domingo, 5 de abril de 2015

LOS ORíGENES DE CARLOS GARDEL. Capítulo I.

El nacimiento de Carlos Gardel  


El nacimiento de Carlos Gardel es tan oscuro y confuso que muchas veces se torna difícil seguir su rastro durante los primeros años de su vida debido a la abundante cantidad de datos intrincados, casi siempre mal relacionados entre sí, que se hace necesario manejar para poder ordenar el caos que tan generosamente han derramado los escribas de la Historia Oficial Argentina con el inconfesable propósito de borrar todo vestigio de su verdadero origen.
Esta primera etapa, en la vida de cualquier ser humano, es la más importante porque modela la personalidad vital; y de la capacidad que se tenga para desarrollar esa personalidad, dependerán el éxito, el fracaso o la mediocridad de cada uno. De ahí que no se puede ni se debe pasar por alto la oculta historia del nacimiento, infancia y adolescencia del más célebre cantante popular del Río de la Plata. Los estudiosos e investigadores del comportamiento humano han coincidido siempre en que toda conducta adulta, por compleja que ésta sea, tiene su justificativo y explicación profunda durante los primeros años de vida. Es por ello que, para iniciar la historia de nuestro personaje, tenemos que ubicarnos en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XIX.

Carlos Escayola


El 23 de octubre de 1845, en la ciudad de Montevideo, nace Carlos Félix Escayola, hijo de Juan Escayola (1818-1851), español de Cataluña, carpintero, y de Bonifacia Medina (1816-1897), uruguaya, nacida en Minas, casada en 1840, en segundas nupcias, y con una hija, María Candelaria, de su primer matrimonio. Los abuelos paternos fueron Juan Antonio Escayola y Narcisa Carayemas, ambos, españoles; y los maternos, Basilio Medina, de Cerro Largo, y Manuela Mansilla, de Río Grande do Sul (Brasil).
Juan Escayola y Bonifacia Medina tuvieron cuatro hijos: Juan Gualberto, nacido en 1841, Segundo, en 1843, el ya mencionado CARLOS FÉLIX, en 1845, y Elodina, la única mujer, nacida en 1847.
CARLOS F. ESCAYOLA pasó su infancia y adolescencia en el Queguay, localidad perteneciente al Departamento de Paysandú, jugando a la taba “y rascando las cuerdas de una guitarra”. Era el niño mimado de las chicas “por su belleza y por su habilidad como guitarrista. No había milonga ni pericón conocido que él no tuviera en la punta de los dedos o en las uñas” según reza el ejemplar del periódico “El Comercio”, del 16 de noviembre de 1887, de Villa San Fructuoso, antiguo nombre de la actual ciudad de Tacuarembó.
El mencionado periódico disponía de un espacio titulado “Biografías de hombres célebres” y, en la fecha referida, había sido publicada una nota sobre Carlos Escayola que por entonces contaba con 42 años de edad, era coronel del Ejército y Jefe Político del Departamento de Tacuarembó.


 Carlos Escayola estudió en Paysandú y luego inició la carrera militar en Montevideo, abandonándola al poco tiempo. En 1864, durante el sitio de Paysandú, estuvo al lado del general brasileño Antonio de Souza Netto, casado con su medio hermana María Candelaria Escayola, y participó en la guerra de la Triple Alianza como secretario personal del citado general.
Cuando, en el año 1866, el general Souza Netto muere en Corrientes, Escayola, que por entonces contaba con 20 años de edad, se radica en Villa San Fructuoso, sobre la calle 18 de Julio Nº 134, frente al actual Hotel Tacuarembó. Al lado del domicilio de Carlos Escayola habitaba Juan Bautista Oliva (hijo de Marcos Oliva y de Clara Pittaluga), cónsul italiano en Tacuarembó que, además, era comerciante en un Almacén de Ramos Generales y Depósito de Lanas y Cueros, del que era propietario y se hallaba contiguo a su vivienda. De manera que Carlos Escayola y el señor Juan B. Oliva, con su almacén, eran vecinos y habitaban propiedades linderas sobre la calle principal de Villa San Fructuoso, población cabecera del Departamento de Tacuarembó.
Desde 1846, el cónsul italiano Juan B. Oliva estaba casado con Juana Sghirla, argentina, nacida en 1830 en Santa Fe (hija de Juan Sghirla y Blanca Balestra); tenían cuatro hijos, dos mujeres, Clara (1847-1871) y Blanca (1849-1886) y dos varones de los que no he podido obtener muchos datos, Clelio (que llegaría a tener una imprenta, y sería periodista y director del diario “El Heraldo” de Villa San Fructuoso) y Juan (que sería agrimensor).


Primer matrimonio de Escayola


En 1868, tras tres años de vecindad, Carlos Escayola contrae enlace con la mayor de las hijas del cónsul, Clara Oliva (1847-1871) de 21 años de edad; Escayola tiene por entonces 23. Un año más tarde, en 1869, nace María Lelia, la hija menor del cónsul, y de la que Carlos Escayola fue su padrino de bautismo. Al año siguiente, 1870, nace Clara, la primera hija de Escayola.
Desde su llegada a San Fructuoso, Escayola mantuvo una estrecha relación con sus suegros, a punto tal que una vez instalado en la casa lindera, casi de inmediato, hizo colocar una puerta para comunicar ambas viviendas.
En 1871, después de tres años de matrimonio, fallece la esposa de Escayola, dejándolo con dos hijas a cargo: Clarita (1870 - 1939) y Gregoria Amabilia (1871-?).
La esposa de Escayola, Clara Oliva (1847-1871), había sido una mujer muy hogareña y apenas si salía para acompañar a su marido con motivo de algún festejo de cierta importancia o alguna reunión familiar. Se desconocen las causas que provocaron el fallecimiento de Clara Oliva, quien, al momento de morir, tenía sólo 24 años de edad. Sobre las causas de su deceso, ningún investigador aportó dato alguno, por mínimo que éste fuera.
Clara Oliva (1847-1871) - Primer esposa de Carlos Escayola

 A Juana Sghirla, la suegra de Carlos Escayola, le agradaban las fiestas y reuniones, especialmente las que organizaba su yerno. Eran veladas musicales en las que Carlos Escayola tocaba la guitarra y a veces se sentaba con su suegra al piano para interpretar canciones de moda a cuatro manos. Ambos eran el centro de todas las reuniones, Doña Juana por su imponente belleza y Don Carlos por su temperamento dominante.
En la Villa de San Fructuoso se corrían rumores acerca de un secreto romance pasional entre ambos, incluso se decía que María Lelia, la última hija que dio a luz Juana Sghirla, no era hija del cónsul sino el fruto de las pasiones entre suegra y yerno.
Todo indicaría que, aparentemente, Clara Oliva, no llegó nunca a sospechar nada acerca del secreto romance que mantenían su esposo y su madre y, como es de imaginar, ni siquiera se enteró de los rumores que corrían en San Fructuoso.
La licenciada María Selva Ortiz es autora del libro “El silencio de Tacuarembó”, libro que tuve que ir a comprar en el Uruguay porque aquí, en Buenos Aires, por entonces, sospechosamente, no se conseguía. En la mencionada publicación, la autora nos da la siguiente semblanza de doña Juana Sghirla:
“Según versiones de la época, Juana Sghirla era una mujer de gran hermosura y no menor ambición, factor predominante en el casamiento de Carlos Escayola con sus tres hijas, acuciada por el interés de tener al Coronel a su lado, pues mantenía relaciones amorosas con su yerno, posiblemente antes del primer matrimonio de éste con Clara. Mujer carismática, de fuerte personalidad y gran poder, dirigió la vida de sus hijas de modo tal, que a través de sucesivos casamientos con Escayola, pudo mantener a su lado al Coronel”.

La viudez de Escayola


En el libro “Los secretos del coronel”, de Susana Cabrera, que recibí como regalo en una de las tantas visitas que hice a Tacuarembó porque en Buenos Aires, también sospechosamente, no se conseguía, la autora nos cuenta que tras la muerte de su esposa, Escayola organiza un viaje de olvido y distracción instalándose un tiempo en una estancia perteneciente al general Antonio de Souza Netto (del que fuera su asistente), ubicada en los límites con Brasil.
Cargadas las provisiones en carruajes y carretas, Escayola parte acompañado de amigos, varios guitarristas, algunas mujeres cuyos nombres quedaron en el olvido, varios sirvientes y una artista de teatro y varieté, de nombre Rosaura, que viaja en el carruaje de Escayola. Corre por entonces el año 1872. La caravana tardó en llegar a destino unas dos semanas debido a las múltiples paradas en estancias de amigos, fiestas y bailes que se organizaban casi todas las noches.
Al llegar a la estancia del fallecido general Antonio de Souza Netto, los esperaba el personal de la misma, según órdenes dispuestas por su viuda, María Candelaria, quien con sus hijas María Antonia y Teotonia se hallaba descansando en la ciudad de Montevideo.
El regreso, entre idas y venidas por los alrededores, paseos en volanta, visitas a los cabarets de los pueblos cercanos, presenciar yerras, riñas de gallos, etc., demoró un mes.
Tras la muerte de Clara, su hermana Blanca Oliva, se hizo cargo de sus sobrinas Gregoria Amabalia y Clarita. María Lelia, al ser de la misma edad que sus sobrinas, estaba siempre con ellas y, de hecho, fue quedando al cuidado de su hermana Blanca.
Carlos Escayola, por entonces importante caudillo local del Partido Colorado, no deseaba que las niñas salieran de la casa debido a la gran cantidad de enemigos políticos que tenía y a un irracional temor a los inmigrantes que, a partir de 1872, se fueron instalando en la Villa por iniciativa del Padre Andrés Bagnati que hizo traer de Italia mano de obra para plantar extensos viñedos y trabajar telares fabricando ponchos y mantas que fueron muy famosos en toda la región. Por su parte, Blanca Oliva se dedicaba a la cría de gusanos de seda que, una vez tejida, teñía con colores siguiendo las técnicas aprendidas del Padre Bagnati que era todo un experto en esa tarea. Esta labor se les enseñó a muchos niños de la época en las clases de manualidades, paralelas a las de catequesis, que dictaba Blanca Oliva que, tal vez por las habladurías del pueblo, guardaba un notable distanciamiento con Juana Sghirla, su madre, que se desempeñaba como vicepresidenta en la Comisión del Hospital de Villa San Fructuoso.
En ese año (1872), Carlos Escayola decide construir una casa de veraneo en San Gregorio, pueblo fundado por el hacendado José Gregorio Suárez sobre unas tierras que poseía en el Río Negro, donando, el 25 de agosto de 1852, cuatro solares para la creación de edificios públicos en los espacios que el Gobierno determine. La Junta Económica Administrativa de Tacuarembó propone que el pueblo se llame San Gregorio y se levante en las inmediaciones del llamado Paso de Polanco considerada la zona más adecuada. Este pueblo actualmente es conocido como San Gregorio de Polanco y allí Escayola compró un terreno frente a la playa para construir una casa de piedra y madera con pisos de mármoles que hará traer de Italia. Además hará levantar una pequeña capilla donde la familia y amigos celebrarán misa.
A poco de su retorno a Villa San Fructuoso, Escayola recibe en su casa la visita del escultor italiano Benito Recanatti, que le traía el busto en mármol de Clara Oliva encargado para el panteón que pensaba construir en el cementerio. Don Benito se hospedó directamente en la casa de Escayola, en la calle 18 de Julio, donde, después de terminar los bocetos del panteón y los perfiles de Juana y Blanca, anunció su regreso a Italia.
  Carlos Escayola (1845-1915). En sus años mozos

 Minina Flor


En el libro “Los Secretos del Coronel”, su autora, Susana Cabrera, menciona con este nombre a una mujer que realmente existió y que otros investigadores e historiadores no mencionan por su nombre aunque sí hablan de ciertos hechos que ésta protagonizó.
Personalmente, desconozco si Minina Flor era un nombre o un apodo verdadero o inventado por la autora Susana Cabrera para darle más realismo a su obra. Lo cierto es que esta joven mulata quinceañera, al igual que muchas otras, llegó de Brasil alrededor de 1877, para ejercer la prostitución, instalándose en una casa de piedra a orillas del río Zapucay donde se habían concentrado la mayoría de los buscadores de oro. Allí conoció a un portugués de apellido Bandeira que llegó con su esposa e instaló su carpa. La tal Minina se enamoró de él, dejó su “negocio” a cargo de una de sus pupilas y le prestó al hombre todos sus ahorros para comprar las máquinas que le permitirían extraer oro en grandes cantidades; pero la empresa fracasó y Bandeira abandonó a su mujer huyendo con Minina. La esposa sufrió un ataque de furia, destrozó los muebles y de un baúl cayó una fortuna en pepitas de oro que cargó en un carro y desapareció sin que jamás se supiera de ella. Un año después Minina Flor retorna a Minas de Corrales, abandonada por Bandeira y sin dinero.
Así aparece este olvidado personaje que, como veremos, tendrá bastante que ver con la parte inicial de nuestra historia.

Víctor L’Olivier


Los hermanos Biraben, comerciantes montevideanos, con negocios en Francia y vinculados a la colonia francesa, enterados de la existencia de las minas de oro, contrataron un experto en minas para examinar el terreno y obtener un informe acerca de las posibilidades que éste brindaba para su explotación. En el caso de que este experto aconsejara explotarlas se fundaría una sociedad con capitales extranjeros. Así fue como en 1877 llegó el ingeniero Víctor L’Olivier, graduado en el Politécnico de París, para estudiar la zona. Su nombre completo era Víctor Luis Alejandro María L’Olivier. Este hombre, al llegar, se instala en Cuñapirú, a unos 5 Km. de la mina San Pablo. Los fines de semana viaja hasta la Villa de San Fructuoso y se aloja en el Hotel Gaye. Allí, en la Villa, entabla amistad con Carlos Escayola, a punto tal que comenzó almorzando con él casi todos los domingos y terminó hospedándose en su casa.
Al año siguiente, cuando el ingeniero retorna a Francia con los informes sobre las minas, Escayola lo acompaña hasta Montevideo para despedirlo en el puerto. El joven ingeniero, durante su estada en Tacuarembó, estableció relaciones sentimentales con María Luisa Gaye.
Ya en París, presentó el resultado de sus investigaciones y tras el estudio llevado a cabo por los miembros de la Compañía Francesa del Oro, aconsejó la compra de la mina “San Pablo” (llamada luego Santa Ernestina) ubicada a 5 Km. hacia el Sureste de Cuñapirú y por la cual el Gobierno uruguayo cobró diez millones de francos, una cantidad fabulosa para la época.

La Rosada


Villa San Fructuoso estaba por sufrir un rápido cambio: la gran cantidad de hombres que llegarían para trabajar en las minas, necesitarían un lugar de esparcimiento y mujeres para “atenderlos”. Carlos Escayola advirtió la posibilidad de realizar un gran negocio: abrir un cabaret.
Al finalizar 1878, el cabaret de Escayola estaba casi terminado. Se llamaría “La Rosada”, porque las instalaciones se hallaban pintadas de ese color, y estaría regenteado por una muchacha que es la que Susana Cabrera, en su libro “Los Secretos del Coronel”, menciona como Minina Flor. Por entonces ya había trascendido que los hermanos Biraben de Montevideo querían fundar en París una Compañía que se encargaría de enviar máquinas, personal especializado y hasta una usina.
Según los informes del ingeniero, la cuenca del oro se hallaba en el rincón de los arroyos Cuñapirú y Corrales, pero la franja seguía mas allá de Corrales, pasando por Cerros Blancos, hasta llegar a Caraguatá: aproximadamente unas 200 leguas cuadradas.
Pronto se comenzaría a vivir en la región, la fiebre del oro: una época de extranjeros que vendrían a radicarse, de obreros que buscarían trabajo, de carretas contratadas que transportarían materiales para la usina desde Durazno a Cuñapirú. Directivos y funcionarios franceses llegarían con sus familias a Minas de Corrales donde construirían viviendas confortables y lujosas.
Villa San Fructuoso se convertiría en el centro de todo aquel movimiento. Por allí pasarían maquinarias, inmigrantes y mujeres que llegarían para trabajar en “La Rosada” o continuar viaje a Minas de Corrales. Escayola, atento a todo, compró diez diligencias y, en poco tiempo, pasó a ser el dueño de una de las empresas de transporte más poderosas del país. Luego comenzó a adquirir casas viejas, que hacía reformar, para alquilarlas a los forasteros, transformándose en el propietario de una parte importante de San Fructuoso.
Al comenzar el año 1879, por encargo de Carlos Escayola, Minina Flor llega a San Fructuoso al frente de diez carretas transportando muebles, sillones, lámparas, cuadros, pianos, pianolas, alfombras, cajas de loza importada, etc... Regresaba de la ciudad de Montevideo con las compras para instalar a todo lujo el cabaret y llegaba a la Villa cuando ya había caído la noche, según lo convenido, para evitar las murmuraciones de la población.
La idea era muy acertada; el cabaret sería un gran éxito. Para su inauguración, Escayola invitó a los hombres más célebres de la zona e, igualmente, a los principales políticos de la ciudad de Montevideo.
De acuerdo con lo que se había previsto, el cabaret se abrió el 14 de julio de 1879, aniversario de la fecha patria de Francia. A las 23 hs de aquel sábado invernal fueron encendidos los faroles a cada lado de la puerta principal. Susana Cabrera nos hace este interesante relato de aquel día en su libro “Los Secretos del Coronel”:
“Una música de opereta recibía a los invitados vestidos de rigurosa etiqueta, algunos de ellos cubiertos con cuellos de piel o luciendo sombrero de copa y chalina blanca e indefectiblemente acompañados por el bastón de plata y oro. Al entrar, la sorpresa los hacía detenerse como aturdidos, la fascinación del lujo, la belleza y el despliegue de buen gusto, arrancaban exclamaciones de asombro, mientras la más joven de las pupilas (...) vestida con una túnica transparente (...) los conducía ceremoniosamente a sus respectivos lugares”.
A partir de ese día, muchas de las, hasta entonces, supuestas “personalidades notables” comenzaron a concurrir, por las noches, asiduamente a “La Rosada” sin la menor preocupación por el hecho de encontrarse destruyendo los valores morales que, como importantes políticos habían predicado durante el día; y, desde entonces, muchas mujeres de San Fructuoso comenzaron a soportar calladamente a sus maridos que solamente eran “ejemplares” durante el día.

La Compañía Francesa del Oro


Mientras tanto, los capitalistas franceses tratan con el Gobierno uruguayo la autorización para explotar las minas de Cuñapirú y de Corrales donde el oro es tan abundante que el historiador tacuaremboense Ramón González, aseguraba que, todavía alrededor de 1885, en su infancia, solía jugar a las bolitas, como otros chicos, usando pepitas de oro.
Entre los años 1878 y 1879, lograda la autorización del Gobierno, se funda en París la “Compagnie Française d’Or de l’Uruguay” (Compañía Francesa del Oro del Uruguay) que una vez instalada en Cuñapirú nombra Director General de la misma al ingeniero Víctor L’Olivier que, según algunos periodistas de la época “mandaba mas despóticamente que el Rey de Túnez”. Y así debió ser, pues en enero de 1880, ante los malos tratos, se produce una rebelión de obreros que es reprimida violentamente dejando como saldo un tendal de trabajadores gravemente heridos que mueren sin poder ser atendidos, otros son trasladados con urgencia al Hospital de San Fructuoso pero, en su mayoría, no llegan con vida. A raíz de estos episodios se crea una Comisión de Ayuda a la que Blanca Oliva convence de la importancia de pagarles los pasajes de regreso a Europa a las viudas.
Al comenzar diciembre de 1880 el ingeniero L’Olivier se compromete formal y socialmente a contraer enlace con María Luisa Gaye.


 Segundo matrimonio de Escayola


En 1873, pasados dos años del fallecimiento de su esposa Clara, Carlos Escayola contrae enlace, en segundas nupcias, con Blanca Oliva (1849-1886), la hermana de su primera esposa. La menor, María Lelia, tenía por entonces cuatro años de edad.
Ese mismo año (1873), es nombrado Presidente de la República Oriental del Uruguay, José Eugenio Ellauri (1834-1894).
Después de su casamiento con Blanca Oliva, Carlos Escayola continuó con su vida habitual dedicándose, cada vez más, a la política. Viajaba constantemente a Montevideo para entrevistarse con los caudillos más importantes del Partido Colorado. Su figura fue creciendo y en la Villa llegó a ser considerado un hombre de consulta hallándose permanentemente rodeado de amigos. Por las noches era cosa frecuente encontrarlo en las orillas del poblado de la Villa asistiendo y apostando en los reñideros de gallos, bebiendo y participando en interminables guitarreadas.
En 1874, Blanca Oliva da a luz a su primer hija, Natalia Aidina y, al año siguiente, a María.
El 15 de enero de 1875, el presidente José Eugenio Ellauri es derrocado por un motín militar y reemplazado, hasta completar el período presidencial, por Pedro José Varela (1837-1906) que asumió la Presidencia con el respaldo del ejército, el 22 de enero de 1875, y adoptó una política tan arbitraria e incongruente que prácticamente desembocó en una guerra civil. Deportó para La Habana (Cuba era aún colonia española) a sus enemigos políticos y agravó la situación financiera con la quiebra de los principales bancos del país. El 10 de marzo de 1876 fue obligado a renunciar y su año de gobierno ha quedado en la Historia como “El Año Terrible”.
Pedro Varela (1837-1906) es reemplazado por su Ministro de Defensa, el coronel Lorenzo Latorre (1840-1916), quien se inclina más por el ejercicio de un gobierno con características dictatoriales a lo largo de tres años hasta que, en 1879, es ungido Presidente Constitucional.
Durante el año 1877, Blanca da a luz a su tercer hijo varón, Héctor, y al año siguiente, 1878, tiene otra niña a la que bautizan con el mismo nombre que la madre: Blanca.
Aproximadamente, para esta época Escayola adquiere una estancia que es denominada con el nombre de su esposa: “Estancia Santa Blanca”. En esa propiedad, que se encuentra ubicada en la zona del denominado Valle Edén, Carlos Escayola hizo construir de inmediato un “mirador”, coronado por una gran sala con cuatro “ventanas-balcón” (una por lado), donde solían descansar durante las tardes de verano.

Manuela Bentos de Mora


En 1877, llega, para trabajar en la estancia Santa Blanca, Dominga Salina, cocinera y mujer de limpieza que trae consigo a una hija suya llamada Manuela Bentos de Mora la que habrá de desempeñarse como ayudante en las tareas que estarán a cargo de su madre.
Manuela Bentos de Mora nació el 17 de junio de 1868 y su padre, Benito Mora, entró a trabajar en la estancia poco tiempo después que su esposa e hija. Manuela contaba con 9 años de edad pero, posiblemente, como solía ocurrir por aquellos años en la mayor parte del mundo, anotaron su nacimiento tardíamente, pues representaba tener mucho más edad, alrededor de quince años.
Escayola en el poder
La Constitución de la República Oriental del Uruguay establecía por entonces un régimen de gobierno unitario y centralizado. Cada Departamento era gobernado por un Jefe Político y un organismo llamado Junta Económica Administrativa. Esta Junta era elegida por el pueblo mientras que el Jefe Político era nombrado por el Presidente de la República. En 1879, cuando Lorenzo Latorre “legitima” su situación y pasa a ser Presidente Constitucional, Escayola es “elegido” miembro de la Junta de Tacuarembó.
Latorre, contando al comienzo de su gestión con el apoyo popular, intenta una recuperación económica y moral del país. Pero la mayoría lo abandona cuando al finalizar ese año (1879) se apropia, sin explicación alguna, del 50 % del premio mayor de la lotería.
En 1880, ante la censura general, Latorre renuncia y lo reemplaza Francisco Antonio Vidal (1827-1889) para completar el período.
Ese mismo año (1880) nace el quinto hijo del segundo matrimonio de Carlos Escayola: Oscar.
En 1881, Manuel Suárez, Jefe Político de Tacuarembó, es obligado a presentar su renuncia ante ciertas irregularidades manejadas por la oposición, entre ellas la inexplicable desaparición de un vecino. En toda la Villa, ya se rumorea que el próximo Jefe Político será Carlos Escayola debido a la amistad que éste tiene con Máximo Santos, por entonces, Ministro de Guerra del Presidente Vidal. Y, en efecto, así ocurrió; ese mismo año (1881) Vidal designa a Escayola Jefe Político del Departamento de Tacuarembó. Inmediatamente su hermano Segundo Escayola pasa a ser el administrador de los bienes del flamante Jefe Político que ya no se podrá ocupar de sus propias cosas.
En 1883, Blanca Oliva da a luz a su sexto y último hijo: Washington.

Blanca Oliva (1849-1886), segunda esposa de Carlos Escayola

Los cambios sociales


La irrupción, prácticamente violenta de la actividad minera en aquella región, que hasta entonces era tranquila, serena y reposada, provocó grandes cambios no sólo por la febril y creciente actividad sino además por la influencia de las numerosas familias, parientes y amigos de muchos dirigentes de la empresa francesa que vinieron a radicarse en la zona.
El historiador Ramón González, oriundo de Tacuarembó y contemporáneo, durante su infancia, de muchos de los hechos que estamos relatando, ya anciano, en 1960, le contaba a Erasmo Silva Cabrera que a partir de entonces...
“Toda la región vive una época distinta. A diferencia de las hasta entonces costumbres locales en lo social y comercial, la época francesa trae (...) una manera de vivir europeizada”.
Para aquellos que no lo saben, aclaremos que Silva Cabrera tiene el enorme mérito de haber sido el primer (y por mucho tiempo el único) investigador que se animó a asegurar públicamente que Carlos Gardel era de origen oriental. Varios años más tarde comenzaron a aparecer otros que profundizaron aún más sus investigaciones e incluso corrigieron los errores que cometió. Pero él fue el que abrió los portales ocultos por las malezas de los prejuicios y los temores despejando el camino hacia la verdad. Todo esto lo llevó a cabo a partir de 1960 a pesar de las contras, obstáculos y problemas que se le fueron presentando, inclusive con muchos de sus compatriotas uruguayos que también estaban muy convencidos del francesismo del cantor a causa de las rastreras matufias realizadas tras la muerte del gran cantor por Armando Defino (último representante que tuvo Gardel en Argentina) con la finalidad de estafar al fisco y quedarse con todo.
Pero bajemos dos cambios y continuemos con nuestra historia.
Por aquel entonces, la zona de Tacuarembó era mencionada, no sólo en Uruguay sino también en el resto de América y en Europa, como la California suramericana y, toda la región, en muy poco tiempo, se fue transformando en un lugar de diversiones nocturnas no sólo para los hombres que trabajaban en la Compañía sino también para todos aquellos que, por su propia cuenta, intentaban obtener algún beneficio en las proximidades de la zona que era intensamente explotada por la empresa.
La “Compañía Francesa del Oro del Uruguay”, era una poderosa empresa con capitales europeos que tenía su casa central en París y que contaba, solamente en Tacuarembó, con mas de 1.000 obreros. Su actividad fue muy intensa: el camino que va de Durazno a Tacuarembó, calculo que más de 200 Km., era recorrido permanente e incesantemente por unas 2.000 carretas contratadas no sólo en el Uruguay sino también en el Sur de Brasil y en las Provincia argentinas de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, para transportar en forma incesante los materiales destinados a mantener alimentada en forma constante la usina.
Esos materiales (toneladas de combustibles sólidos y líquidos) llegaban desde Montevideo a través del ferrocarril hasta la estación terminal en Durazno. Una vez ahí se pasaba la carga ferroviaria a grandes carretas que la continuaban transportando por primitivas huellas o sederos de tierra, prácticamente a campo traviesa, hasta llegar a la zona aurífera (la zona de las minas).
El ya mencionado historiador tacuaremboense Ramón González, ya muy anciano, en el año 1960, le contó a Erasmo Silva Cabrera:
“Por los años 1885/87 gentes de todas partes, acudían en procura del preciado tesoro (...). Y consecuencia de ello tuvo Tacuarembó por ese entonces dos lujosos cabarets, en los cuales se realizaban fiestas a las que no faltaba lo más selecto del sexo masculino del antiguo San Fructuoso, enfundados en levitas y jaquets de grandes faldones, y cubierta la cabeza con las galeras de alta copa. Uno de esos locales se llamaba La Rosada”.
Cuñapirú y Minas de Corrales (en el Departamento de Rivera), separadas entre sí por unos 9 Km. en dirección Norte-Sur, tenían como centro urbano más próximo, a Villa San Fructuoso (ciudad cabecera del Departamento de Tacuarembó) que se encontraba situada a 23 Km. de Cuñapirú y a 25 de Minas de Corrales. Estas distancias son aproximadas debido a que las he tomado mediante cálculos muy simples hechos con mapas. Si alguno de los amigos gardeleanos tiene valores más exactos y desee colaborar desde ya muy agradecido.
Lo cierto es que de esta manera, estas tres localidades fueron, durante varios años, los vértices del triángulo que encerraba la zona dedicada casi exclusivamente a la minería. (CONTINUARÁ)

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1 comentario:

  1. Aclaraciones y actualización de datos por parte de Martina Iñiguez:

    "Ahora sabemos con exactitud el año de nacimiento de María Lelia,1870. En consecuencia, si como se decía , el coronel la embarazó a los 13 ó 14 años, el nacimiento NO PUDO HABER OCURRIDO EN 1882.
    Creo que hay una contradicción de fechas cuando lofiego dice que Tomasa conoció al cantor ren 1907 y luego cita que Tomasa sabría que lo llamaban el "Zorzalito por Tambores" en 1900, 1901, 1902...


    Pedro Bernat no decía que Gardel había nacido en 1892.
    En las declaraciones que hizo para el diario “La Mañana”, de Montevideo, publicado al día siguiente de la muerte del cantor, dijo:
    “Había nacido en la segunda sección judicial del Departamento de Tacuarembó... Fallece a los 52 años”.
    Hizo mal el cálculo. Si consideramos que Gardel se decía nacido en diciembre, en el mes de junio todavía no habría cumplido los 52, tendría 51, lo que lo haría nacido en 1884, en coincidencia por lo testimoniado por Manuel Sofovich.


    Hay un error en la nota de Bresciano que no le atribuyó al cantor 50 años en 1930, sino 48.
    No hemos podido todavía comprobar si Gardel mencionó esa edad en 1930, o si fue un lapsus en la memoria de Bresciano.

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