domingo, 13 de septiembre de 2015

LOS CASTRADOS

Hace algunos días he tenido el enorme placer de tener un interesante intercambio de mensajes por este medio con el señor Luis Gandulfo quien 
durante la exposición de sus conocimientos mencionó a los cantantes castrados. Al ser éste un tema un tanto espinoso para cierta gente, ha ido cayendo en el olvido y, según he advertido, hoy prácticamente es desconocido a nivel popular, motivo por el que me pareció que podía resultar interesante comentarlo.
Se trata de una historia que comienza en el año 1555 cuando asume como soberano de los Estados Pontificios el Papa Paulo IV (1476-1559). Este Papa prohíbe que las mujeres formen parte de los coros en las iglesias; prohibición que se debió a una muy cuestionable interpretación de las palabras de San Pablo según las cuales "la mujer debe permanecer en silencio dentro de la Iglesia".
De esta manera, los coros religiosos quedaron privados de las voces femeninas. Esta medida fue aplicada luego también a todos los teatros de los Estados Pontificios, es decir prácticamente en casi toda Italia lo cual produjo una larga crisis que finalmente se resolvió en 1929 cuando Benito Mussolini logró que se creara el Vaticano limitando así el territorio del gobierno de la iglesia católica.
Mientras tanto la falta de voces femeninas fue suplida por niños, muchos de los cuales fueron notables cantantes; pero el inevitable cambio de voz de los niños no permitía tener coros estables por demasiado tiempo ya que permanentemente había que reemplazar a aquellos que llegaban a la etapa en que se producía el cambio de voz. Para evitar estos inconvenientes se recurrió a la castración de los niños para que, de esa manera, sus voces se conservaran con el registro propio de la infancia y similar al de la mujer.
La castración de los niños destinados al canto se llevaba a cabo entre los 7 y los 12 años de edad, es decir antes de que la función glandular de los testículos provocara el cambio de voz. Estos chicos, que provenían generalmente de familias muy humildes y numerosas, eran seleccionados entre aquellos con las mejores aptitudes para el canto.
La posibilidad de realizar notables carreras como sopranos en ceremonias religiosas, en importantes teatros e inclusive en las cortes, ganando mucho dinero para sus familias e intermediarios en importantes contratos, prácticamente obligaban a los niños a aceptar su castración. Lo que no se tomaba en cuenta era que una criatura de tan poca edad no podía comprender con claridad a lo que se exponía y ellos mismos deseaban ser castrados ante la ilusión de fama y dinero.
Los que no lograban sobresalir como grandes artistas, terminaban simplemente formando parte de algún coro.
La castración producía además cambios muy variables de un individuo a otro; los más comunes eran ausencia de vello, obesidad, rasgos femeninos y cambios psíquicos ya que la gran mayoría de los cantantes castrados podían mantener relaciones sexuales casi normales y muchas veces eran preferidos por las mujeres ante la imposibilidad de quedar embarazadas.
Los que triunfaban se hacían muy famosos y sumamente ricos. 
El comportamiento de estos cantantes castrados era muy diferente según el caso. Muchos se sentían felices de su condición, de sus logros artísticos y de su posición. Otros, en cambio, se sentían frustrados y con rencor por la sociedad que había permitido su castración en la niñez. 
Todo favorecía, en la sociedad de aquel tiempo, a que los castrados fueran adorados cómo ángeles... Se los vinculaba con la imagen de un ángel músico y encaraban a la vez la pureza. En Nápoles estaban los más importantes conservatorios musicales y los pequeños castrados que allí estudiaban eran enviados a los velorios de niños vestidos como ángeles.
Seguramente uno de los más famosos del siglo XVIII fue Farinelli (1705-1782), cuyo verdadero nombre era Carlo Broschi. Por lo general los castrados adoptaban un seudónimo artístico y Carlo Broschi eligió el de Farinelli en homenaje a los hermanos Farina que le pagaron durante años sus estudios y lo mantenían. Nunca quedó claro el motivo de su castración, pues venía de una familia muy relacionada con la nobleza y esta gente no castraba a sus hijos.
Tras la unificación de los reinos para formar a la Italia moderna (esto ocurrió de 1860 a 1865), el nuevo Estado italiano declaró ilegal la castración con los fines artísticos que estamos comentando. En 1878, el Papa León XIII prohibió que se contrataran castrados por la iglesia. No obstante, en la Capilla Sixtina y en algún que otro templo de Roma se les permitió a los castrados ya contratados con antelación continuar en sus funciones. Hacia 1898 sólo quedaban seis y en 1902 el Papa León estableció que ningún castrato más sería admitido. El fin oficial de los castrados llegó el 22 de noviembre de 1903, cuando Pío X estableció que se formaran coros con niños en lugar de los castrados.
El último castrado fue Alessandro Moreschi (1858-1922), quien realizó grabaciones que hoy nos sirven como testimonio del canto de estos hombres aunque no haya sido uno de los buenos sopranos como los que existieron en tiempos más antiguos. La grabación que aquí dejo la realizó el mencionado cantante en el año 1902 y resulta un tanto impresionante oír su voz mientras observamos su imagen… la imagen de un hombre... con la aguda voz de una mujer.




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