XXX- CARLOS GARDEL, SU ARTE, SU TIEMPO Y LA HISTORIA
EL PALAIS DE GLACE
Hallándose Carlos Gardel y sus acompañantes en el famoso Palais de Glace, se produce un enfrentamiento con gente de la mala vida del Buenos Aires de entonces que finaliza con un hecho de violencia del cual el cantor resulta ser víctima. Muchos diarios, en su momento, se han ocupado del mencionado hecho y es, a través de los mismos, que hoy podemos hacer la siguiente reconstrucción de los acontecimientos. Para ello he ordenado distintos fragmentos de las noticias publicadas en varios periódicos con la finalidad de reflejar lo más claramente posible cómo se han sucedido los hechos.
Según el periodismo de la época… “Los escándalos que a diario se producen en el Palais de Glace (que recomendamos a la vigilancia policial) terminaron esta vez poniendo en grave peligro la vida de un hombre.” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
Concurren a “... ese nido de patoteros y gigolettes, los lobos y las raposas de las grandes ciudades...” (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915”).
“Una patota de compadritos bien vestidos, y que capitaneaban Moreno, Gallegos Serna y un tal Guevara, buscaron pendencia al actor nacional Elías Alippi, asiduo concurrente a los bochinches del Palais de Glace. A Alippi le falta corazón y fuerza física para afrontar la situación” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
“Acude Gardel como amigable componedor y pretende evitar incidentes dignos de changadores. Los compadres de la patota, derrotados por las palabras conciliadoras y el aspecto de fuerza que caracteriza a Gardel, dan por terminado el incidente.” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
Pero “los alardes cínicos y brutales de los patoteros (...), dan lugar a un airado cambio de palabras con el grupo de artistas que se retiraban, en la puerta del local.” Nuevamente “Gardel contuvo a los ‘valientes’, que se quedaron algo mohínos y en un automóvil tomaron rumbo a Palermo. Los patoteros reforzados por otros de su calaña, suben en tres automóviles y emprenden la persecución.
Un chauffer (sic) que estaba esperando viaje, conocedor de los tipos y sus mañas, comprendió las maniobras, y encarándose con el vigilante a caballo le instó para que acudiera (...). El agente fue, pero como en las operetas de Offembach, llegó tarde.” (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915).
“Pocas cuadras habían andado, cuando al llegar a la esquina de Avenida Alvear y Agüero el automóvil se detuvo debido a una “panne“ (avería, en francés) del motor. Cuál no sería la sorpresa de Gardel y sus acompañantes al ver que, segundos después, llegaban hasta el sitio donde se hallaban, los mismos individuos que los hostilizaron momentos antes, quienes ocupaban tres automóviles.
Descendieron ellos también y renovaron el incidente en términos violentos” (“La Razón”, 13 de diciembre de 1915).
“Ya cuando las vías del hecho eran inevitables, los dos actores resolvieron prepararse a todo evento” (“La Razón”, 13 de diciembre de 1915).
“Cada cual hizo lo que su inspiración del momento le sugirió” (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915).
“Gardel, que se ve abandonado por Alippi y otros dos que le acompañan...” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915)
“...buscó en sus bolsillos un arma u objeto con que repeler la agresión...” (“La Razón”, 13 de diciembre de 1915).
“...y uno de ellos, el compadrito Güevara, le descarga a quemarropa un tiro que, pasando a un centímetro del corazón, le interesa gravemente la pleura.” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
“El que intentó matarme me dijo: ¡ya no vas a cantar mas El Moro! (contó Gardel para “La Razón” del 24 de febrero de 1916).
“Tomose Gardel el sitio herido con la mano izquierda y agarrando con la derecha un hierro del automóvil lanzose hacia su agresor, a quien, según unos, asestó un golpe en la frente. La banda de salteadores refugiose en sus autos y huyó a todo escape.” (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915).
“La policía se niega a perseguir a los autores, malogrando las insistentes indicaciones de algunos testigos presenciales.” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
“Gardel, socorrido por su acompañante, fue llevado al consultorio central de la Asistencia Pública, donde se le practicó la primera cura, y luego fue conducido al hospital Rawson (sic) donde se le asiste” dice erróneamente “La Razón” del 13 de diciembre de 1915, pues Gardel fue conducido al hospital Ramos Mejía.
Tres días después, “La Dirección del Hospital Ramos Mejía informó al juez de instrucción, Dr. Newton, que el estado de Gardel, ha mejorado notablemente” (“La Razón”, 14 de diciembre de 1915).
“El proyectil no ha sido hallado, pero no le molesta; hoy se le hará una radioscopía para conocer su ubicación. No hay ningún órgano vital interesado, ni hueso roto, por lo tanto se espera que en pocos días se encontrará de pié.” (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915).
“En cuanto a la policía, que tan exageradamente azota al pueblo en manifestaciones callejeras, dejamos constancia de su actuación poco enérgica e ineficaz en el incidente de referencia.” (“Crítica”, 13 de diciembre de 1915).
Sin pretenderlo, el cronista nos deja el testimonio, de lo que en otras oportunidades hemos comentado: la policía reprimía con energía cualquier tipo de manifestación popular en demanda de derechos y libertades elementales.
La policía, era una institución oficial que estaba siempre al servicio de los poderosos (esto es, el capital) y nunca, o muy rara vez, al servicio del orden, la seguridad y la justicia. Es muy evidente que, a pesar de los años transcurridos, las cosas no han cambiado demasiado.
No obstante, continúa el relato periodístico- “la policía trabaja para dar con el paradero del heridor, hallándose ya detenidos Gallegos Serna y varios de los que lo acompañaban.” (“La Razón”, 13 de diciembre de 1915).
A pesar de la demora policial, queda aún la esperanza de que se tomen cartas en el asunto “para ahuyentar todas las alimañas de la madriguera” (se refiere al Palais de Glace) ya que “gozan de censurable impunidad para cometer toda clase de iniquidades, que llegó, desde la trompeadura aplicada a un jovencito Smith, que balconeaba la bacanal en compañía de los hermanos Coletti, hasta el homicidio frustrado por suerte, con todos los agravantes de nocturnidad, salteamiento, pluralidad de delincuentes, alevosía, etc., perpetrado en la persona del popular y simpático cantor criollo”. (“Tribuna”, 14 de diciembre de 1915).
El profesor Dr. Ricardo Donovan recordó en una clase de Patología Quirúrgica de 1948, que siendo practicante en el hospital Ramos Mejía, examinó la herida de Gardel comprobando que había perforado el pulmón izquierdo sin orificio de salida. La evolución favorable del estado del cantor, decidió a los facultativos a no extraer el proyectil que permaneció en su pecho durante toda la vida. Al respecto, Gardel declaró a “La Razón” del 24 de febrero de 1916:
“La bala no pudo ser extraída, pero debo confesar que no la siento, ni me molesta en ninguna circunstancia”.
El 24 de junio de 1985, Edmundo Guibourg declaró para el periódico “El Diario” de Montevideo: “Cuando me entero (de lo que le había ocurrido a Gardel) voy a la Asistencia Pública, estoy con él en su convalecencia y lo acompaño para ir a Montevideo a reponerse”.
Aquí es importante aclarar que por aquellos años y hasta bien entrada la década de 1940 la gente en Buenos Aires y sus alrededores, para referirse a Uruguay solía decir Montevideo según yo mismo, siendo pibe, oía decir a las personas mayores.
Como es de suponer, este hecho motivó la interrupción de las presentaciones del Dúo Gardel-Razzano en los espectáculos del teatro San Martín, que finalizaron, sin la participación de ellos, el 29 de diciembre.
Hasta su completo restablecimiento, el cantor se radicó en la estancia de Don Pedro Etchegaray, ubicada en Valle Edén, su pago natal, en la República Oriental del Uruguay.
Nuevamente Edmundo Guibourg, esta vez para la revista “Buenos Aires Tango”, en su edición del mes de agosto de 1985, dijo sobre este viaje de Gardel al Uruguay: “Lo acompañé durante su convalecencia (...) Luego se fue para Tacuarembó, donde se encontró con uno de los hermanos Traverso”. Recordemos que “Cielito” Traverso fue desterrado en 1904 a raíz de un homicidio.
Mientras tanto, los diarios porteños publicaban los nombres de los agresores e inclusive se tenía perfectamente individualizado al que disparó a quemarropa contra el cantor y, sin embargo, una vez pasados los primeros días de alboroto periodístico, todo quedó en la nada sin que nunca se llegara a aclarar debidamente el episodio. Los cabecillas de los agresores han sido individualizados fácilmente e incluso acusados por el periodismo, lo que da la pauta de que se trataba de gente conocida en el Buenos Aires nocturno, inclusive por el propio Gardel.
La patota, según el periodismo, era encabezada por Moreno Gallegos Serna y Roberto Guevara que, erróneamente, en algunos periódicos apareció como Güevara. Éstos habrían sido apoyados en su intento por un grupo de gente de Juan Garessio, el marido de “La Ritana”, mujer con la que Gardel seguía relacionado sentimentalmente desde aquella noche en que por vez primera fue a cantar al prostíbulo que ella regenteaba, con Razzano y el grupo de amigos de don Francisco Taurel.
La pauta de que se trataba de personajes muy conocidos en el ambiente nocturno nos la da el hecho de que el famoso bandoneonista Eduardo Arolas, que se hallaba muy vinculado a la mala vida porteña, cuando compuso el tango “Suipacha”, lo encabezó con la siguiente dedicatoria, según se puede leer en la portada de la partitura: “A mis estimados amiguitos M. Gallegos Serna y E. Garrido”.
(CONTINUARÁ)