sábado, 26 de diciembre de 2015

PUNTANA

LIV- CARLOS GARDEL, SU ARTE, SU TIEMPO Y LA HISTORIA

PUNTANA

En líneas generales, se puede aseverar que el repertorio del Dúo Gardel-
Razzano tenía una fuerte inclinación o preferencia por los aires cuyanos e incluso chilenos, debido a la moda que por entonces cundió sobre Buenos Aires ante la influencia de una numerosa población cuyana que venía a probar fortuna a Buenos Aires y de un payador hoy olvidado, Pedro Garay (1881-1950), que trajo de Cuyo una cantidad muy grande de canciones con las que muchos cantores de la época engrosaron sus repertorios, entre ellos Gardel y Razzano a quienes Pedro Garay conoció y trató, según sus propias palabras, cuando “eran dos gringos cantando las cosas nuestras”.
Pedro Garay les habló de la pronunciación y acentuación criolla en el canto, especialmente en ciertos pasajes agudos que, en Cuyo, son aprovechados para agregar, como a la pasada, un breve gritito (parecido a un hipo exagerado) muy particular y muy propio de aquellas regiones que durante las interpretaciones del dúo, siempre quedaba a cargo de Carlos Gardel y que se puede apreciar claramente en esta versión que tratamos hoy.
“Puntana” es una zamba de neto corte cuyano y con gran influencia chilena por lo que resulta casi una cueca. Más adelante veremos el gran parentesco que existe entre la zamba y la cueca. La música de “Puntana” la firman Gardel y Razzano y la letra pertenece a José Betinotti.
En la letra de “Puntana” nos encontramos con varias expresiones que creo conveniente aclarar para interpretar el correcto sentido de los versos. Así, hallamos el vocablo “HUASO”, voz de origen quechua con el que inicialmente se designó en Chile al campesino que habitaba toda la región central del territorio, con vocación mas ganadera que agricultora. Esta característica hizo que el vocablo “huaso” fuese usado también como sinónimo de buen jinete. Ya en el siglo XX, este término se comenzó a utilizar para designar a toda la clase campesina de cualquier lugar del territorio chileno y, al igual que el gaucho en Argentina, la figura del huaso fue incorporada al folclore, la historia y la literatura.
Otro término interesante para aclarar es “TAITA”, vocablo con el que, en el Río de la Plata, designamos al fanfarrón y pendenciero; pero en realidad es una palabra quechua que pasó al castellano como “tata” para designar al hombre fuerte e importante del grupo familiar, es decir, al padre.
Con esta última acepción se continúa usando aún hoy en la región que va de Chile hacia el Norte, pasando por la Provincia de Salta y llegando hasta Colombia. También, por aquellos territorios, se le llama taita, como un trato honorífico muy especial, a todo hombre de bien que, aún sin ser padre de familia, es respetado como tal, por su conducta y por su sabiduría en la vida.
El verbo oír, vulgarmente se conjugaba de formas diversas según las costumbres y tradiciones de cada región. En el Río de la Plata, si queremos que alguien nos oiga con atención, solemos decir “oí tal o cual cosa”.
En España, como en la mayoría de los pueblos hispanoamericanos, ante la mencionada circunstancia, se suele decir “oye tal o cual cosa”. De esta última conjugación ha surgido el barbarismo “OYIR” (en lugar de oir), muy usado por los huasos:
Esta canción la he cantao
En casa del taita Pancho
Y unos guasos por oyirla
Voltiaron la puerta ‘el rancho.
La obra que estamos comentando lleva por título Puntana que significa “persona oriunda de la Provincia de San Luis”. El relieve físico u orografía de esta Provincia comprende dos grupos siendo el más importante aquel en el que se encuentra la llamada Sierra de la Punta que fue lo que dio origen al adjetivo puntano con el que se menciona a los nativos de toda la Provincia de San Luis.
Por otra parte, la capital de la mencionada provincia fue fundada por don Luis Jufré y Meneses en el año 1596 precisamente con el nombre de San Luis de la Punta aunque, frecuentemente, se la menciona sólo como San Luis.
(CONTINUARÁ)
Puntana (zamba) Dúo Gardel-Razzano. Año:1917 Matriz Nº: 87 Reconstrucción técnica: David F. Martín

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