domingo, 4 de diciembre de 2016

HISTORIA DE LA “GRIETA” - 2

Sólo el conocimiento de la verdadera historia nos permite acomodar los datos y acciones dispersos que no alcanzan a ser comprendidos. Para entender los hechos políticos de la actualidad es importante conocer el pasado además de saber interpretar la historia falsificada que nos meten desde la niñez. No obstante, es fundamental reconocer nuestra carencia de conocimientos.
Las cosas que ocurren hoy en día no surgen por generación espontánea, tienen su raíz en el pasado, de ahí la necesidad de falsificar la historia que han tenido (y tienen) los que andan a contramano del pueblo.
En nombre de la libertad, y con grandes ínfulas, los liberales, (Mitre, Sarmiento, Roca y otros especímenes por el estilo), establecieron una dictadura de la mentira en la política, en la leyenda y en la historia de los argentinos y se nos enseña a aceptar, creer y profesar lo que dice la “historia” por ellos escrita para no ser “condenados” como populistas, bárbaros, izquierdistas, comunistas y otras yerbas del mismo palo. Según ellos, hay que aceptar y no pensar, mucho menos, razonar.
De esta forma la Historia Oficial va originando una ignorancia colectiva y uniforme que “NORMALIZA” el pensamiento y las ideas de los argentinos… ¿Qué es eso de que cada uno saque sus propias conclusiones pensando por su cuenta?
Cuando el pueblo, poco a poco comenzaba a cursar estudios secundarios fue creada la Escuela Normal de la que, hasta el día de hoy, se suele ignorar porque se llama así. Había que “normalizar” los cerebros de los hijos de los inmigrantes europeos que cursaban la secundaria… No sea cosa que se les dé por pensar e interpretar por su cuenta los hechos de la política y de la historia. De ahí la necesidad, hoy en día, de revisar nuestra historia. 
No alcanza con afirmar que Bartolomé Mitre y otros supuestos próceres escribieron una historia falsa o conformarnos con aquello de que “la historia la escriben los vencedores”; las cosas van mucho más allá: lo que se nos enseña como historia es un instrumento político usado para impedir que la historia verdadera forme una conciencia nacional, base fundamental para que un pueblo se pueda organizar como Nación. Y si esa conciencia se hubiese formado no les sería tan fácil a los políticos actuales engañar tontamente al pueblo, como se engaña a los niños, con tal de alcanzar el poder.
Comprender todo esto es imposible con el desconocimiento de nuestra historia. Y ese desconocimiento trae aparejada la destrucción de la economía con la promesa de un futuro mejor a pesar del desmantelamiento del aparato productivo o la aceptación del endeudamiento con potencias extranjeras con la promesa de que en un futuro todo va a andar mejor.
Eso de endeudarse, la Argentina lo conoce desde el principio con su primer presidente, el tilingo Bernardino Rivadavia (1780-1845).
Cuando yo estaba en tercer grado de la escuela primaria, en el libro de lectura, una de ellas, tenía como título: “Rivadavia, el más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”; después supe que esa frase la había dicho Bartolomé Mitre (1821-1906).
Como Rivadavia no pego ni una durante su breve período de gobierno (fue derrocado, pero es un secreto del que nadie habla), la Historia Oficial nos lo presenta como un hombre muy “adelantado para su época”… Es decir que, por andar adelantado, no tuvo la culpa de todos sus desatinos, la culpa la tuvo la época. 
Este impresentable, entre otras muchas macanas, quiso instalar en Buenos Aires la civilización europea y gastó un platal en maderas para fabricar los andamios destinados a remodelar la fachada de la Catedral; gastó colosales sumas de dinero contratando ingenieros en Francia. Además, nuestro “prócer”, compró materiales para construir un canal que uniría Mendoza con Buenos Aires, pero nunca nada de esto se hizo… También construyó un pozo al lado de un río, en medio de un cementerio público. Y todo esto lo hacía cuando en Buenos Aires no había muelle para desembarcar los materiales y herramientas que compraba. Por otra parte, destruyó el pequeño muelle que existía (de piedra) desde el tiempo de los españoles. 
El Ejército pasaba tal miseria que los soldados pedían limosna por las calles… De todas estas cosas, y mucho más, nunca se habla. El único que se atrevió a “destaparlas” fue el pensador Arturo Jauretche (1901-1974) y lo hizo a lo largo de muchos años; pero se ve que la casta “inteligente” (clase media) no lee o no entiende lo que lee… Y se las sigo en la próxima… no vaya que algún despistado se enoje... aunque... si se enoja… ¡mala suerte!… es importante conocer... antes de animarse a hablar…
Armando Lofiego
(CONTINUARÁ)

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