LVI- CARLOS GARDEL, SU ARTE, SU TIEMPO Y LA HISTORIA
EL PUEBLO EN EL PODER
Con la llegada de Hipólito Yrigoyen al poder, en octubre de 1916, el pueblo trabajador se sintió representado por primera vez en la historia de la República Argentina y, a partir de aquel momento, la miseria, la ignorancia y la pobreza, con todas sus características, pasaron a formar parte de la sociedad aunque no de buen grado por parte de quienes, hasta entonces, habían ostentado el poder mediante el fraude y la violencia.
El pueblo, hasta entonces víctima del antiguo régimen conservador antipopular, antidemocrático y antipatriótico, fue perdiendo su carácter marginal y comenzó a sentir que ahora tenía cierta legalidad y un lugar que ocupar en la sociedad. Ya no había motivos para avergonzarse de la situación a la que los habían condenado los viejos conservadores, sino un espacio dentro del cual se podía alzar la voz para discutir y batallar en defensa de sus propios derechos e intereses hasta entonces nunca tomados en cuenta por el régimen liberal.
Esta “legalización” de las clases bajas, hasta entonces explotadas y usadas para fraguar los resultados de las elecciones, hizo que ya no resultara vergonzante el habla cotidiana con sus errores de gramática, de locución, pronunciación y con vocablos inventados. Esta nueva situación social hizo que muchos artistas populares se animaran a cantar tangos con letras lunfardas que contaban historias hasta entonces silenciadas por la hipocresía propia del servilismo liberal y conservador. Esta nueva orientación social y política, es la que da lugar a que Manolita Poli (1899-1966) primero y Carlos Gardel luego, se animen a cantar públicamente el tango “Mi noche triste” inaugurando así una nueva etapa en la historia de la música del Río de la Plata.
Difícilmente Gardel se hubiese animado a cantar públicamente este tango durante la primer temporada que hizo en el Esmeralda desde el 16 de setiembre hasta el 31 de octubre de 1916, cómo lo afirman algunos estudiosos, ya que Yrigoyen había asumido recientemente (el 12 de octubre de ese año). Es mucho más lógico suponer que el cantor se animó a interpretar “Mi noche triste” en los primeros días de enero de 1917 (cuando ya Yrigoyen comenzaba a hacer sentir algunos cambios) y durante una función a beneficio en la que los propios compañeros de escena lo impulsaron a hacerlo. Por otra parte, sólo ante el éxito obtenido, cuatro meses más tarde, en mayo de 1917, Gardel graba la mencionada obra. No es lógico pensar que primero la grabó y luego se animó a cantarla en público, ya que no se sabía cómo podía reaccionar el público ante algo tan particularmente distinto y que tantos temores había generado ya que, hasta entonces las letras en lunfardo eran difundidas en lugares de dudosa moral para el común de las gentes.
TEATRO MARCONI
El día 10 de mayo, con motivo de cumplirse en el teatro Marconi 100 representaciones de la opereta vienesa en tres actos “La Duquesa del Bal Tabarín” (estrenada en Viena en el año 1900) del compositor y libretista italiano Carlo Lombardo (1869-1959), que firmaba con el seudónimo Leo Bard, se lleva a cabo una función especialmente dedicada a don Julio Escobar, adaptador del libro. Participan de aquel espectáculo:
-Rosario Guerrero (bailarina)
-Teresita Zazá (tonadillera)
-Steffi Csillag (tiple)
-Manolita Rosales (tonadillera)
-Roberto Cassaux (actor)
-Dúo Gardel-Razzano
TEATRO EMPIRE
Al mismo tiempo, y desde el 24 de marzo, el dúo se presenta todas las noches en el teatro Empire. A raíz de estas funciones, el diario “La Razón” del 11 de mayo, publica el siguiente aviso:
“Empire Theatre. El salón más confortable y mejor concurrido. Gran Orquesta bajo la dirección del maestro Aquiles Lietti. Presentación de la bailarina Carmelita Ferrer y de la cupletista Inés Berutti. Gran éxito de Gardel-Razzano, el aplaudido dúo argentino, en sus tonadas, estilos y canciones.
Películas a estrenarse:
Hoy viernes 11: ‘Madame Butterfly’ (Paramount) con Mary Pickford”.
Sábado 12: “Bajo dos Banderas” (Fox) con Theda Bara.
El 27 de mayo, el Dúo Gardel-Razzano ofrece su última función finalizando así su primera temporada en el teatro Empire.
LOS PRIMEROS DISCOS “NACIONAL”
El primer contrato con el sello grabador de Max Glücksmann, acordaba una retribución para el Dúo Gardel-Razzano de cuatro centavos por disco. Con el tiempo llegarían a cobrar treinta centavos por disco.
Los registros, efectuados en cera, eran enviados a Brasil donde se llevaba a cabo el proceso de impresión y luego se mandaban, listos para la venta, a Buenos Aires. En muchas grabaciones de aquel tiempo, sobre la pasta del disco y muy próximo al borde de la etiqueta podía leerse impreso en bajo relieve: "Made in Brasil".
La casa Lepage del ya por entonces muy conocido, Max Glücksmann, con motivo del ingreso al plantel del Dúo Gardel-Razzano con el guitarrista José Ricardo, editó un folleto cuya lectura nos da una idea de la confianza que esta nueva empresa discográfica tenía puesta en el futuro de estos artistas. El mencionado folleto se expresaba en los siguientes términos:
“PRIMERA SERIE DE DISCOS DOBLES GARDEL-RAZZANO”.
“La canción, el arte, la música popular, en una palabra, como la leyenda, ha sido y será siempre el espíritu de los pueblos y el alma de las razas; la fisonomía moral de ese conglomerado de recuerdos, de aspiraciones y de afectos comunes que se llama patria y lo único que al fin subsistirá inmortal a través de todas las metamorfosis históricas, como lazo de unión de los tiempos y de las almas. Así, no importa que la guerra modifique los límites geográficos o el nombre de los países; que el progreso convierta a pueblos pastoriles en naciones industriales; que la inmigración trastorne con los gestos aborígenes la autenticidad de las costumbres o la pobreza de las tradiciones. Sobre todo ello -con la perdurabilidad del espíritu- subsistirá la vieja canción en la ensangrentada Hungría, el zorziko en las montañas pirenaicas, el benvolt en la Verde Erín, la triste quena en el desierto de Chihuahua, la milonga, el estilo, la vidalita, en nuestras dilatadas pampas. La canción popular es la tradición: ¡y la tradición no muere!
Hasta hace muy poco tiempo, la canción popular argentina no gozaba de ese prestigio que en todos los países del mundo goza el arte nativo. Relegada a la campaña, apenas si el viajero podía oírla, tosca y primitiva, en las lejanas estancias del Neuquén o en las vírgenes selvas santiagueñas, groseramente entonadas por cantores rudimentarios. En las ciudades, de cuando en cuando, un payador -tan primitivo como aquellos- las exhumaba, o se mezclaban a título de exotismo en los programas de una compañía española. Pero -fruto de un gran amor por lo propio- surgieron un día estos dos cantores criollos, Carlos Gardel y José Razzano, con alma de artistas y visión de poetas. Y he aquí que la canción criolla reclamó desde aquel momento un sitio expectable en las audiciones públicas y una predilección indiscutible en los gustos y la atención de los auditorios argentinos.
En una sola fórmula: se aristocratizó en arte, sin perder su sabor genuino, su gracia exquisita y su admirable poesía original, para rivalizar ventajosamente en el escenario o en el concierto con el número extraño que nada nos emociona porque nada nos recuerda. Esa ha sido la obra de Gardel-Razzano, obra modesta pero patriótica y buena, largamente considerada y, acaso, largamente trascendental, porque de ella ha de nacer lo que todos ansiamos y esperamos ver triunfante en definitiva un día: la música argentina.
Como el progreso no ha podido matar la tradición, ni el inmigrante al criollo, el fonógrafo no podía ahogar con su voz mecánica los dulces acordes de la guitarra. Por el contrario, como el uno se complementa al otro para constituir la aleación definitiva del país y de la raza, el invento de Édison se complementó con la canción de Santos Vega, y he aquí que hoy podemos ofrecer la bella música argentina en discos de la más perfecta ejecución, cantados por el popular dúo, y con la eficacia y expresiva sonoridad vocal con que estos cantores la emiten.
La impresión de estos nuevos discos es, sin duda, un verdadero triunfo para esta casa, ya que por medio de ellos podrá contribuir a la difusión de la canción popular en los más recónditos pueblos del interior como del extranjero, al par que satisfacer las justas necesidades y exigencias del numeroso público que nos los reclamaban y reclamaban”.
(CONTINUARÁ)
Carlos Gardel, José Razzano y José Ricardo (de pie)
escuchando sus primeras grabaciones
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