martes, 5 de mayo de 2015

LOS ORÍGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo V.

El Teatro Escayola


En 1890, Víctor L’Olivier, además de dirigir la construcción del teatro, es contratado por la Junta Económica Administrativa de San Fructuoso para desempeñarse como agrimensor.
L’Olivier y su esposa, Luisa Gaye, tuvieron tres hijos: Víctor, María, y María Virginia. Este ingeniero francés, que decidió radicarse en suelo Oriental falleció en San Fructuoso el 4 de noviembre de 1909, a los 60 años de edad, en su domicilio de la calle General Flores.
La construcción del Teatro Escayola mereció un elogioso comentario, por parte de un cronista de Montevideo, que fue publicado también en el periódico “El Heraldo” de la Villa de San Fructuoso el 14 de agosto de 1890:
“El Teatro de Tacuarembó, será uno de los mejores de la República. La fachada elegantísima, la concurrencia tiene acceso al interior por siete puertas al frente; a los costados hay dos espaciosos salones, uno de ellos destinado a café, con una comunicación interior al Teatro, construido por los Planos y bajo la dirección del señor Víctor L’Olivier, inteligente Ingeniero francés, ex Director de las minas de oro de Cuñapirú, ofrece todas las comodidades y medidas de seguridad requeridas en esta clase de establecimientos. Además de las salidas ordinarias, la concurrencia al Paraíso y Cazuela, tienen por el caso de peligro, dos salidas mas, que dan a la azotea de los salones laterales. Actualmente se trabaja con celeridad en su terminación y dentro de poco, la sociedad tacuaremboense tendrá también un Teatro digno de su cultura y a la altura de los mejores de la República.
Felicitamos al señor Escayola por su proyecto e iniciativa, y al señor L’Olivier, la inteligente experiencia que representa aquella importante construcción”.
El edificio de este teatro aún hoy se mantiene en pie frente a la Plaza 19 de Abril, en pleno centro de la ciudad y fue declarado patrimonio histórico nacional. La empresa constructora, fue la de José Mazuchelli que trabajó durante tres años.
El Teatro Escayola, cuenta con la forma clásica del teatro europeo, terminado con la boca del escenario en forma de herradura y tiene un gran parecido con el Salón de Conciertos del Palacio de Trocadero de París. Todos los materiales fueron traídos en ferrocarril hasta Paso de los Toros y, de allí, en carreta hasta San Fructuoso. El ferrocarril llegó a San Fructuoso recién el 1º de mayo de 1891.
Los mármoles fueron traídos de Carrara, Italia. Y los tapices y artefactos, para la ornamentación, se trajeron de Francia.
Para construir la boca del escenario, la empresa que fabricó la viga, cuyo traslado de Europa demoró 18 meses, equivocó las medidas y hubo que adaptar la boca a las dimensiones de la misma. Llevar la viga de Paso de los Toros a Villa San Fructuoso demoró tres meses y se usaron tres carretas con un total de 12 yuntas de bueyes.
El cortinado del escenario era de terciopelo rojo. Los palcos y las puertas de color oro y blanco, y los asientos, tapizados en rojo. El alumbrado en el centro de la sala se realizaba mediante una “araña” con un diámetro aproximado de 1,50 m. Y contaba con trece picos de luces y una lámpara mayor en el centro. Los picos eran de cristal de Murano y formaban una gran rosa. Esta “araña” se elevaba o bajaba mediante una extensa cadena y fue construida en Italia e instalada por el señor José Tachini; funcionó a gas hasta el año 1910 en que se instaló, exclusivamente para la iluminación del Teatro, una usina generadora de electricidad. Es importante destacar que Villa San Fructuoso (llamada Tacuarembó a partir de 1912) contó con luz eléctrica recién en el año 1917.
El Teatro tenía capacidad para 752 espectadores lo que era, para el interior uruguayo, y de aquel tiempo, un número muy elevado.
Las paredes exteriores son de 60 cm. hasta la altura del piso de la Cazuela y Paraíso; a partir de allí continúan de 45 cm.
Los tabiques interiores son de 30 cm. Y sólo en casos excepcionales llegan a tener 15 cm. de espesor. Los pisos de la platea baja y del escenario son de pino tea; los del “hall” de espera, de mármol; y los pasillos, baños y “toilettes” tienen baldosas. Los palcos y corredores como la Cazuela y el Paraíso tienen pisos de pino montados sobre vigas de hierro que se hallan amuradas a los muros, apoyando el extremo opuesto en columnas, también de hierro.
En el interior, el cielo raso es de pino y, fuera del mismo, donde se halla la boletería, es una bovedilla con tirantes de hierro. Las escaleras que llevan al Paraíso y la Cazuela son de madera; y las que van a los palcos, de mármol. El edificio tiene dos pararrayos.
Hacia finales del año 1890 se estimaba que el flamante Teatro iba a ser inaugurado en unos pocos meses.
Todos estos datos acerca del Teatro Escayola los he obtenido de un folleto que me regalaron (perdón, pero no recuerdo quien) hace ya muchos años cuando fui por primera vez a Tacuarembó y me permitieron recorrer la histórica sala.


 El Teatro Escayola (segunda parte)

En 1891, en medio de una gran expectativa, el coronel Escayola da por fundado el teatro que desde hacía ya varios años tenía proyectado y que se construyó bajo la dirección de Víctor L’Olivier.
El flamante y único teatro de la Villa, es inaugurado el día 31 de mayo de ese año (1891) con el nombre de “Teatro Escayola”, sala que aún hoy se halla en pié aunque, desde hace muchos años, ha dejado de funcionar como sala de espectáculos. En la actualidad se encuentra instalado en el edificio un taller de imprenta.
Este escenario, que en su origen era de carácter pura y exclusivamente lírico, fue construido sobre un terreno lindante con la casa del Coronel y contaba con un palco especial reservado para él. Realmente era “especial” porque se podía entrar y salir del mismo por una puerta que comunicaba el palco con su vivienda particular, y estaba siempre reservado para que el Coronel pudiera disponer de él en cualquier momento y sin que sea anunciada su presencia en la sala. Para ello, en ocasiones notables, fechas patrias por ejemplo, estaba el palco oficial que él usaba aunque ya no ejercía ningún cargo público.
Escayola, alejado de la política y metido en el mundo artístico, comenzó a vivir romances con muchas figuras femeninas de la ópera y la zarzuela que actuaban en su teatro como el caso de la Irma de Gasperis, Rosa Hermo, Pilar Madorell y otras célebres cantantes y actrices de los últimos años del siglo XIX.
Quedaron como testimonio algunas fotos de artistas femeninas con sugestivas dedicatorias como la de la actriz y cantante Irma de Gasperis:
“Mi buen Coronel espero que esta noche dará realze (sic) a mi función con su apreciable familia”.
Otra notable artista que actuó en el teatro Escayola, Rosa Hermo, también le obsequió al coronel su fotografía con esta sugestiva dedicatoria:
“Recuerdo al simpático coronel Carlos Escayola. Su amiga, Rosa Hermo”.
La inauguración del Teatro
En medio de un clima de gran alegría y expectativa llega por fin el 31 de mayo de 1891, día en que es inaugurado el Teatro Escayola.
La, por entonces, muy célebre Compañía de Zarzuelas de Félix Amurro había llegado a la Villa dos días antes, es decir, el 29 de mayo. La llegada de los artistas fue todo un acontecimiento ya que lo hicieron por ferrocarril que, en ese entonces, era todavía una novedad para San Fructuoso. Recordemos que el tren a la Villa hacía sólo un mes que llegaba; su primer arribo se produjo el 1º de mayo de ese año.
La famosa Compañía de Zarzuelas de Don Félix Amurro, cuando llegó a Tacuarembó, se hallaba integrada por los siguientes intérpretes:
Felix Amurro (tenor y director)Eduardo Carmona (tenor cómico), Asunción Montiel (soprano), Adela Gómez (soprano), Ricardo Matti (barítono), Primitivo Martínez (barítono), Julián Torrijo (bajo), Pascual Martínez (característico)
Completaban el elenco un coro mixto y un maestro concertador.
El diario “El Heraldo”, del 4 de junio de 1891 comenta acerca de la inauguración del Teatro Escayola:
“En la noche del domingo 31 de mayo se inauguró en esta Villa el precioso Teatro construido por el Coronel Don Carlos Escayola. Le cupo ese honor a la Compañía de zarzuelas que dirige el Sr. Don Félix Amurro.
A las ocho y media de la noche, el Teatro rebosaba de gente ansiosa de oír ‘Los Diamantes de la Corona’ y admirar el templo del arte, que era ya una necesidad reclamada para la sociedad de San Fructuoso.
Que bello aspecto presentaba el Teatro a esa hora. Alumbrado esplendorosamente a gas y con sus preciosas decoraciones y telón de boca. Allí se encontraban infinidad de caballeros y casi todas nuestras adorables señoritas que, como ángeles, adornaban el recinto, dándole mayor realce. Pero que, como lindos demonios, nos hacían por momentos apartar la vista de los artistas, para contemplar, estáticos, sus divinas facciones. A esos actos deben ir siempre todas las mujeres.
Como lo anunciaba el programa, se dio la bonita zarzuela de Oudrid, “Los Diamantes de la Corona”.
Cristóbal Oudrid (1825-1877) fue un importante compositor español, fecundo autor de populares zarzuelas que, hacia fines del siglo XIX se había puesto muy de moda.
“La ejecución de la bella obra -continúa diciendo “El Heraldo”-, logró satisfacer a los espectadores, que aplaudieron sin reserva alguna a los artistas, señoras Montiel y Díaz, y a los señores Amurro, Carmona y Torrijo.
La Montiel, ha conseguido ya atraerse las simpatías del público que ve en ella a una artista bastante buena. Se hizo aplaudir con entusiasmo, cantando con bastante gusto.
El señor Amurro, muy bien en el rol que desempeñó. Su voz es agradable y dulce y ha obtenido aplausos merecidos en los números más lindos de la obra.
Carmona, recibió una ovación cuando se presentó en el escenario. Fue un ministro inimitable y consiguió arrancar aplausos conjuntamente con el señor Torrijo.
La función terminó con la preciosa zarzuelita “Los Baturros”, en la que salieron triunfantes la Montiel, Torrijo y Carmona. Este artista es de chispa y día a día progresa en el género cómico. Ya tendremos oportunidad de juzgarlo esta noche, en su papel de Tiburón en “El Anillo de Hierro”, preciosa zarzuela que llevará numerosa concurrencia a nuestro coliseo, y en el de Venuncio de la “Gallinita Ciega”.
Los tres héroes de “Los Baturros”, cantaron y bailaron lo que se llama... chic. Todavía recordamos los nutridos aplausos que se ganaron y la repetición que tuvieron que hacer de algunos números.
Carmona leyó una bonita poesía, que la publicamos en otro lugar y que la escribió expresamente para la inauguración del Teatro.
No queremos cerrar estas ligeras líneas, sin dejar constatado que la Compañía de Zarzuelas agradó en extremo. Nos promete noches muy buenas y bien merece que todas las funciones que den, tengan siempre un lleno completo”...
Durante el entreacto, después de “Los diamantes de la corona” y antes de iniciar “Los baturros”, el tenor Eduardo Carmona, con motivo de la inauguración de la sala, leyó un poema que él mismo escribió por haberle tocado en suerte a su Compañía Teatral ser la primera en aparecer sobre ese escenario. En el contenido de estos versos es fácil advertir la exaltación del gran prestigio y la importancia de que gozaba, aún sin ejercer cargos políticos, el coronel Carlos Escayola:

A LA INAUGURACIÓN DEL TEATRO DE TACUAREMBÓ

Orgullo siento en verdad
Hoy que en la escena me veo
Estrenando el Coliseo
De acuesta hermosa ciudad.
Hacía tiempo que anhelaba
Visitar este jardín
Y lo he logrado por fin
Cuando menos lo esperaba.
Yo quisiera en este instante
La mas santa inspiración,
O poder mi corazón
Retratarlo en el semblante
Pues verían, bien lo sé,
La satisfacción que siento
Desde el muy feliz momento
En que Tacuarembó pisé.
Mas ya que sin voz ni palma
Aquí me presento hoy
A hablaros tan sólo voy
Con los acentos del alma.
Yo de este instante deseo
Años de prosperidad
Para esta hermosa ciudad
En que por dicha me veo.
Que este edificio teatral
Que esta noche se inaugura
Debido a la galanura
De un simpático oriental
Sea el centro de reunión
Donde el público galante
Puede pasar un instante
De solaz y distracción.
Que artistas vean en él
Fieles hijos de Talía,
Y obras de nombre y valía
Interpreten siempre fiel.
Que todo artista pretenda
Lo que hoy anhela este actor:
Vuestra indulgencia y favor
Que esa es la mayor ofrenda.
Esto al pedir, soy leal,
Pues soy un aficionado
Que tan sólo se ha formado
Con la indulgencia oriental.
Y así deseo en la ausencia,
Cuando me aleje de aquí,
Recordar con frenesí,
Señores, vuestra indulgencia.
Y después que tanto os pido,
Aunque el pedir no está bien,
Dejad que os pida también
Un ¡VIVA TACUAREMBÓ!
Y que una inscripción tan sola
Lleve siempre este local,
La de un valiente oriental
¡EL CORONEL ESCAYOLA!

                 Eduardo Carmona

Sobre el escenario del Teatro Escayola se dieron zarzuelas, óperas, operetas, ballets, conciertos, comedias, dramas, conferencias, etc., con artistas, autores y personalidades de renombre, local y extranjero.
Las Compañías solían tener elencos muy numerosos, y sus integrantes, en la mayoría de los casos, eran hospedados en las casas de familias debido a que, en la Villa de San Fructuoso, no había, en ese tiempo, una cantidad suficiente de hoteles y pensiones. Muchos vecinos se solían disputar entre ellos a los artistas que querían hospedar, a pesar de que, muchas veces, ante el éxito obtenido, las funciones se solían prolongar durante varios meses.
Hasta el año 1909, su dueño, el coronel Escayola, era el que se encargaba de contratar y traer a estas Compañías. A partir del mencionado año, cuando el Coronel se radica definitivamente en la ciudad de Montevideo, la sala es vendida y pasa por manos de varias empresas hasta que, a partir de 1926, también es utilizada como sala cinematográfica en la que se proyectaban películas (que por aquella época eran mudas).
Ya en el año 1933, el Teatro Escayola pasa a llamarse “Teatro Uruguay” desconociéndose los motivos de este cambio que fue propuesto por el señor Eduardo Ferraz, dueño del “Café Uruguay” de Tacuarembó. Aparentemente, podría suponerse que Ferraz simplemente propuso el mismo nombre que ya tenía el café. Pero este hombre estaba muy vinculado al ambiente del espectáculo teatral y todo hace suponer que este cambio de nombre se pudo haber debido a cuestiones ideológicas de carácter político que impulsaron finalmente a eliminar el nombre de Escayola.
Veinte años más tarde, en el año 1953, cuando ya el Teatro funcionaba solamente como una sala cinematográfica, es adquirido por la Empresa PALMON (Palermo-Montemar) que, tres años más tarde, en 1956, decide clausurarlo y es éste el cierre definitivo como sala de espectáculos.
Al año siguiente, 1957, las instalaciones del Teatro Escayola son alquiladas por una agrupación de morenos que acababa de organizarse recientemente. La mencionada agrupación fue conocida bajo el nombre de “Club Artigas-Ansina”. Estos morenos, utilizan las instalaciones del Teatro para poner allí una especie de cantina y comienzan a organizar reuniones danzantes a las que sólo puede concurrir la gente de color.
Ansina era el apodo de un negro esclavo que oficiaba como “ayudante” del general Artigas al que siempre le cebaba mate; su nombre verdadero era Joaquín Lenzina (1760-1860). En Montevideo hay lugares públicos que ostentan su nombre e incluso tiene un monumento ubicado en la confluencia de las Avenidas 8 de Octubre e Italia.
Este club de morenos funciona solamente durante un breve período, alrededor de dos años. Cuando los negros desalojan el edificio, el recinto es alquilado a diversas familias que lo utilizan como vivienda colectiva. Es durante este período que el Teatro sufre el mayor de los deterioros: desaparecen y se destruyen cortinados, revestimientos, asientos, etc...
Finalmente el local lo adquiere Don Guillermo Rego y a partir de abril de 1962 instala allí toda la maquinaria de la imprenta Rego que, al menos, hasta la última vez que estuve, hace unos pcos años, seguía funcionando. A partir de entonces el edificio comenzó a ser mantenido en lo esencial, incluso se fueron reparando los cuantiosos daños ocasionados, sin cambiar las estructuras originales de su época de gloria.






  •   La escuela de Montevideo

    En 1891, el hijo adulterino de Escayola, radicado en Montevideo al cuidado y tutela de Anais Beaux, concurre a la escuela primaria y cuenta aproximadamente con unos siete u ocho años de edad. Sobre este tema, el abogado César Gallardo contó que en el mes de julio de 1930, época en que el cantor se hallaba actuando en el teatro Artigas de Montevideo, salió a caminar por el barrio Sur junto con Gardel, Morganti y Juan Antonio Collazo. Al llegar a la zona comprendida por las calles Convención, o Río Branco, a la altura de Canelones o Maldonado, el cantor se detuvo diciendo: “Por aquí fui a una escuelita. ¿Estará todavía el edificio?”.
    Para ubicar aquella escuela montevideana a la que decía haber concurrido el cantor, en 1961 fue publicada una fotografía, en la que aparecen Carlos Gardel niño y numerosos compañeritos del establecimiento, con la esperanza de que algún lector pudiera verse reconocido en ella y dar así testimonio de cuál fue la escuela en cuestión. Pero todo fue en vano porque la foto que se publicó presumiendo que había sido lograda en un establecimiento de Montevideo, pertenecía a una institución de Buenos Aires. No obstante, un lector (de quien el investigador Silva Cabrera no precisa ningún dato) escribió al periódico haciendo el siguiente comentario:
    “Conocí a Gardel en el “Tupí Nambá” (famoso café montevideano) por 1930 cuando yo charlaba con su apoderado Pedro Bernat, siéndome presentado por éste. Cuando Gardel se retiró de allí, Bernat me dijo: ¿Sabés que yo fui a la misma escuela que él?”.
    Con ese dato, aparentemente, sólo había que averiguar cuál fue la escuela en la que estudió Pedro (“Perico”) Bernat, y resultó ser la que dirigía su tía, Magdalena Jaume de Bernat, que se hallaba ubicada en la calle Soriano Nº 175, entre Río Branco y Julio Herrera y Obes. Es posible que también, Gardel niño, haya cursado algún grado en la escuela mencionada, pero, al menos hasta el momento, no se tienen pruebas concretas de ello. Lo que si se ha probado es que Gardel concurrió a la escuelita de la calle Durazno que en 1930 buscó y no halló.
    Este hallazgo se lo debemos a la paciente e incansable investigadora Martina Iñiguez. Esta importante estudiosa demostró, en los primeros años de la década del 2.000, que una fotografía, hasta entonces dada como perteneciente a distintos establecimientos educativos de Buenos Aires, había sido obtenida en la escuelita de la calle Durazno que el cantor, en 1930, buscaba y no pudo encontrar. Yo también creí durante mucho tiempo que esa foto pertenecía a una escuela de Buenos Aires, sin sospechar que se trataba de una de las tantísimas operaciones desinformativas llevadas a cabo con la deshonesta finalidad de desligar a Gardel de todo lo que se relacione con el Uruguay; parece ser que los seguidores de Armando Defino heredaron también sus rasgos tramposos y embusteros.
    El periodista Carlos Marín fue quien informó a Erasmo Silva Cabrera que la mencionada fotografía era del año 1893 y, según dijo, la fecha estaba anotada al dorso. Todo hace suponer que lo que dijo Marín era cierto porque al advertir que esa fecha documentaba que el cantor ya concurría a la escuela, no podía haber nacido en 1890, año en que nació Charles. Esta contradicción con la Historia Oficial hizo que “alguien” pegara por detrás de la foto, un cartón.
    Actualmente, la “Inquisición (de alguna forma hay que llamarla) Gardeliana” de Buenos Aires, continúa ignorando los resultados de la innegable verdad a que arribó Martina Iñiguez.
    La cancionista uruguaya Lágrima Ríos (1924-2006), en su infancia, concurrió a la escuela Nº 27 ubicada en la misma cuadra en que ella vivía; pero este edificio fue inaugurado en 1902, año en que la institución a la que concurrió el cantor se mudó al nuevo edificio dejando, a partir de entonces, de ser una escuela exclusivamente para varones.
    Lágrima Ríos declaró también:
    “Los edificios eran iguales, pero Carlos fue al que estaba a dos cuadras de aquí, haciendo esquina con Barrios Amorín” (antes, Médanos).
    La investigadora Martina Iñíguez entrevistó a la directora del Museo Pedagógico de Montevideo, la señora María Hortiguera, quien encontró documentación y planos de la Escuela Nº 27 ubicada en la calle Durazno 337. Las dificultades para individualizarla se debieron a que sobre la misma calle Durazno, a lo largo de tres cuadras, hubo, a través del tiempo, tres escuelas con la misma edificación.
    En el año 2.005, Martina Iñíguez tomó una fotografía de una de las escuelas construidas con la misma estructura y distribución edilicia. Se trata de la escuela Nº 94 ubicada, según la numeración actual, en Durazno 1331, que aún continúa funcionando.
    Es fácil advertir en dicha foto la similitud que tiene al compararla con aquella a la que concurrió Gardel. La segunda escuela, a la que concurrió Lágrima Ríos, fue demolida en el año 2.002 y sus planos muestran igual tipo de edificación y distribución.
    La tercera escuela funcionaba en el solar que hoy ocupa la Asociación Cultural Israelí Dr Zlitlovsky, Escuela Primaria Wara.
    El mismo año que Gardel asistía a esta escuela de Montevideo, Berta arribaba a Buenos Aires con su hijo Charles de dos años.

    Juan “Torora” Escayola

    Juan Gualberto Escayola (1841-1941), hermano mayor del Coronel, no mantuvo con él una relación tan estrecha como la que mantenía su hermano Segundo, el menor de los varones, hombre de confianza y administrador del patrimonio personal del Coronel.
    Juan Gualberto contrajo enlace con Benjamina Méndez y sus actividades rurales lo llevaron a residir en el Departamento de Paysandú. Tuvieron varios hijos, uno de ellos, Juan, apodado “Torora”, nació en 1871. Es decir que “Torora” era sobrino del coronel Escayola y primo de Gardel. Algunos descendientes de esta rama de los Escayola de Paysandú, de acuerdo a lo que me contara personalmente César Escayola, a quien apodan “Cerito” y es sobrino nieto de Carlos Segundo (el hijo menor de María Lelia) y, por lo tanto, también sobrino nieto de Carlos Gardel, se cambiaron el apellido quitando la “e” inicial, “Scayola”, según parece, para que no se los relacionara con los Escayola de Tacuarembó, a raíz de la vida que llevaba y la mala fama que, en ciertos círculos, tenía el Coronel.
    Juan Escayola, “Torora”, sintió desde muy joven una gran inclinación por todo lo relacionado con la tradición. Cantaba, tocaba la guitarra y escribía poemas gauchescos.
    En 1891, hallándose radicado en la ciudad de Minas, escribió unos versos a los que Carlos Gardel, ya profesional, les colocó música para cantarlos a lo largo de toda su carrera con el título “Sos mi tirador plateao” o, simplemente, “El tirador plateado”. La mencionada obra, habrá de ser la primera que Carlos Gardel llevará al disco en 1912; luego, en 1917, siendo ya integrante del Dúo Gardel-Razzano, la registrará por segunda vez y, finalmente, el último día que graba en Buenos Aires, en 1933, la llevará al disco por tercera y última vez.
    Todo hace suponer que "Sos mi tirador plateao" (obra conocida luego como “El tirador plateado”), llegó a manos de Carlos Gardel por medio de su parentesco con el autor. Pues, tal como iremos viendo, el cantor mantuvo buenas relaciones con muchos integrantes de aquella numerosa familia de Tacuarembó, aunque el Coronel no le permitiera formar parte de ella.

    “Carlitos”

    Al finalizar el año 1891, “Carlitos” continúa radicado en la ciudad de Montevideo bajo la tutela de Anais Beaux y del esposo de ésta, Fortunato Muñiz. Los cuidados que este matrimonio le prodigó en su infancia, generarían en Gardel, ya adulto, muchas expresiones de cariño y agradecimiento. Tales expresiones pueden ser halladas en muchas de sus cartas, como por ejemplo en la fechada el 20 de febrero de 1934, dirigida a Armando Defino, donde, refiriéndose al matrimonio en cuestión, el cantor los menciona diciendo:
    “viejitos que fueron como mis padres”
    o, en esta otra carta del 16 de octubre de ese mismo año, también dirigida a Armando Defino, en la que se puede leer este afectuoso envío de saludos:
    “Dale cariñosos saludos a don Fortunato, decile que no se preocupe... sabe que yo soy su hijo”.
    Estos fragmentos pertenecen a dos cartas que Carlos Gardel envió desde Nueva York a su apoderado Armando Defino quien se cuidó muy bien de no publicar tales expresiones en su ya cuestionado libro “Carlos Gardel. La verdad de una vida”; y es precisamente este ocultamiento lo que verdaderamente promueve sospechas y motiva un atento análisis de estas líneas.
    Durante el año 1892, todo indicaría que “Carlitos” continúa aún viviendo en la ciudad de Montevideo junto con el matrimonio integrado por Anais Beaux y Fortunato Muñiz. Y, aunque no se tienen datos fidedignos, según parece, por la dedicación que tienen para con “Carlitos”, el futuro cantor, durante el mencionado año, ya concurre a aquella escuela que, cuando adulto y famoso, buscó y no pudo hallar.
    No se han encontrado, hasta el presente otros datos acerca de la vida de Carlos Gardel a lo largo del año 1892.
    Al comenzar 1893, si tomamos en cuenta las dudosas declaraciones realizadas por la propia Berta en 1936, fallece en Toulouse el padre de Charles, es decir, Romualdo, aquel que supuesta y aparentemente habría viajado con ella a Francia:
    “Mi marido -dice- fue un hombre muy bueno... Mi hijito no alcanzó a conocer a su padre, pues éste murió allá cuando la criatura tenía apenas dos años...” y agrega que por ello retornó a Suramérica.
    La época en que supuestamente habría muerto Romualdo coincidiría con una epidemia de cólera desatada en algunas zonas de Francia a comienzos de 1893; pero de todas maneras carece de lógica que el padre de Charles tras cruzar el océano y vivir en Toulouse con Berta, no haya reconocido a su hijo cuando nació. Lo más probable es que en los años en que Berta hizo estas declaraciones, todavía los prejuicios sociales no le permitieran, a la mujer en general y a Berta en particular, hablar abiertamente sobre su situación como madre soltera.
    Isabel del Valle le comentó a Erasmo Silva Cabrera que doña Berta, mostrándole en cierta oportunidad un cuadro le dijo que ese hombre era “Romualdo, el padre de Carlos”, ignorando, Isabel, que, en realidad, era el padre de Charles. Ese cuadro, al que se refiere Isabel del Valle es el que aparece en una fotografía donde Carlos Gardel saluda con el sombrero en alto, sentado sobre un baúl de viaje.
    Por otro lado, la viuda de José Razzano, le dijo al mencionado periodista: “El marido (sic) de doña Berta se llamaba Romualdo”.
    Las declaraciones de Berta, por lo general, solían ser muy contradictorias; pues para la revista “La canción moderna” de junio de 1935 contó otra versión, en la que, por los prejuicios de la época, su casamiento terminó en separación:
    “Mis recuerdos de esa época son desagradables, mi madre no apoyó mi noviazgo ni mi casamiento que terminó en distanciamiento. Mi marido era un hombre muy bueno y los mejores sentimientos de Carlitos fueron heredados de él. Pero yo no podía vivir en medio de la incomprensión y decidí abandonar Francia. En 1893, con mi hijo de apenas dos años, emigré a Buenos Aires”.
    Berta y Charles en el Plata
    Durante los primeros años de la década de 1960, Erasmo Silva Cabrera halló, en la Dirección Nacional de Migración de Buenos Aires, el asentamiento de la llegada de Berta Gardes con su hijo Charles. Constaba allí que el día 9 de marzo de 1893, del vapor “Don Pedro”, procedente del puerto francés de Marsella, desembarcaron entre otros muchos pasajeros, los siguientes:
    -“Nº de Orden 121: Berta Gardes, viuda 27 años de edad, planchadora, católica, pasaporte Nº 94 .
    - Nº de Orden 122: Charles Gardes, 2 años, pasaporte de la madre”.
    La mención del pasaporte de la madre y no de uno propio y distinto para su hijo ya supone una prueba de relación filiatoria entre ambos y la incorporación documental del niño al pasaporte de su madre significa que Charles llega al país con su documentación en regla. Sin embargo, quienes quieren que ese niño sea Gardel no explican las causas por las que, ya joven, no obtuvo sus documentos argentinos en los que figurara su filiación como francés, pues nadie imaginaba que en 1914 se desataría la primera guerra mundial. Además las leyes facilitaban la documentación de todo extranjero mediante la obtención de su cédula de identidad que, incluso, era otorgada por las autoridades policiales por razones de seguridad.
    Continuando con la suposición de que Charles Romualdo sea Gardel y teniendo en cuenta que al finalizar el año 1908 Charles cumplió los 18 años de edad, no se puede argumentar que él ya sabía que en 1914 se declararía la llamada primera guerra mundial y que en 1928 tendría que cantar en Francia y que si se declaraba francés sería, como suelen creer inocentemente muchos tangueros compatriotas míos, un “desertor de guerra”. Y... mejor no insistir en aclararles las cosas porque cuando advierten que no encuentran fundamentos para sostener su creencia se enfurecen.
    Lo cierto es que a partir de este hallazgo de Erasmo Silva Cabrera, muchos investigadores relatan que Berta y Charles figuran en la Dirección de Migraciones de Buenos Aires. No obstante, el investigador uruguayo Eduardo Paysee González, en el mes de junio de 1989, concurrió a la Dirección de Migraciones y allí, un alto funcionario le informó que “la hoja que contenía esa referencia fue arrancada, ignorándose el autor de tal depredación...”
    Posiblemente, ésta haya sido la causa por la que nunca fue publicada la reproducción de la página en que constaba la llegada al puerto de Buenos Aires de Berta y su hijo pues, según se desprende, el investigador Erasmo Silva Cabrera tomó nota del contenido y no fotografió el documento.
    Por su parte, el investigador Ricardo Ostuni, entre los meses de mayo y junio del año 1994, indagó en el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, donde se encuentra el archivo de la Dirección de Migraciones y tampoco allí vio asentado el arribo de Berta y Charles.
    El arribo a Montevideo
    En mayo de 1936, cuando por primera vez se publica un libro sobre la vida del cantor, titulado  “Estampas de Gardel”, sus autores, Américo Zaffaroni y Agustín Pucciano, decían:
    “Allá por 1893, llegaba de Toulouse (Francia) la esposa de un tipógrafo, dueño de una imprenta (...), se llamaba Berta Gardes, de nacionalidad francesa, de estado viuda y de oficio planchadora. Traía consigo un pequeño niño de 26 meses, de nombre Carlos. Su arribo a estas playas traía por objeto trabajar. Así lo hizo en Montevideo, luego Tacuarembó, después Buenos Aires (...).
    Andanzas propias de los tantos inmigrantes de aquella época que tanteaban el terreno propicio para su labor”.
    Lo más probable es que estos autores hayan confundido el arribo de Berta a Uruguay con su anterior llegada a ese país. Según vemos, Zaffaroni y Pucciano, aunque creen que Gardel es francés, como muchos lo creyeron en un primer momento tras su muerte, mencionan al tipógrafo que con los años sería dejado de lado para reemplazarlo por distintos padres a lo largo del tiempo.
    El día 8 de julio de 1935, la popular revista “La canción moderna” publica una nota en la que José Colom Conteras, presidente de la Asociación de Aborígenes, afirma que Carlos Gardel es francés y que llegó primero a Montevideo para venir luego a Buenos Aires.
    A pesar de las confusiones que a menudo surgen entre Charles, el francés, y “Carlitos”, el uruguayo, todo indicaría que Berta Gardes y su hijo, ni bien arribaron a Buenos Aires, viajaron al Uruguay donde se radicaron un breve tiempo en Montevideo y luego, desde allí, junto con su amiga Odaline Ducasse de Capot y el hijo de ésta (Esteban Capot, que ya contaba con 11 años de edad), junto con Anais, Fortunato y “Carlitos” vinieron a Buenos Aires.
    Mateo Parisí
    Que “Carlitos” aún se hallaba en Montevideo, lo confirmaría la matrícula Nº 143 de la Escuela Nº 27, situada en la calle Durazno 347 donde fue anotado como José Oliva, de 10 años, en 1893, figurando como su tutor el militar Pedro Oliva, hermano de María Lelia Oliva, la verdadera madre del cantor.
    Este militar, mientras permaneció destinado en la ciudad de Montevideo se ocupó del niño siendo una gran ayuda para la amiga de Berta, Anais Beax. En el mes de abril de 1893, el niño en cuestión deja de concurrir a la escuela, hecho muy significativo porque coincide con el expreso pedido del Dr. Mateo Parisí (yerno de Escayola), enviado por el Coronel para entrevistarse con Berta, para que continúe con la tutela de “Carlitos” interrumpida por su viaje a Francia.
    Para ello debe instalar su domicilio en Buenos Aires, recibiendo en pago la suma de 3.000 pesos uruguayos (una pequeña fortuna) que Berta acepta.
    La ayuda monetaria que enviaba Carlos Escayola por intermedio de su yerno, el Dr. Mateo Parisí, se prolongó durante algún tiempo, aunque, hasta el momento, no se ha podido establecer la duración de ese período.
    Arturo Meneses, casado con María Lelia Escayola (hermana entera de Gardel) dijo que el doctor Parisí, casado con Amabilia Escayola (hija del primer matrimonio del Coronel), tras la muerte del cantor, habiendo leído en un diario argentino que había aparecido un testamento en el cual Gardel declaraba ser francés, comentó:
    “Fijate que ahora dicen que Carlos Gardel era francés, cuando fui yo que le arreglé todo a Escayola y que cada tanto le enviaba dinero a la francesa a Buenos Aires, cuando ella me enviaba gastos efectuados...”
    Por otra parte, el hoy olvidado Romualdo López, padre de Charles Romualdo, pertenecía a una familia de cierta importancia radicada en Villa de San Fructuoso, y Berta, hallándose en la ciudad de Montevideo se entera (tal vez por boca del propio Mateo Parisí) que el padre de Romualdo no pararía hasta quitarle a su hijo Charles. Por tal motivo, cuando se establece en Buenos Aires, Berta entrega a Charles a la señora Rosa Carrol de Franccini, mientras ella vive con “Carlitos” en la casa de Anais Beaux. No es por amor que Berta retiene a “Carlitos”, sino que se desprende de Charles para protegerlo de las amenazas de los familiares de Romualdo.



    Isabel Méndez de Tourneé

    Según el testimonio de una antigua vecina del barrio Sur de Montevideo, el tipo de escuela a la que asistió “Carlitos” en la capital uruguaya era, aparentemente, una institución de carácter maternal organizada mediante algún régimen de internación temporal, tal vez semanal, cosa muy poco probable, o de doble escolaridad. Así parece testimoniarlo una mujer del mismo barrio, descendiente de esclavos, doña Isabel Méndez de Tourneé, quien en 1960, a los 86 años de edad, consultada por el investigador Erasmo Silva Cabrera, contó que “Carlitos fue sacado de un establecimiento de ese carácter para ser llevado a Buenos Aires”.

    El único hogar de “Carlitos”

    Aparentemente, además de una hija que tuvo Anais Beaux y de la que prácticamente nunca se habló de ella, la pareja integrado por Fortunato Muñiz y Anais Beaux no tuvo descendencia y conformaron el único y verdadero hogar que “Carlitos” conoció a lo largo de su infancia. El cantor nunca descuidó a esta pareja y siempre les hizo llegar periódicas sumas de dinero. Nunca supe si estaban o no casados, pero de cualquier forma considero que eran un matrimonio ya que ese vínculo no lo establecen los papeles sino los sentimientos y la convivencia. Algo importante habrán dejado en Gardel ya que siempre se preocupó por ellos.
    En una carta (sin fecha) que Armando Defino le envía a Carlos Gardel, cuando éste se encontraba filmando en Nueva York, en 1934, le cuenta:
    “Don Fortunato y Doña Anais siguen muy bien (...). El sábado estuve un rato con los dos, por la tarde, y les llevé la mensualidad de febrero. Siempre les digo que tengo orden tuya de que digan cualquier cosa, si es que no les alcanza lo que les das, o si hay algún gasto extra en la casa; pero tú sabes que son económicos y se ajustan muy bien al presupuesto. Me encargan te mande sus afectos...”

    Buenos Aires

    Doña Anais, Don Fortunato y el pequeño “Carlitos”, junto con Doña Berta y Charles, arriban a Buenos Aires y se instalan provisoriamente en una casa de la calle Montevideo, entre Corrientes y Lavalle; allí abren un taller de planchado.
    Al poco tiempo se instalan en una casa de inquilinato ubicada en Uruguay 162, mientras que el taller de planchado empieza a funcionar en Talcahuano 35.
    A todo esto, el futuro trovador, “Carlitos”, concurre a la escuela que, de acuerdo a los datos brindados por el historiador y sacerdote jesuita Guillermo Furlong (1889-1974), se trataba de la, por entonces llamada, “Escuela Gratuita para Niños Pobres”.
    José Razzano (1887-1960) y el actor Roberto Cassaux (1885-1929), hicieron declaraciones en las que ambos dijeron conocer ese establecimiento porque ellos habían concurrido a ese... “Colegio de niños pobres donde también estuvo Carlitos”.
    Aquella institución era en realidad un orfelinato con régimen de internados al que Berta envió a Carlitos porque “...era un vagabundo (...) no quería estudiar Emoticono like andaba en la calle todo el día...” según sus declaraciones para el diario “El Debate” de Montevideo del 13 de agosto de 1935. Aquel colegio, que estaba ubicado a pocas cuadras del conventillo de la calle Uruguay en que vivían nuestros personajes, era el Colegio Regina, una repartición destinada a los niños pobres que dependía del “Colegio Católico del Salvador”.
    Durante los primeros años de la década de 1960, al no hallarse en los archivos documentos del siglo anterior, el sacerdote Segundo Reyna le informó, en forma terminante, a Silva Cabrera:
    “Mire: los viejos sacerdotes de este colegio afirmaron siempre que Gardel estuvo aquí”.
    Por su parte Armando Defino en 1949, en un reportaje realizado para la revista “Radiofilm”, declaró, refiriéndose a los primeros años escolares de “Carlitos”, sin aclarar que fueron en Montevideo:
    “Después de cursar los años primarios, Gardel estuvo en el Colegio del Salvador”.
    Pero Armando Defino no sólo no aclara que “Carlitos” había iniciado el ciclo primario en Montevideo sino que tampoco aclara que el niño concurría al Regina, filial del Salvador destinada a los niños pobres, pues al Colegio del Salvador concurrían los niños de familias de cierto nivel económico.

    Rosa Carrol de Vacca

    En 1894, Berta deja a su hijo Charles en casa de una familia para que lo cuide mientras ella trabaja en el taller de planchado de su amiga Anais. La misma Berta comentó para “La canción moderna” del 6 de junio de 1936:
    “La vida en ese tiempo era muy dura y por mi trabajo me era materialmente imposible atender a Carlitos, entonces fue que resolví entregarlo a una familia que lo quería como a un hijo y de quienes éramos casi vecinos. Así, la casa de doña Rosa C. de Francini se convirtió en un verdadero hogar para mi hijito...”
    Rosa C. de Francini, italiana, nacida en 1849, de estado civil viuda, era en realidad Rosa C. de Vacca, desconociéndose la causa por la que Berta le cambió el apellido de casada. El de soltera era Carrol y fue madre de cinco hijos: Fortunato (nacido en 1877), Ángela (nacida en 1880), Francisca (nacida en 1882), Juan (nacido en 1884) y María (nacida en 1889).
    Los hijos de Rosa Carrol de Vacca declararon en 1936:
    “Nosotros vivíamos en la calle Corrientes entre Paraná y Uruguay, en una casa de inquilinato. Nuestra madre lo quería a Carlitos entrañablemente y éste la llamaba “mama Rosa”. Doña Berta venía a verlo muy a menudo y se puede decir que tenía dos amores maternos.”
    Este Carlitos, al cuidado de Rosa Carrol de Vacca, no es Gardel como muchos estudiosos han creído contribuyendo a alimentar la confusión y apoyando, aún sin pretenderlo, el macaneo de la Historia Oficial en mi país (Argentina).
    El cantor, ya adulto, jamás se refirió a “mama Rosa” en sus cartas y ningún amigo íntimo supo nunca nada de la existencia de ese personaje durante su infancia. Isabel del Valle, por ejemplo, se mostró muy sorprendida al respecto ya que era inconcebible que el cantor, que siempre fue un hombre muy agradecido con aquellos que lo cuidaron y ayudaron en su infancia, hubiese olvidado totalmente a una mujer que lo cuidó durante cinco años. Aquel chico era Charles, el francés, que convivió con esta familia hasta 1899.
    Indagando sobre esta circunstancia tan particular, el día 4 de febrero de 1984, el estudioso e investigador uruguayo Nelson Bayardo entrevistó a Isabel del Valle y cuando le preguntó si la tal “mama Rosa” cuidó a Gardel, ésta le respondió:
    “¡Ah, usted lo que dice es la Vacca! ¡Pero que va a cuidar a Carlos! ¿De donde lo sacó? ¡Que disparate!
    Por otra parte, refiriéndose a la misma época, Esteban Capot, el amigo de la infancia del cantor, declaró lo siguiente para el diario “Crítica” en su edición correspondiente al 28 de junio de 1935:
    “Cuando Berta iba al taller de planchado dejaba a Carlitos al cuidado de mi madre”.
    De la relación entre Berta Gardes y Rosa Carrol quedó como prueba una foto tomada, según aclaró debidamente la investigadora Martina Iñíguez hace ya varios años, en el estudio fotográfico “Benincasa Hnos” de Buenos Aires, fundado en 1892. Dicha fotografía es del año 1894 ó 1895. La niña que aparece con Gardel es Francisca, hija de doña Rosa, un año mayor que el cantor. Es decir que el cantor tendría once años y la niña doce. Pero quienes a toda costa quieren que Gardel sea francés, dicen que la niña de la foto es María, hermana de la anterior, nacida en 1889. De esa manera este niño es presentado como Charles y la foto pasaría a ser de fines de 1901 ó 1902, cuando Charles tenía 11 años.

    Odaline Ducasse de Capot

    Odaline Ducasse de Capot, la madre de Esteban Capot, vivía en la calle Talcahuano Nº 64, es decir, en la misma cuadra del taller de planchado de Anais, pero de la vereda de enfrente. Y ese chico que doña Berta le dejaba cuando iba a trabajar, era “Carlitos”, el uruguayo, el futuro cantor.
    De acuerdo a estos datos, “Carlitos” era “dejado” con Odaline cada vez que Berta iba a trabajar, mientras que a Charles tuvo que “entregarlo” a una familia; es decir que son dos testimonios distintos que expresan cosas diferentes, referidas a dos hechos independientes entre sí y que hablan de dos pibes distintos.
    Es importante dejar claro que Charles Romuald Gardes y Carlos Gardel fueron dos personas distintas y sin parentesco entre sí. Para ello, en la próxima entrega, analizaremos los controvertidos testimonios de Esteban Capot que, pretendiendo demostrar que Gardel era francés dio, sin proponérselo, innumerables pruebas de que no lo era, según las declaraciones que hiciera, en dos oportunidades: la primera, antes de que se conociera el falso testamento de Gardel para el diario “Crítica” y la segunda, muchos años más tarde para la revista Platea, ambas publicaciones, de Buenos Aires.
    (CONTINUARÁ)

    Foto de Armando Lofiego.
    La investigadora argentina Martina Iñiguez




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