La cantidad de mentiras que se han dicho y aún se siguen diciendo a lo
largo de la historia de Carlos Gardel, para quitarle todo vestigio que
tenga que ver con su origen uruguayo son increíbles. Afortunadamente, al
menos yo tengo esta impresión, cada vez más y con mayor asiduidad se
está aceptando su verdadero origen Oriental del Río de La Plata. En
realidad, cada vez más, en mi país, se está restaurando su verdadero
origen y poco a poco, las nuevas generaciones, como decían muchos viejos
en mi infancia, están comenzando a decir que Gardel es Oriental; pero
todavía falta mucho.
Una de las últimas veces que estuve en Uruguay y fui a visitar el famoso chalet de Gardel junto con mi esposa, mi cuñada y el esposo de ésta, nos atendió muy amablemente un señor que en ese momento estaba a cargo de la institución que allí funciona y cada tanto, mientras dialogábamos recorriendo las instalaciones, nos repetía “!Que argentinos raros son ustedes!” por el simple hecho de que nos notaba muy seguros del verdadero origen de Gardel…
Diez años más tarde, para la revista “Buenos Aires Tango” correspondiente al mes de julio de 1985, declara haberlo conocido a los nueve años de edad, en la escuela y asevera que era francés. Sin embargo, el mismo día en que ocurrió el accidente de Medellín, escribió una nota necrológica para el diario “Crítica” en la que decía ignorar donde había nacido Carlos Gardel.
Cómo puede ser que si ignoraba el origen de Gardel, a pesar de que lo conocía, después de muchos años asegurara que era francés...
Pero todavía hay mas, puesto que la persona que miente deja siempre una estela de falsedades a lo largo de su vida que es fácil de rastrear. En el mencionado número de “Buenos Aires Tango” afirma que el padre de Gardel se llamaba Paul Laserre y, seis años mas tarde, en la revista “Tango y Lunfardo” de Buenos Aires correspondiente al mes de noviembre de 1991, Edmundo Guibourg le inventa otro padre a Gardel, éste se llama Charles Laforgue.
Guibourg, no sólo le inventó dos padres a Gardel sino que además pasó por alto el padre que le había inventado doña Berta, Paúl Gardes, fallecido antes que su hijo naciera y resucitado luego por la misma Berta (siempre según sus declaraciones) para venir a la Argentina a proponerle matrimonio cuando el cantor era ya famoso. De esta manera, en la Historia Oficial, andan en danza tres padres para un mismo hijo, sin contar los que están apareciendo en los últimos tiempos.
Lo que más llama la atención es que los autodenominados “historiadores” y “estudiosos” no reparen en esta cadena de incoherencias dichas por una misma persona. No son dos o más personas que dicen cosas totalmente distintas y tan contrapuestas que es imposible atribuirlas a opiniones personales; en este caso es una sola persona, Edmundo Guibourg, que a lo largo del tiempo, va haciendo declaraciones que nada tienen que ver con las hechas anteriormente. ¿Cómo puede ser que si eran amigos, desconocía su origen el día en que murió y muchos años después “recuerda” que era francés?...
Para aquellos que siempre han creído de buena fe que Charles Romuald Gardes y Carlos Gardel eran la misma persona, resulta algo sorprendente y desconcertante, admitir de un momento para otro que se trata de dos personas diferentes… No es fácil aceptar esto si se creyó siempre, sin prueba alguna, que Gardel era francés.
Y tan es así que, en los últimos tiempos, ante el avance de las investigaciones realizadas por la nueva generación de estudiosos en el tema, han comenzado a proliferar parientes de Charles Romuald Gardes pretendiendo demostrar que Carlos Gardel era francés... Seguramente, debe resultar muy interesante llegar a conocer los motivos de tanta preocupación.
“Doña Berta venía a verlo muy a menudo”,
Expresión textual que determina que Charles no vivía con su madre, de lo contrario los hijos de doña Rosa hubiesen declarado que Berta venía a dejarlo o a buscarlo muy a menudo y no “a verlo”.
Al mismo tiempo, Berta “deja” a “Carlitos” en casa de la madre de Esteban Capot y allí, ambos niños, se hacen amigos puesto que Capot, en 1894, contaba con 12 años de edad y “Carlitos” (el uruguayo) cumpliría en diciembre, alrededor de 11 años; edades perfectamente compatibles para ser amigos en la infancia.
Como es de suponer, Armando Defino, tras fusionar a Carlos Gardel
y a Charles Romuald Gardes en una sola persona, seguramente le dio a Berta todo tipo de instrucciones para que se cuidara con las declaraciones que hacía al periodismo. Pero Berta en 1935 tenía 70 años y, por aquella época, una persona de esa edad, con frecuencia, carecía de la lucidez y la agilidad mental necesaria como para tener presente en todo momento, y sin equivocarse, que a partir de ahora Charles y Carlos eran una sola persona. De ahí que cuando le preguntaban por la infancia de Gardel, olvidando que debía tomar en cuenta la infancia de su hijo, hablaba de la personalidad del cantor separadamente de la personalidad de Charles. Así, por ejemplo, en la edición del 6 de junio de 1936 de la revista “La Canción Moderna”, califica a Gardel, cuando niño, en los siguientes términos:
“Un vagabundo que no quería estudiar, ni ser nada, que me tenía siempre suspirando Emoticono like que fugaba siempre del hogar”.
Esta apreciación no concuerda, en lo más mínimo, con su hijo Charles que lograba obtener casi siempre 10 puntos en todas las materias. Los comentarios que Berta Gardes hace sobre la infancia de Gardel, coinciden plenamente con los errores gramaticales que el cantor, ya adulto, dejó como testimonio en su innumerable correspondencia: una sintaxis, una redacción y unas faltas de ortografía muy propias de alguien que no ha tenido posibilidad de cursar en buenas condiciones, especialmente anímicas, la escuela primaria; nada de esto coincide con los 10 puntos que Charles obtenía en castellano y demás materias.
En un reportaje para el diario “El Debate” de Montevideo, publicado el 12 de agosto de 1935, refiriéndose a Gardel, Berta hace comentarios que no corresponden a un niño nacido en Francia, que vivió los dos primeros años en su país de origen, hijo de madre francesa y con 10 puntos en idioma francés. Berta dijo:
“Carlitos no sabía francés cuando era chico. Por eso algunas veces no podía retarlo, porque como yo hablaba muy poco en castellano, si lo retaba en francés, mi hijito se reía”.
Esta es la actitud muy propia de un chico callejero y no la de un niño dedicado al estudio como pretende mostrarnos la desmañada Historia Oficial. Historia que en la misma medida en que van apareciendo nuevos datos, debido al avance de las investigaciones, se ve en la obligación de dar explicaciones (cada vez más contradictorias) por parte de los escribas que adhieren a ella.
Si Berta Gardes dejaba a “Carlitos” en la casa de su amiga Odaline Ducasse de Capot, lo hacía por dos motivos esenciales: primero porque le quedaba cómodo debido a que Odaline vivía en la vereda de enfrente a la del taller de planchado en que Berta trabajaba y segundo, lo mas importante, porque en esa casa “Carlitos” tenía la posibilidad de jugar con otro chico, que era Esteban Capot, hijo de Odaline, circunstancia que reducía considerablemente el deseo de escapar, como era su costumbre, según las propias declaraciones de Berta.
“Carlitos” solía escapar de su casa, a veces durante varios días, para vagabundear por los boliches marginales de la ciudad donde gustaba escuchar a los cantores, payadores y guitarreros que lucían sus habilidades en los despachos de bebidas.
En líneas generales podemos decir que poco y nada se ha hablado sobre la infancia de Carlos Gardel. Algunos decidieron callar para no dejar entrever su origen uruguayo, y otros por un mal entendido respeto a su memoria que condiciona los resultados de cualquier investigación. Sin embargo, no ocurría lo mismo en vida del cantor, a punto tal que el mismo día de su muerte, el diario “Noticias Gráficas” de Buenos Romina Julieta, con muy pocas palabras y gran acierto definió el panorama de los primeros años del cantor diciendo:
“La infancia de Gardel es la infancia de un chiquilín pobre que se evadía del hogar para buscar la aventura maravillosa de la urbe, que trotaba con pies descalzos.
Pilluelo de ojos vivaces y boca presta al donaire y al denuesto, voceaba los diarios en aquellos atardeceres”.
En la revista “Así”, en 1965, el cantor Roberto Maida cuenta la referencia que le hiciera José Razzano sobre la detención por vagancia de aquel niño, porque Berta Gardes “lo tenía abandonado”.
En 1972, un expolicía del Mercado de Abasto, Domingo Tiola, ya muy anciano, declaró para el periódico “Crónica” de Buenos Aires:
“Casi a diario detenía a Carlitos en la niñez, por pequeños actos delictivos”.
Según estos relatos, nos hallamos, sin duda alguna, ante la presencia de lo que hoy llamamos un “chico de la calle”. En esta época, 1894, Gardel estaría por cumplir alrededor de 11 años en el mes de diciembre y la ausencia de documentos, sumada a sus travesuras, ya le había comenzado a ocasionar algunos inconvenientes toda vez que se topaba con la policía; por tal motivo, cuando llegaba la noche, trataba de pasar desapercibido, en especial, cuando vagabundeaba, hasta muy avanzadas horas de la madrugada, frecuentando lugares nada recomendables para un menor.
Esteban Capot, nacido en Nerac, Francia, el 23 de enero de 1882, es decir, casi nueve años mayor que Charles, relata estos hechos y situaciones realmente imposibles de creer por cualquier persona con un mínimo de capacidad para pensar y razonar:
“Carlitos nació en Tolosa, fue un niño muy vivaracho. Mi madre, Odaline Ducasse de Capot, luego de perder a su esposo, y teniendo yo unos siete años, se fue a vivir a Tolosa, en procura de un campo mas propicio para explotar su habilidad de modista.
En Tolosa, mi mamá conoció a la madre de Carlitos cuando éste sólo llegaba a tres años de edad. Buenas mujeres las dos, amantes cariñosas de sus únicos hijos, se hicieron muy amigas, más, llegaron a ser inseparables. Habitábamos la misma casa, y mi obligado compañero de juegos era Carlos.”
Recordemos que mucho antes, alrededor de 1883, Esteban Capot, un bebé, llega en brazos de su madre Odaline, junto con Anais Beaux y Berta Gardes, al Uruguay, según hemos visto oportunamente.
Pero Capot dice que su madre hace amistad con Berta, que viven juntas en Toulouse y agrega que su obligado compañero de juegos era Carlitos.
Este último comentario, por sí sólo, determina la falsedad del testimonio de Capot, puesto que si estas mujeres se conocen en 1889, cuando aún Charles no había nacido, es de suponer que comenzaron a vivir juntas (de acuerdo a las costumbres de la época) a fines de 1890, cuando ya tenían cierta confianza o, tal vez, en 1891. Pero ocurre que en diciembre de 1891 Charles cumplía su primer año de vida mientras que Capot había cumplido nueve años el 23 de enero de ese año, y resulta imposible creer que un bebé fuera el “obligado compañero de juegos” de un chico que ya estaba muy próximo a cumplir los 10 años de edad… Capot continúa diciendo:
“Llegaban en ese entonces (a Francia) noticias de la hospitalidad de América, de su facilidad para conquistar sólidas posiciones, de la cordialidad de sus habitantes. Mi madre y doña Berta, que se sentían embelesadas por estas narraciones de prosperidad, con los pocos ahorros que contaban, decidieron cruzar el océano. Cuando yo tenía nueve años y Carlitos cinco, nos embarcamos con destino a Buenos Aires”.
Daría la impresión que Capot, mientras habla, advierte que los tiempos no le coinciden porque, recordando que le llevaba a Charles nueve años, casi diez, trata de emparejar un poco las edades diciendo:
“Cuando yo tenía nueve años y Carlitos cinco, nos embarcamos con destino a Buenos Aires”.
Lo malo no son tanto las mentiras de Esteban Capot, sino el hecho de que se lo haya citado durante muchos años como prueba de la ciudadanía francesa de Gardel sin cuestionar nada y reproduciendo parcialmente sus declaraciones para esconder las contradicciones en que incurría. El hecho de que en la difusión de nuestra música haya tanta gente incapaz para pensar y obtener conclusiones propias y, más aún para intercambiar ideas destinadas a aclarar estas cosas, sirve a los intereses de la Historia Oficial que, al parecer, pretende dejar todo como está.
El acto realizado en Toulouse en 1985 con la presencia del entonces Presidente argentino Raúl Alfonsín es una prueba de ello, pues si la nacionalidad de Gardel no es tan importante, como suelen decir los que apoyan la Historia Oficial, ¿para que fue Alfonsín a Toulouse cuando se cumplió medio siglo de la muerte del cantor?...
El hecho de que Carlos Gardel reditúe a nuestro país ciertos beneficios culturales o de otro tipo a nivel internacional, no justifica la estafa moral y material organizada a partir de su muerte. La gran mentira comenzó a esparcirse con las declaraciones de Esteban Capot al afirmar que él y su madre junto con Berta y Charles de cinco años, se embarcaron hacia Buenos Aires en 1891, pues según hemos visto, Charles, a los dos años, llegó con su madre a Buenos Aires en 1893. Y aunque en Uruguay a Gardel lo llaman “El Mago”, es imposible salir de Francia con cinco años de edad y llegar al Río de la Plata un par de años más tarde con sólo dos años de edad.
Pero las mentiras de Esteban Capot no tienen límites: no sólo dice que viajaron juntos, sino que hasta cuenta la pobreza y la sencillez con que hicieron el viaje:
“Vinimos en tercera como inmigrantes. Lamento no recordar el nombre del barco, pero sí tengo grabada en la memoria la modestia de nuestra existencia a bordo”.
El periodista de “Crítica”, sabiendo que Gardel había vivido primero en el Uruguay, dice:
”Pero antes de venir a Buenos Aires estuvieron en Montevideo”...
A lo que Capot vuelve a mentir:
“No señor... de Francia a aquí no bajamos en ningún otro puerto”.
La razón de esta maniobra a la que Capot se prestó dócilmente, tal vez por el sólo hecho de salir en los diarios (cosa considerada importante por ciertas mentalidades de entonces), era evitar que los restos del cantor quedaran en Uruguay, pues el Presidente uruguayo, Gabriel Terra había ordenado iniciar ya los trámites de repatriación.
Tras negar Esteban Capot que Gardel llegó al Uruguay cuando niño, el periodista insiste:
“Sin embargo se decía...”,
“Voy a ser más preciso -interrumpe Capot- puedo asegurar a Crítica, ya que ustedes se refieren a ciertas versiones que circulan en el vecino país, que Carlos Gardel, el astro máximo de la canción criolla, no pisó tierra uruguaya hasta después de los veinte años. Mas todavía, no conoció Montevideo sino acompañado con Razzano cuando formaban aquel dúo inolvidable, es decir en 1915”.
Esto último, que con tanta seguridad afirma Esteban Capot, es falso hasta para aquellos que creen que Carlos Gardel era francés.
Capot, para probar que era amigo de la infancia, y con ello hacer creíble cuanto contaba, solía mostrar cartas y fotos con dedicatorias donde Gardel lo llama “mi amigo de la infancia”; pero Capot era amigo de Carlos Gardel (el uruguayo), no de Charles Gardes (el francés), y prueba de ello es que en algunas de esas cartas y fotos, el cantor se dirige a él diciéndole “Che francés...” y nunca se supo que un extranjero llame a un amigo de igual origen por la nacionalidad.
Cuando yo leo estas cosas siento vergüenza ajena… ¿Cómo puede una persona ser tan caradura para mentir tanto y con tanta impunidad? No obstante, Esteban Capot con sus declaraciones puso en marcha la maquinaria destinada a cambiarle la identidad a Gardel. Los que apoyaron esta maniobra, no imaginaron que el Gardel de entonces, el de la pinta, el “funyi”, la peinada, la sonrisa, los zapatos lustrados y otros atributos que hoy continúan admirando quienes no pueden ir más allá de lo superficial, llegaría a ser con el tiempo un elemento cultural del Río de la Plata y pasaría a manos de verdaderos investigadores, estudiosos y otros profesionales de la cultura tales como musicólogos e historiadores quienes, sin proponérselo, descubrirían una de las más grandes patrañas armadas para el manejo de la opinión pública con el objeto de ocultar una estafa.
Pero las macanas continúan aún después de 25 años porque el 1º de julio de 1960, Esteban Capot, para la revista “Platea” de Buenos Aires, declara:
“Yo, como Carlitos, nací en Toulouse. Mi madre y la madre de él, que también eran de Toulouse, eran de la misma edad; a partir del momento en que se conocieron nació entre ellas una entrañable amistad.
Cuando la señora Berta, fue a vivir a mi casa, Carlitos estaba a mi
cuidado. Tenía él entonces tres días de vida”.
En el reportaje anterior, su madre conoció a Berta cuando, tras la muerte de su marido, fue a vivir a Toulouse y Carlitos tenía tres años. Ahora, tanto él como su madre nacieron en Toulouse y conoció a Carlitos cuando éste tenía tres días de vida.
“Carlitos estaba a mi cargo -continúa Capot- mientras la señora Berta trabajaba en el taller de modista que mi madre había instalado en una habitación de la casa. Para mí era realmente un placer estar al lado de Carlitos velando su sueño o jugando con él, como si fuese mi hermanito menor. Yo he vivido una niñez muy feliz cuidando a Carlitos en su infancia. Me sentí muy triste el día que mi madre me dijo:
-‘Esteban, vístete bien, que iremos a despedir a Berta y a Carlitos’.
-‘¿A dónde van?
-Se van a Bourdeaux –respondió mi madre con un dejo de preocupación y una esperanza oculta que yo por mis pocos años, no podía acertar. Mientras me vestía sentía que un montón de lágrimas empañaban mis ojos. Con esa angustia en el alma, acompañé a mi madre a la estación del tren para despedir, ella, a su más grande amiga y yo, a mi hermanito menor. Cuando mi madre vio que mi cara estaba mojada por las lágrimas, tratando de consolarme, me dijo mientras me besaba:
-‘Ya pronto..., muy pronto nosotros también seguiremos el mismo camino y nos reuniremos con ellos’. En una carta que Berta le escribió a mi madre a poco de llegar a la Capital argentina, le hacía saber el cariñoso recibimiento con que fue recibida por Anais, su esposo y el grupo de amigos que fue a esperarla a su arribo’.
Como vemos, la imaginación de Esteban Capot no tiene límites, es capaz de armar cualquier historia sin ningún tipo de escrúpulos. En 1935 había dicho que viajaron todos juntos a Buenos Aires. Veinticinco años mas tarde resulta ser que sólo viajaron Berta y su hijo. ¿Cómo puede ser que este personaje haya servido de testimonio para afirmar que Gardel era francés?
Una de las últimas veces que estuve en Uruguay y fui a visitar el famoso chalet de Gardel junto con mi esposa, mi cuñada y el esposo de ésta, nos atendió muy amablemente un señor que en ese momento estaba a cargo de la institución que allí funciona y cada tanto, mientras dialogábamos recorriendo las instalaciones, nos repetía “!Que argentinos raros son ustedes!” por el simple hecho de que nos notaba muy seguros del verdadero origen de Gardel…
Edmundo Guibourg
Este escritor, director teatral y periodista, autor entre otras obras de “El sendero en las tinieblas” y “Cuatro mujeres” fue amigo de Gardel, pero, al igual que Esteban Capot, decidió colaborar con la Historia Oficial… Para ello, aunque tardíamente, se largó a hacer manifestaciones que, dejaron entrever fácilmente el engaño. Guibourg, dijo haber conocido a Gardel en un comité político cuando el cantor tenía 16 años, según sus declaraciones para el diario “La Opinión” de Buenos Aires del 24 de junio de 1975.Diez años más tarde, para la revista “Buenos Aires Tango” correspondiente al mes de julio de 1985, declara haberlo conocido a los nueve años de edad, en la escuela y asevera que era francés. Sin embargo, el mismo día en que ocurrió el accidente de Medellín, escribió una nota necrológica para el diario “Crítica” en la que decía ignorar donde había nacido Carlos Gardel.
Cómo puede ser que si ignoraba el origen de Gardel, a pesar de que lo conocía, después de muchos años asegurara que era francés...
Pero todavía hay mas, puesto que la persona que miente deja siempre una estela de falsedades a lo largo de su vida que es fácil de rastrear. En el mencionado número de “Buenos Aires Tango” afirma que el padre de Gardel se llamaba Paul Laserre y, seis años mas tarde, en la revista “Tango y Lunfardo” de Buenos Aires correspondiente al mes de noviembre de 1991, Edmundo Guibourg le inventa otro padre a Gardel, éste se llama Charles Laforgue.
Guibourg, no sólo le inventó dos padres a Gardel sino que además pasó por alto el padre que le había inventado doña Berta, Paúl Gardes, fallecido antes que su hijo naciera y resucitado luego por la misma Berta (siempre según sus declaraciones) para venir a la Argentina a proponerle matrimonio cuando el cantor era ya famoso. De esta manera, en la Historia Oficial, andan en danza tres padres para un mismo hijo, sin contar los que están apareciendo en los últimos tiempos.
Lo que más llama la atención es que los autodenominados “historiadores” y “estudiosos” no reparen en esta cadena de incoherencias dichas por una misma persona. No son dos o más personas que dicen cosas totalmente distintas y tan contrapuestas que es imposible atribuirlas a opiniones personales; en este caso es una sola persona, Edmundo Guibourg, que a lo largo del tiempo, va haciendo declaraciones que nada tienen que ver con las hechas anteriormente. ¿Cómo puede ser que si eran amigos, desconocía su origen el día en que murió y muchos años después “recuerda” que era francés?...
Para aquellos que siempre han creído de buena fe que Charles Romuald Gardes y Carlos Gardel eran la misma persona, resulta algo sorprendente y desconcertante, admitir de un momento para otro que se trata de dos personas diferentes… No es fácil aceptar esto si se creyó siempre, sin prueba alguna, que Gardel era francés.
Y tan es así que, en los últimos tiempos, ante el avance de las investigaciones realizadas por la nueva generación de estudiosos en el tema, han comenzado a proliferar parientes de Charles Romuald Gardes pretendiendo demostrar que Carlos Gardel era francés... Seguramente, debe resultar muy interesante llegar a conocer los motivos de tanta preocupación.
Carlos y Charles
Berta tenía a su cargo dos chicos: su hijo Charles y el niño recogido en Tacuarembó, “Carlitos”. A su hijo, Charles, lo “entrega”, según sus propias palabras, a una familia. La expresión “entrega” pareciera ser que ha pasado desapercibida para los adherentes incondicionales a la Historia Oficial aún sabiendo que no es lo mismo “entregar” que “dejar”. De esta forma, Charles vivió con otra familia, desde 1894 hasta 1899, y esto ha quedado confirmado por los hijos de doña Rosa Carrol quienes, entre otras cosas, dijeron:“Doña Berta venía a verlo muy a menudo”,
Expresión textual que determina que Charles no vivía con su madre, de lo contrario los hijos de doña Rosa hubiesen declarado que Berta venía a dejarlo o a buscarlo muy a menudo y no “a verlo”.
Al mismo tiempo, Berta “deja” a “Carlitos” en casa de la madre de Esteban Capot y allí, ambos niños, se hacen amigos puesto que Capot, en 1894, contaba con 12 años de edad y “Carlitos” (el uruguayo) cumpliría en diciembre, alrededor de 11 años; edades perfectamente compatibles para ser amigos en la infancia.
Como es de suponer, Armando Defino, tras fusionar a Carlos Gardel
y a Charles Romuald Gardes en una sola persona, seguramente le dio a Berta todo tipo de instrucciones para que se cuidara con las declaraciones que hacía al periodismo. Pero Berta en 1935 tenía 70 años y, por aquella época, una persona de esa edad, con frecuencia, carecía de la lucidez y la agilidad mental necesaria como para tener presente en todo momento, y sin equivocarse, que a partir de ahora Charles y Carlos eran una sola persona. De ahí que cuando le preguntaban por la infancia de Gardel, olvidando que debía tomar en cuenta la infancia de su hijo, hablaba de la personalidad del cantor separadamente de la personalidad de Charles. Así, por ejemplo, en la edición del 6 de junio de 1936 de la revista “La Canción Moderna”, califica a Gardel, cuando niño, en los siguientes términos:
“Un vagabundo que no quería estudiar, ni ser nada, que me tenía siempre suspirando Emoticono like que fugaba siempre del hogar”.
Esta apreciación no concuerda, en lo más mínimo, con su hijo Charles que lograba obtener casi siempre 10 puntos en todas las materias. Los comentarios que Berta Gardes hace sobre la infancia de Gardel, coinciden plenamente con los errores gramaticales que el cantor, ya adulto, dejó como testimonio en su innumerable correspondencia: una sintaxis, una redacción y unas faltas de ortografía muy propias de alguien que no ha tenido posibilidad de cursar en buenas condiciones, especialmente anímicas, la escuela primaria; nada de esto coincide con los 10 puntos que Charles obtenía en castellano y demás materias.
En un reportaje para el diario “El Debate” de Montevideo, publicado el 12 de agosto de 1935, refiriéndose a Gardel, Berta hace comentarios que no corresponden a un niño nacido en Francia, que vivió los dos primeros años en su país de origen, hijo de madre francesa y con 10 puntos en idioma francés. Berta dijo:
“Carlitos no sabía francés cuando era chico. Por eso algunas veces no podía retarlo, porque como yo hablaba muy poco en castellano, si lo retaba en francés, mi hijito se reía”.
Esta es la actitud muy propia de un chico callejero y no la de un niño dedicado al estudio como pretende mostrarnos la desmañada Historia Oficial. Historia que en la misma medida en que van apareciendo nuevos datos, debido al avance de las investigaciones, se ve en la obligación de dar explicaciones (cada vez más contradictorias) por parte de los escribas que adhieren a ella.
El callejero “Carlitos”
Se desconoce si en el año 1894 “Carlitos” concurrió a la escuela; lo que si se sabe es que Berta Gardes lo retiró de la institución en la que estuvo internado el año anterior y que, debido a la crianza conflictiva, y hasta traumática, durante sus primeros años de vida, a esta altura era ya un “chico difícil” que sólo se sentía feliz en la calle.Si Berta Gardes dejaba a “Carlitos” en la casa de su amiga Odaline Ducasse de Capot, lo hacía por dos motivos esenciales: primero porque le quedaba cómodo debido a que Odaline vivía en la vereda de enfrente a la del taller de planchado en que Berta trabajaba y segundo, lo mas importante, porque en esa casa “Carlitos” tenía la posibilidad de jugar con otro chico, que era Esteban Capot, hijo de Odaline, circunstancia que reducía considerablemente el deseo de escapar, como era su costumbre, según las propias declaraciones de Berta.
“Carlitos” solía escapar de su casa, a veces durante varios días, para vagabundear por los boliches marginales de la ciudad donde gustaba escuchar a los cantores, payadores y guitarreros que lucían sus habilidades en los despachos de bebidas.
En líneas generales podemos decir que poco y nada se ha hablado sobre la infancia de Carlos Gardel. Algunos decidieron callar para no dejar entrever su origen uruguayo, y otros por un mal entendido respeto a su memoria que condiciona los resultados de cualquier investigación. Sin embargo, no ocurría lo mismo en vida del cantor, a punto tal que el mismo día de su muerte, el diario “Noticias Gráficas” de Buenos Romina Julieta, con muy pocas palabras y gran acierto definió el panorama de los primeros años del cantor diciendo:
“La infancia de Gardel es la infancia de un chiquilín pobre que se evadía del hogar para buscar la aventura maravillosa de la urbe, que trotaba con pies descalzos.
Pilluelo de ojos vivaces y boca presta al donaire y al denuesto, voceaba los diarios en aquellos atardeceres”.
En la revista “Así”, en 1965, el cantor Roberto Maida cuenta la referencia que le hiciera José Razzano sobre la detención por vagancia de aquel niño, porque Berta Gardes “lo tenía abandonado”.
En 1972, un expolicía del Mercado de Abasto, Domingo Tiola, ya muy anciano, declaró para el periódico “Crónica” de Buenos Aires:
“Casi a diario detenía a Carlitos en la niñez, por pequeños actos delictivos”.
Según estos relatos, nos hallamos, sin duda alguna, ante la presencia de lo que hoy llamamos un “chico de la calle”. En esta época, 1894, Gardel estaría por cumplir alrededor de 11 años en el mes de diciembre y la ausencia de documentos, sumada a sus travesuras, ya le había comenzado a ocasionar algunos inconvenientes toda vez que se topaba con la policía; por tal motivo, cuando llegaba la noche, trataba de pasar desapercibido, en especial, cuando vagabundeaba, hasta muy avanzadas horas de la madrugada, frecuentando lugares nada recomendables para un menor.
Las declaraciones de Esteban Capot
Cuatro días después de la catástrofe de Medellín, esto es el 28 de junio de 1935, haciendo declaraciones para el diario Crítica de Buenos Aires, aparece Esteban Capot, hijo de Odaline Ducasse viuda de Capot, diciendo que el cantor era francés, iniciando así la maniobra organizada para cambiarle la identidad al cantor, pues si alguien difundía primero la “noticia” y aparecía luego el testamento “confirmándola”, resultaba mucho menos sospechoso y más efectivo que si el testamento se publicaba de entrada.Esteban Capot, nacido en Nerac, Francia, el 23 de enero de 1882, es decir, casi nueve años mayor que Charles, relata estos hechos y situaciones realmente imposibles de creer por cualquier persona con un mínimo de capacidad para pensar y razonar:
“Carlitos nació en Tolosa, fue un niño muy vivaracho. Mi madre, Odaline Ducasse de Capot, luego de perder a su esposo, y teniendo yo unos siete años, se fue a vivir a Tolosa, en procura de un campo mas propicio para explotar su habilidad de modista.
En Tolosa, mi mamá conoció a la madre de Carlitos cuando éste sólo llegaba a tres años de edad. Buenas mujeres las dos, amantes cariñosas de sus únicos hijos, se hicieron muy amigas, más, llegaron a ser inseparables. Habitábamos la misma casa, y mi obligado compañero de juegos era Carlos.”
Recordemos que mucho antes, alrededor de 1883, Esteban Capot, un bebé, llega en brazos de su madre Odaline, junto con Anais Beaux y Berta Gardes, al Uruguay, según hemos visto oportunamente.
Pero Capot dice que su madre hace amistad con Berta, que viven juntas en Toulouse y agrega que su obligado compañero de juegos era Carlitos.
Este último comentario, por sí sólo, determina la falsedad del testimonio de Capot, puesto que si estas mujeres se conocen en 1889, cuando aún Charles no había nacido, es de suponer que comenzaron a vivir juntas (de acuerdo a las costumbres de la época) a fines de 1890, cuando ya tenían cierta confianza o, tal vez, en 1891. Pero ocurre que en diciembre de 1891 Charles cumplía su primer año de vida mientras que Capot había cumplido nueve años el 23 de enero de ese año, y resulta imposible creer que un bebé fuera el “obligado compañero de juegos” de un chico que ya estaba muy próximo a cumplir los 10 años de edad… Capot continúa diciendo:
“Llegaban en ese entonces (a Francia) noticias de la hospitalidad de América, de su facilidad para conquistar sólidas posiciones, de la cordialidad de sus habitantes. Mi madre y doña Berta, que se sentían embelesadas por estas narraciones de prosperidad, con los pocos ahorros que contaban, decidieron cruzar el océano. Cuando yo tenía nueve años y Carlitos cinco, nos embarcamos con destino a Buenos Aires”.
Daría la impresión que Capot, mientras habla, advierte que los tiempos no le coinciden porque, recordando que le llevaba a Charles nueve años, casi diez, trata de emparejar un poco las edades diciendo:
“Cuando yo tenía nueve años y Carlitos cinco, nos embarcamos con destino a Buenos Aires”.
Lo malo no son tanto las mentiras de Esteban Capot, sino el hecho de que se lo haya citado durante muchos años como prueba de la ciudadanía francesa de Gardel sin cuestionar nada y reproduciendo parcialmente sus declaraciones para esconder las contradicciones en que incurría. El hecho de que en la difusión de nuestra música haya tanta gente incapaz para pensar y obtener conclusiones propias y, más aún para intercambiar ideas destinadas a aclarar estas cosas, sirve a los intereses de la Historia Oficial que, al parecer, pretende dejar todo como está.
El acto realizado en Toulouse en 1985 con la presencia del entonces Presidente argentino Raúl Alfonsín es una prueba de ello, pues si la nacionalidad de Gardel no es tan importante, como suelen decir los que apoyan la Historia Oficial, ¿para que fue Alfonsín a Toulouse cuando se cumplió medio siglo de la muerte del cantor?...
El hecho de que Carlos Gardel reditúe a nuestro país ciertos beneficios culturales o de otro tipo a nivel internacional, no justifica la estafa moral y material organizada a partir de su muerte. La gran mentira comenzó a esparcirse con las declaraciones de Esteban Capot al afirmar que él y su madre junto con Berta y Charles de cinco años, se embarcaron hacia Buenos Aires en 1891, pues según hemos visto, Charles, a los dos años, llegó con su madre a Buenos Aires en 1893. Y aunque en Uruguay a Gardel lo llaman “El Mago”, es imposible salir de Francia con cinco años de edad y llegar al Río de la Plata un par de años más tarde con sólo dos años de edad.
Pero las mentiras de Esteban Capot no tienen límites: no sólo dice que viajaron juntos, sino que hasta cuenta la pobreza y la sencillez con que hicieron el viaje:
“Vinimos en tercera como inmigrantes. Lamento no recordar el nombre del barco, pero sí tengo grabada en la memoria la modestia de nuestra existencia a bordo”.
El periodista de “Crítica”, sabiendo que Gardel había vivido primero en el Uruguay, dice:
”Pero antes de venir a Buenos Aires estuvieron en Montevideo”...
A lo que Capot vuelve a mentir:
“No señor... de Francia a aquí no bajamos en ningún otro puerto”.
La razón de esta maniobra a la que Capot se prestó dócilmente, tal vez por el sólo hecho de salir en los diarios (cosa considerada importante por ciertas mentalidades de entonces), era evitar que los restos del cantor quedaran en Uruguay, pues el Presidente uruguayo, Gabriel Terra había ordenado iniciar ya los trámites de repatriación.
Tras negar Esteban Capot que Gardel llegó al Uruguay cuando niño, el periodista insiste:
“Sin embargo se decía...”,
“Voy a ser más preciso -interrumpe Capot- puedo asegurar a Crítica, ya que ustedes se refieren a ciertas versiones que circulan en el vecino país, que Carlos Gardel, el astro máximo de la canción criolla, no pisó tierra uruguaya hasta después de los veinte años. Mas todavía, no conoció Montevideo sino acompañado con Razzano cuando formaban aquel dúo inolvidable, es decir en 1915”.
Esto último, que con tanta seguridad afirma Esteban Capot, es falso hasta para aquellos que creen que Carlos Gardel era francés.
Capot, para probar que era amigo de la infancia, y con ello hacer creíble cuanto contaba, solía mostrar cartas y fotos con dedicatorias donde Gardel lo llama “mi amigo de la infancia”; pero Capot era amigo de Carlos Gardel (el uruguayo), no de Charles Gardes (el francés), y prueba de ello es que en algunas de esas cartas y fotos, el cantor se dirige a él diciéndole “Che francés...” y nunca se supo que un extranjero llame a un amigo de igual origen por la nacionalidad.
Cuando yo leo estas cosas siento vergüenza ajena… ¿Cómo puede una persona ser tan caradura para mentir tanto y con tanta impunidad? No obstante, Esteban Capot con sus declaraciones puso en marcha la maquinaria destinada a cambiarle la identidad a Gardel. Los que apoyaron esta maniobra, no imaginaron que el Gardel de entonces, el de la pinta, el “funyi”, la peinada, la sonrisa, los zapatos lustrados y otros atributos que hoy continúan admirando quienes no pueden ir más allá de lo superficial, llegaría a ser con el tiempo un elemento cultural del Río de la Plata y pasaría a manos de verdaderos investigadores, estudiosos y otros profesionales de la cultura tales como musicólogos e historiadores quienes, sin proponérselo, descubrirían una de las más grandes patrañas armadas para el manejo de la opinión pública con el objeto de ocultar una estafa.
Pero las macanas continúan aún después de 25 años porque el 1º de julio de 1960, Esteban Capot, para la revista “Platea” de Buenos Aires, declara:
“Yo, como Carlitos, nací en Toulouse. Mi madre y la madre de él, que también eran de Toulouse, eran de la misma edad; a partir del momento en que se conocieron nació entre ellas una entrañable amistad.
Cuando la señora Berta, fue a vivir a mi casa, Carlitos estaba a mi
cuidado. Tenía él entonces tres días de vida”.
En el reportaje anterior, su madre conoció a Berta cuando, tras la muerte de su marido, fue a vivir a Toulouse y Carlitos tenía tres años. Ahora, tanto él como su madre nacieron en Toulouse y conoció a Carlitos cuando éste tenía tres días de vida.
“Carlitos estaba a mi cargo -continúa Capot- mientras la señora Berta trabajaba en el taller de modista que mi madre había instalado en una habitación de la casa. Para mí era realmente un placer estar al lado de Carlitos velando su sueño o jugando con él, como si fuese mi hermanito menor. Yo he vivido una niñez muy feliz cuidando a Carlitos en su infancia. Me sentí muy triste el día que mi madre me dijo:
-‘Esteban, vístete bien, que iremos a despedir a Berta y a Carlitos’.
-‘¿A dónde van?
-Se van a Bourdeaux –respondió mi madre con un dejo de preocupación y una esperanza oculta que yo por mis pocos años, no podía acertar. Mientras me vestía sentía que un montón de lágrimas empañaban mis ojos. Con esa angustia en el alma, acompañé a mi madre a la estación del tren para despedir, ella, a su más grande amiga y yo, a mi hermanito menor. Cuando mi madre vio que mi cara estaba mojada por las lágrimas, tratando de consolarme, me dijo mientras me besaba:
-‘Ya pronto..., muy pronto nosotros también seguiremos el mismo camino y nos reuniremos con ellos’. En una carta que Berta le escribió a mi madre a poco de llegar a la Capital argentina, le hacía saber el cariñoso recibimiento con que fue recibida por Anais, su esposo y el grupo de amigos que fue a esperarla a su arribo’.
Como vemos, la imaginación de Esteban Capot no tiene límites, es capaz de armar cualquier historia sin ningún tipo de escrúpulos. En 1935 había dicho que viajaron todos juntos a Buenos Aires. Veinticinco años mas tarde resulta ser que sólo viajaron Berta y su hijo. ¿Cómo puede ser que este personaje haya servido de testimonio para afirmar que Gardel era francés?
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