Cuando Silva Cabrera estudió lo que muchos consideran las pruebas de
la nacionalidad francesa y advirtió que tales pruebas no demostraban
nada, tomó otro camino: visitó Tacuarembó, lugar donde el cantor siempre
dijo haber nacido. Allí recogió información, aunque confusa, y observó
que especialmente la gente de edad avanzada no quería tocar el tema.
Esta gente, nacida en los últimos años del siglo XIX, en la década de
1960 veía al periodista, como a un extraño que de pronto irrumpía en
medio de la parsimoniosa calma de la ciudad de Tacuarembó para destapar
cosas casi olvidadas y que, según muchos creían, estaban definitivamente
enterradas. Todavía en las últimas décadas del siglo XX, mucha gente
mayor que conocía algo sobre el tema hablaba con ciertas reservas; así
lo atestigua María Selva Ortiz, socióloga y psicoanalista nacida en
Tacuarembó en 1969, en su libro “El silencio de Tacuarembó” publicado en
1995:
“... En mi casa muchas veces se había hecho referencias
al tema y en particular mi abuela y mi tía abuela conocían supuestamente
detalles de la historia. Creo recordar que la historia se mencionaba
dentro de un tono de reserva, de recato, que llevaba más o menos
implícita la necesidad del secreto, de la cautela propia de las cosas
más o menos prohibidas. Y sin quererlo, supongo, me sumaba a esa suerte
de conspiración del silencio. (...) Todavía sigue existiendo
inconscientemente el miedo, la desconfianza; es un tema en cierta forma
tabú”.
“Los mensajes que llegan a Avlis (Silva Cabrera) –continúa
María Selva Ortiz- vienen envueltos en un mar de confusiones, ya que por
una parte se le brinda información deliberadamente falsa y en otras se
le niega tajantemente y sin explicaciones. Asimismo, personas que han
podido ‘olfatear’ algo de la historia, emiten su propia versión como
verdad indiscutida, creándole de este modo una obvia confusión.
Visto entonces con malos ojos, salvo naturales excepciones que son las
que permitirán ir acercándose poco a poco a la verdad, Avlis no dejará
nunca de ser ‘un extraño que traía objetivos no muy claros’ y por ende,
en cada caso, el discurso era acomodado según las circunstancias por sus
interlocutores, cuando no le era negado el diálogo en forma terminante.
Lo que es real, es que Avlis terminó abriendo una brecha en el grupo
que se le oponía y los pequeños detalles que menos importaban, los datos
aparentemente mas insignificantes, fueron debilitando poco a poco las
defensas presentadas y acaso por el vulgar procedimiento de ‘sacar de
mentira verdad’, incluso los más cautos y prevenidos empezaron a dejar
abiertos canales de información que lentamente fueron permitiendo
reconstruir la tan secreta historia, con el máximo nivel de aproximación
que es posible en cualquier historia más o menos lejana”.
Hallándose en esta tarea, Silva Cabrera recibe una carta enviada por un
antiguo vecino de Tacuarembó, don Ambrosio Colombo, quien entre otras
cosas, le dice:
“No busque más: Gardel nació en Tacuarembó y es hijo de Carlos Escayola”.
Con este dato, Avlis sintió que había encontrado la punta de la madeja
y, creyendo poder llegar a la solución definitiva del problema, comenzó a
indagar más profundamente.
Hubo mucha gente mayor que coincidió en
comentarle que el Dr. Mateo Parisí, esposo de Amabilia Escayola,
segunda hija del Coronel, había dicho públicamente, y en varias
ocasiones, después de la muerte de Gardel:
“¿De donde sacaron
eso de Gardel francés?... ¡Si yo mismo le arreglé a Escayola el problema
de su hijo para que se lo llevara la francesa!”.
A partir de allí, Avlis comenzó a buscar a los descendientes de aquella familia para saber cuánto había de verdad en todo esto.
Repercusión del adulterio
Después del adulterio cometido por Carlos Escayola con su cuñadita
María Lelia, de 14 años, esta familia, frente al “¿Que dirán?” de la
sociedad de la época, no encontró mejor salida que ocultar todo. Pero
estas cosas no se ocultan fácilmente. La gente de la estancia “Santa
Blanca”, en la que alojaron al niño dejándolo al cuidado de Manuela
Casco, comenzó a comentar, en secreto, lo que había ocurrido y de esta
manera, todo Tacuarembó se fue enterando, sin dudar de la veracidad del
hecho debido a la fama que el Coronel tenía para llevar a cabo ese tipo
de aventuras. Nadie hablaba, pero todos lo sabían. Se trataba pues, de
una más de sus numerosas “travesuras” a las que todos estaban
acostumbrados, pero ésta difería notablemente de las demás por hallarse
implicada en ella una menor de edad que para colmo de males era su
cuñadita y, al mismo tiempo, su ahijada. La repercusión de este hecho,
por aquellos años, fue tan grande como el temor que inspiraba Escayola.
Por ello, todavía en la década de 1960, Silva Cabrera se encontró con
gente que en su infancia había oído hablar del hecho y, por tradición
oral, tenía alguna idea, por lo general confusa, de lo que había
ocurrido.
Los hermanos de Escayola
El general brasileño
Antonio De Souza Netto encabezó una sublevación con la finalidad de
obtener la independencia de Río Grande do Sul del resto de Brasil. Dicha
independencia perduró a lo largo de diez años (1835-1845) dando lugar a
la República Riograndense. Pero esa emancipación no podía durar mucho
tiempo; las tropas leales al Imperio de Brasil, finalmente, tras muchas
negociaciones, lograron restituir ese Estado a su soberanía y el general
Souza Netto, se radicó en el Uruguay dedicándose a la cría de ganado.
Allí, contrajo enlace con María Candelaria Escayola (1839-?), hija del
primer matrimonio de Bonifacia Medina (1816-1897) quien enviudó estando
embarazada y casi de inmediato se casó con Juan Escayola quien le dio el
apellido a la niña y luego tuvieron cuatro hijos, uno de los cuales fue
Carlos Felipe Escayola.
María Candelaria Escayola y el general
Antonio De Souza Netto tuvieron dos hijas: María Antonia (1865-?) quien
se casó con Domingo Mendilharzu, y Teotonia que en 1901 se casó con
Carlos Gaillard.
Cuando Argentina, Uruguay y Brasil, sirviendo a los
intereses de Inglaterra, conformaron la llamada “Triple Alianza” con la
finalidad de arrasar al Paraguay, que era por entonces la nación
suramericana más y mejor desarrollada, Antonio De Souza Netto es
convocado para el enfrentamiento armado. Pero es herido de bala en la
batalla de Tuyutí y enviado a un hospital de Corrientes donde muere
varios meses mas tarde.
Un pariente de este militar, el
estanciero Gervasio Netto, también brasileño, contrajo enlace en 1865
con la hermana menor del Coronel, Elodina Escayola (1847-1900). Tuvieron
tres hijos: Tertuliano, Emilia y Julio. Tertuliano Netto (1865-?), que
estudió en la ciudad de Montevideo y luego se fue a perfeccionar a
Francia, en 1887 se casó con Consuelo Larriera Varela oriunda de San
José y hermana del pianista Carlos Larriera Varela y de Diego Larriera
Varela, profesor de escuela secundaria, y autor de la letra del tango
“Yo también como tú”.
Tertuliano y Consuelo no tuvieron hijos.
Diego Larriera Varela, según lo que venimos comentando, era cuñado de
Tertuliano Netto el que a su vez era primo de Gardel y, mediante este
lejano parentesco, Diego Larriera Varela logró que el cantor le grabara
el mencionado tango “Yo también como tú”.
Después de Tertuliano,
nació Emilia quien se casó con Javier Mendívil y tampoco tuvieron hijos.
Un hermano de Javier, el general Domingo Mendívil, fue Ministro de
Defensa en los años de la década de 1930, durante el gobierno del Dr
Gabriel Terra. El general Mendívil, a través de su lejano parentesco
político con el cantor, fue el que acordó con él la posibilidad de
ofrecer un recital privado en la residencia del Presidente de la Nación.
Corría el año 1933 y en ese acto, Gardel y el Presidente Terra tuvieron
oportunidad de conversar en privado pues, según comentó luego el
general Mendívil en el seno de su familia, el presidente al finalizar la
reunión le dijo:
“Gardel me contó sobre su vida; pero yo hice como que no sabía nada”.
De manera que si el Dr. Terra conocía la historia de Gardel de
antemano, seguramente era porque el general Mendívil ya se la había
contado.
Después de Emilia nació Julio Netto quien se casó con su
prima Clara Escayola y tuvieron ocho hijos, cinco varones: Carlos
Alberto, Samuel, Raúl, Julio Carlos y Alfredo (todos casados y con
hijos); y tres mujeres: María Celia, Blanca Delia, y Clara María. La
primera, María Celia, al igual que su madre, también se casó con un
primo: José María Parisí.
En los pueblos del interior (tanto de
Uruguay como Argentina y en todos los países latinoamericanos), hasta
mediados del siglo XX aproximadamente, eran muy frecuentes los
casamientos entre primos cuando eran escasas las posibilidades de
relación para formar pareja. A veces el parentesco era más lejano, lo
cual disminuía la probabilidad de dar a luz hijos con ciertas taras
mentales vulgarmente conocidos (al menos en el Norte de mi país) como
“opas”. La impunidad que tenían estas familias, por su poder político y
económico, les permitía deshacerse fácilmente de los niños que nacían
con tales problemas.
Las dificultades para formar pareja la sufrían
mas las familias de elevado nivel económico y social ante la escasez de
elementos humanos de la misma condición.
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