hijo Charles, hecho que tuvo lugar en Laubade, localidad vecina a Toulouse.
Por causa de aquella generalizada creencia acerca de “la fin del mundo”, tanto en el continente americano como en Europa, durante el mes de diciembre de 1899 se multiplicaron en forma alarmante los suicidios. Y no es de extrañar que ante ese clima de temor (e incluso ante la posible insistencia de sus familiares) Berta haya decidido quedarse en Francia puesto que no hay noticias de su presencia en Buenos Aires hasta comienzos del año 1901.
La razón de este viaje no es una especulación lejana a la realidad que se estaba viviendo en aquel momento puesto que la psicosis colectiva era muy grande y no hay motivo alguno para suponer que Berta fuese una excepción ya que se encontraba en la misma situación que la gran mayoría de los inmigrantes que partieron hacia Europa al aproximarse el fin del año 1899.

Gardel en Valle Edén


Mientras tanto, desde Montevideo, Carlos Gardel se va hasta el Departamento de Tacuarembó. Corría el año 1899 y el cantor, con alrededor de 16 años, andaba cantando por el pago de Tambores y lo llamaban “el zorzalito” según el testimonio de Tomasa Leguisamo.
El apodo “Zorzalito” no es una ocurrencia casual; aquella región se destacó siempre, por la gran cantidad de zorzales que allí habitan, e inclusive, en algunas épocas, llegaron a ser una verdadera plaga.
La localidad de Tambores, se encuentra ubicada, aproximadamente, a unos 15 Km. al Suroeste de Villa San Fructuoso. En línea recta, y entre ambas, se encuentra la localidad de Valle Edén, a sólo 5 Km. de Tambores y 10 de San Fructuoso (las distancias las he calculado mediante mapas, de manera que puede haber errores).
Este “retorno a Tacuarembó” el cantor lo realizó por su propia cuenta y determinación, y esto es un hecho muy, pero muy significativo pues nos indica que cuando lo sacaron de esa zona, ya tenía uso de razón y sabía perfectamente que era nacido en aquellos pagos.
Es importantísimo tomar en cuenta este detalle elemental debido a que muchos autores afirman que Gardel era un bebé cuando lo retiraron de Tacuarembó. Sin embargo, cuando alguien vuelve por su propia cuenta y, por sobre todas las cosas tan joven, al lugar en que nació, significa que allí echó raíces, es decir, vivió el tiempo suficiente como para ver y oír cosas que le quedaron grabadas en el alma para el resto de su vida. Tengamos en cuenta que cuando una persona es sacada de su lugar de origen aún sin uso de razón, si retorna, lo hace ya adulta y después de una larga elaboración intelectual, nunca en la primera oportunidad que se le presenta y menos aún si no se lo educó en un hogar en el que se le inculcara el amor por el terruño.
En Tambores, Gardel se aloja en el paraje “Laureles del Queguay”; allí viven tres de las cinco hijas del segundo matrimonio de Elodina Escayola, la hermana menor del Coronel, que había enviudado de su primer marido. Las muchachas tienen allí un almacén con despacho de bebidas, salón de baile y sala de juegos. Gardel canta en ese lugar y mantiene buena relación con sus primas: Amanda, Manuela y Elodina.

Gardel visita a Escayola


Después de varias semanas viviendo de las propinas que recibía de los parroquianos, “Carlitos” se larga a andar con rumbo a San Fructuoso con el propósito de pedirle ayuda a su padre. Éste lo recibe de muy mala gana aunque acepta darle una mano. La ayuda consiste en que Clelio Oliva, el cuñado de Escayola y director del diario “El Heraldo”, le enseñará al cantor el oficio de tipógrafo así, para cuando regrese a Buenos Aires podrá trabajar ejerciendo dicho oficio.
El día 11 de julio de 1960, la revista “Platea”, de Buenos Aires, publica una entrevista a Esteban Capot (amigo de la infancia del cantor). Cuando el periodista lo interroga acerca de si Gardel, antes de triunfar como cantante, tenía alguna profesión, Capot responde rápidamente:
“Sí, era tipógrafo”.
Luego al indagar si había trabajado alguna vez como tipógrafo, contesta:
“Sí, en la imprenta de Cúneo”.
Esta imprenta (en la que, según Berta, trabajaría luego Charles), tenía por nombre “An bon marché” y estaba instalada en la calle Florida; en ella se imprimía el periódico “El Heraldo” del que Clelio Oliva, según ya hemos dicho, era su director en San Fructuoso.
Foto de Armando Lofiego.

 El regreso de Charles

Al comenzar el año 1901, llegan a Buenos Aires, procedentes de Europa, Berta Gardes y su hijo Charles quien, de esta forma, conoció y trató, durante todo el año 1900, a los familiares de la ciudad de Toulouse, según se desprende de las declaraciones de la propia Berta para la revista “Sintonía” del 23 de julio de 1938, escrita por su redactor Floreal Fernández Raja. Entre otras cosas, Berta dijo que llevó a su hijo Charles a Francia para visitar a sus familiares y, además, para que tomara la primera comunión, hecho que, como dijimos con anterioridad, tuvo lugar en Laubade, pueblo vecino a Toulouse.
Al parecer, esta estadía en Francia durante todo el año 1900, no le permitió a Charles continuar con sus clases de nivel primario ya que no existen certificaciones ni testimonios de ningún tipo que, de alguna forma, puedan indicar su paso por algún establecimiento educativo de Francia.

Los hermanos Traverso

Para la época en que Berta Gardes y su hijo Charles llegan de regreso a Buenos Aires, retorna también Gardel, de su larga aventura por Uruguay. Se ignora donde se alojó el cantor a quien, algunos amigos, lo encontraron cantando por los cafés y despachos de bebidas de distintos lugares de la ciudad, muy especialmente, en el café O’Rondeman, del Mercado de Abasto, regenteado por los hermanos Traverso.
Constancio Traverso, el mayor de los hermanos, nacido en 1867, era el hombre de confianza del doctor Benito Villanueva (1854-1933), abogado y hombre de negocios en la ganadería argentina, fue tres veces Diputado de la Nación Argentina por Mendoza, dos veces Senador de la Nación Argentina, Director del Ferrocarril Central Córdoba, Presidente del Frigorífico La Blanca, Director del Banco Hipotecario Nacional y Director del Banco Provincia de Buenos Aires.
Constancio Traverso estuvo durante mucho tiempo al frente del comité conservador que se hallaba ubicado en la calle Anchorena N° 666, al lado del Mercado de Abasto; en ese lugar fueron velados sus restos cuando falleció, el 31 de agosto de 1917, a los 50 años de edad.
José Traverso, apodado “Cielito”, había comenzado a forjar una gran amistad con Gardel y, debido a un asesinato, fue desterrado a la República Oriental del Uruguay donde hizo pareja con una de las primas del cantor.
Luis Traverso, el tercero de los hermanos, apodado “Yiyo”, era conocido también como Alberto y ejercía la función de encargado del café O’Rondeman. Este establecimiento se hallaba ubicado en la calle Laprida (luego Agüero) N° 254, lugar en el que Luis murió el 22 de julio de 1923. Fue gran amigo y protector del cantor.
Félix Traverso, al que apodaban “Felicín”, era el menor y el más problemático de los hermanos por los enredos que tuvo con la policía a causa de los numerosos muertos y heridos que produjo con su carácter agresivo.
Y cuatro hermanas: Luisa, Florinda, Benedicta y Palmira.


 Un hecho de sangre

Finalizando el año 1901, un hecho de sangre sacudió al salón de baile “El Tambito” y el 23 de diciembre de 1901 el diario “La Prensa” de Buenos Aires se refirió al suceso en estos términos:
“Juan Carlos Argerich había salido de paseo la noche anterior con dos amigos y entró en la medianoche del día siguiente al café y quiosco del cruce de la avenida Sarmiento y Vieytes, propiedad del señor Aquiles Giardini. Les pidió a los músicos que tocaran un determinado tango, música sólo interpretada en algunos salones por entonces, y al contestársele que no podían ejecutarlo, se enfureció, los insultó, les tiró una copa y luego botellas y sillas, etc. Y que al retirarse, al cuarto de hora, lo hizo diciendo en voz alta: “¡El que sea hombre que me siga!”. Fue entonces que se produjo una batahola, el provocador cayó al suelo, en cuya circunstancia recibió una puñalada en el hipocondrio izquierdo”.
En términos más simples, la puñalada entró por el lado izquierdo de la parte superior del vientre.
Por su parte, el diario “La Nación” de Buenos Aires dio la noticia expresando que Juan Carlos Argerich fue internado en el Hospital Norte sin que aún se conociera la identidad del heridor. El “Vidalita” Argerich, de 21 años, víctima del no menos célebre “Cielito” Traverso, murió días después.
El 28 de diciembre, el diario “El Tiempo” de Buenos Aires anuncia que el homicida, una vez detenido fue condenado a prisión.
Según hemos comentado oportunamente, “Cielito” era uno de los cuatro hermanos que regenteaban un comité conservador y poseían además el café O’Rondeman donde solía cantar Gardel. Cuando se comprobó su culpabilidad y fue condenado a prisión, sus familiares comenzaron a mover sus influencias políticas.

El destierro de “Cielito”

En cada visita que le hacían a la cárcel, “Cielito” pedía a sus familiares y amigos que tramitaran su libertad políticamente. En 1904, próximo a las nuevas elecciones, su hermano Constancio Traverso encaró al Dr. Benito Villanueva para exigir la libertad de su hermano preso. Las condiciones impuestas eran claras:
“O largan a mi hermano o me vuelco al otro partido”.
Obviamente, “el otro partido” era el Radical.
La influencia de Constancio Traverso, debido a la enorme cantidad de votos fraudulentos que lograba obtener a favor de los conservadores, seguramente habría de ser muy grande porque el Dr. Villanueva, durante muchos años Presidente del Senado, decidió entrevistarse con el Presidente de la República, el general Roca, para tratar el tema.
El general Roca, conocedor de los valores políticos de los hermanos Traverso para conseguir votos fraudulentos y contribuir a la victoria del Partido Conservador, después de muchos cabildeos, le conmuta al homicida la pena de prisión por el destierro.
Logrado esto, Carlos Gardel acompaña a José “Cielito” Traverso hasta el Departamento de Tacuarembó para darle alojamiento en la casa de sus primas.
Recordemos que estas primas son tres de las cinco hijas de Elodina Escayola (la hermana menor del Coronel) que vivían en el paraje “Laureles del Queguay”, en la localidad de Tambores, distante unos 10 Km. al Suroeste de Valle Edén y 30 Km., en la misma dirección, de Villa San Fructuoso (hoy ciudad de Tacuarembó). Estas muchachas, Amanda, Manuela y Elodina, tienen instalado allí un almacén de campaña con despacho de bebidas, pista de baile y sala de juegos.
Establecido allí, Traverso se enamora de Amanda. Otros historiadores afirman que “Cielito” Traverso y Amanda ya estaban relacionados sentimentalmente y que por ello el cantor pidió alojamiento para su amigo. Lo cierto es que Amanda y “Cielito” forman una pareja estable y, hacia el año 1905, se radican en la zona céntrica de la ciudad de Montevideo.
Tras muchas aventuras y enredos policiales en Uruguay, José “Cielito” Traverso murió en Santa Ana do Livramento, Brasil, a pocas cuadras del límite con el Departamento de Rivera, en el Norte uruguayo, el 8 de julio de 1921 a los 47 años de edad. Amanda se casó luego con el actor español Ricardo León y se radicó en Barcelona, donde Gardel, ya famoso, la visitaba cuando actuaba en España ya que, como veremos oportunamente, las grabaciones de los discos españoles, el cantor las efectuaba en Barcelona.
El retrato de Charles
En 1901 (algunos historiadores aseveran que este hecho ocurrió un año antes), a Charles Romuald Gardes le es tomada una fotografía que doña Berta hizo ampliar y conservó enmarcada en un óvalo y colgada en la pared del dormitorio, en el domicilio de la calle Jean Jaures 735, sobre la cabecera de su cama. En aquel retrato se puede observar al mencionado Charles como a un niño de unos diez años de edad.
Después de la muerte de Carlos Gardel, erróneamente, doña Berta permitió a la prensa que publicara aquella fotografía, pues, confundida y desorientada, cuando le pidieron un retrato infantil de “su hijo”, la anciana, olvidando que le hablaban del cantor entregó el retrato de Charles. Luego, con la única pretensión de disimular el error (para que no quede al descubierto el fraude), seguramente por consejo de Armando Defino, doña Berta no sólo no dijo nada sino que continuó afirmando que ese niño era Gardel. Esta fotografía, aún en la actualidad, se la puede hallar publicada en libros y revistas como perteneciente a la imagen del cantor en su niñez. Sin embargo, se puede apreciar fácilmente que no existen en ese rostro, rasgos que permitan asociar la imagen de ese niño con Carlos Gardel.
El investigador Erasmo Silva Cabrera no se conformó con la simple observación y valoración personal del retrato. Aunque no le cabían dudas al respecto, prefirió darle a los resultados del examen de aquel rostro un respaldo legal y, para ello, sometió la fotografía en cuestión (perteneciente a Charles) a un peritaje policial junto con la fotografía del año 1893 donde aparece Gardel niño entre un grupo de escolares en la escuelita de Montevideo. La conclusión fue terminante: se trata de dos niños diferentes. El resultado obtenido del peritaje realizado sobre ambas fotografías, por especialistas en la materia, pertenecientes a la Policía de Montevideo, dice textualmente:
“Uno, el del cuadro ovalado, es de tez pálida, cráneo ovoide, labios finos y cabellos y orejas distintos a las del otro”.
Refiriéndose luego a la fotografía del grupo escolar, el informe agrega:
“El del núcleo, (tiene) cara y cabeza bombé, labios gruesos. Dese-mejanza en las barbillas, ya que una es puntiaguda y la otra oval. Por los rasgos que presentan los niños, podemos afirmar que se tra-ta de dos personas distintas”.
No era necesario ser un experto perito policial para poder apreciar que una de las fotografías muestra claramente los rasgos que desarrollaría el cantor y que aún en plena adultez serán fácilmente notables mientras que la otra foto, la del cuadro oval que colgaba de la pared en la habitación de doña Berta, pertenece a otra persona.
Para evitar que alguien pudiera decir o sospechar que las imágenes no fueron juzgadas con la debida imparcialidad, esas mismas fotografías, fueron también sometidas al peritaje de la Policía Federal Argentina y el veredicto, adelantado verbalmente por el comisario Juan Gaffuri, al recibir las fotos, fue coincidente con el de la Policía del Uruguay:
“Se trata de dos rostros morfológicamente diferentes”.
Sin embargo, todavía hoy quedan supuestos estudiosos que, tal vez, considerándose más capaces y autorizados que los peritos policiales de ambos países, continúan publicando las dos fotografías como pertenecientes a una misma persona. Incluso, han retocado el retrato perteneciente a Charles con la esperanza de obtener algún parecido con los rasgos del cantor.
No se conocen otras fotografías de Charles (al menos con la claridad de esta) posiblemente porque Armando Defino se ha esmerado en hacer desaparecer todo rastro del mismo. Esta circunstancia afirma aún más la convicción de que Berta, con más de 70 años de edad (y en aquella época), realmente cometió un grave error al entregar a la prensa la fotografía de su verdadero hijo cuando el periodista, creyendo de buena fe que Berta era la madre de Gardel le solicitó “alguna foto de su hijo en la infancia”.
(CONTINUARÁ)