CIII (103)- CARLOS GARDEL, SU ARTE, SU TIEMPO Y LA HISTORIA
IVETTE (Primera parte)
Recordemos que nos encontramos en la primera sesión de grabaciones del año 1920 y que por esa época no se registraban las fechas en que se realizaban los registros, motivo por el cual sólo se conoce el año en que fueron realizados; de manera que, en la cronología de Carlos Gardel, la ubicación de sus grabaciones es aproximada en el tiempo.
En esta primera sesión de 1920, después de la zamba “Mi tierra” registrada por el Dúo Gardel-Razzano, continúa grabando Gardel como solista quien registra dos veces el tango “Ivette”. De las dos versiones sólo es editada la efectuada en segundo término.
Los autores de la música del tango “Ivette”, con letra de Pascual Contursi, son, según los discos y catálogos, JULIO A. ROCA y ENRIQUE COSTA. El primero de ellos, tal como lo expresa una comunicación difundida por el “Instituto Argentino de Estudios de Tango”, es señalado también como el autor del tango titulado “Un pedido”; pero ocurre que nadie ha tenido nunca noticia alguna de la existencia de esta persona, a punto tal que ante este fantasmagórico autor, SADAIC resolvió pagar los derechos de esta pieza a los sucesores de Augusto Pedro Berto porque éste había escrito otro tango con el mismo título: “Un pedido”.
Además, se suma el reclamo de Augusto Berto de acuerdo con lo que dice el investigador Orlando del Greco quien, en su magnífica obra “Carlos Gardel y los autores de sus canciones” editada en 1990, afirma:
(Berto) “Reclamó como suyo a ‘Ivette’ uno de los primeros tangos que grabó Gardel y que figura como perteneciente a Costa-Roca que eran los apellidos de dos señores a quienes dedicó el tango”.
Por su parte, ENRIQUE COSTA, supuesto autor de la música del tango “Ivette”, tampoco ha dado jamás noticia alguna de su existencia y ni siquiera se conoce nada acerca de otra obra que figure a su nombre. Tanto Julio A. Roca como Enrique Costa son dos sombras que asoman permanentemente en catálogos y etiquetas de grabaciones de este tango sin que nunca nadie haya podido saber quiénes eran.
En la letra de “Ivette”, de Pascual Contursi, aparece el vocablo BOLICHE cuyo origen es muy antiguo.
Efectivamente, hacía ya unos cuantos siglos que en Europa se había comenzado a jugar a las bochas. Este juego se practicó con tanta afición que en nuestra lengua cotidiana todavía, cuando alguien es rechazado en algún tipo de prueba o examen, solemos decir que fue bochado sin relacionar esta expresión con el juego de las bochas. Tengamos en cuenta que, en dicho juego, bochar significa pegar con una bocha a otra y rechazarla o apartarla.
Entre todas las bochas hay una, mucho más pequeña, que en Italia era llamada bolín, mientras que en España se llamaba boliche y con ese nombre se conoció en América al juego de las bochas traído por los españoles en la segunda mitad del siglo XVI.
Debido a que los locales en que se practicaba este juego eran de muy baja categoría, comenzó a llamarse boliche también a todos los locales que tenían las mismas características, haya o no haya cancha para jugar a las bochas.
En el Río de la Plata, el vocablo boliche existe desde que los españoles trajeron las bochas. Pero a partir de los últimos años del siglo XIX, el término boliche con el que era designada la bocha pequeña pasó a ser bolín debido a la gran influencia que ejercía en la sociedad el número mayoritario de inmigrantes italianos que eran tanto o más afectos a ese juego que los españoles.
También, como en todos los tangos de Contursi grabados hasta entonces por Gardel, aparece el término AMURAR o sus derivados AMURADO, AMURASTE, AMURÓ, etc., con el significado del abandono que es la principal acepción rioplatense de este vocablo.
Se debe tener en cuenta que Buenos Aires fue durante los primeros siglos una población relacionada estrechamente con la navegación y que incluso se reparaban y fabricaban navíos, especialmente durante el siglo XVI y la primer mitad del XVII. En esa época es donde surge el vocablo AMURAR como sinónimo de hallarse aprisionado, abandonado, solo o con problemas económicos o de otro tipo.
La AMURA, tal como oportunamente hemos visto al hablar del tango “Mi noche triste”, son los costados del barco en la parte en que éste comienza a estrecharse para formar la proa, lugar al que todos los marinos evitaban llegar en los momentos de grandes tormentas debido al poco espacio que esta zona ofrecía en las embarcaciones que, hasta finales del siglo XVIII, resultaban pequeñas para moverse y esquivar los peligros de la maroma.
La maroma era la cuerda más gruesa de aquellos navíos que cuando se soltaba, en medio de un temporal, endurecida por la lluvia, se balanceaba con tal fuerza que podía, de un sólo golpe, matar una persona. Toda vez que ésta se soltaba corría de inmediato la voz entre los que la veían venir con fuerza amenazadora: “¡Cuidado... que se viene la maroma!”, expresión que aún hoy usamos toda vez que nos acecha una situación peligrosa o, por lo menos, comprometedora.
Debido a que con las grandes tormentas, el navío era sacudido con mucha violencia por las agitadas aguas del mar, resultaba imposible adivinar la dirección que podía tomar la maroma, de ahí que se necesitaba contar con espacio suficiente para poder esquivarla. Los que se hallaban AMURADOS, es decir en la AMURA del navío, se veían abandonados a su suerte o, al menos, en muy serias dificultades, en tanto que la maroma no comenzara a alejarse en sentido contrario durante su peligroso balanceo.
En la puerta de un BOLICHE,
Un bacán encurdelado
Recordaba su pasado
En que una mina lo AMURÓ
“Ivette”, es el cuarto tango que Gardel graba con letra de Pascual Contursi; los tres anteriores fueron “Mi noche triste”, “Flor de fango” y “De vuelta al bulín”; en los cuatro aparecen alusiones a la borrachera con el vocablo curda o sus derivados encurdelar, encurdelé, encurde-larme, etc... de los que, en publicaciones anteriores hemos comentado ya su origen… Y siempre el motivo de esa borrachera era el mismo: una mujer.
Entre los zumos de caña
Resurgen a su memoria
Estas páginas de historia
Que en su corazón grabó:
Y a partir de aquí, en medio de la borrachera, el “bacán encurdelado” comienza a recordar las cosas que ha perdido en la vida. Dentro de la enumeración de esos recuerdos aparece el vocablo EMBROCO, tiempo presente del verbo EMBROCAR. Este vocablo proviene de la jerga taurina utilizada en España. En efecto, con el vocablo EMBROQUE se señala el momento en el que toro tiene perfectamente ubicado al torero ya que el ganado vacuno tiene cierta dificultad para visualizar lo que tiene por delante, motivo por el cual el torero busca siempre ubicarse en el centro de la mirada del toro y sacar la capa hacia un costado para que el animal arremeta contra ella. De esta manera aparece explicado el significado de EMBROQUE en el “Gran Diccionario Tauromáquico” de José Sánchez de Neira (1823-1898).
Cuando el vocablo llega al Río de La Plata traído por los mismo españoles, gran parte del bajo pueblo comienza a usar este término como sinónimo de ver, mirar, encontrar, etc… Motivo por el cual los anteojos pasaron a ser los EMBROCANTES.
Bulín que ya no te veo,
Catrera que no te toco,
Percanta que ya no EMBROCO
Porque con otro se fue.
(CONTINUARÁ)
No hay comentarios:
Publicar un comentario